
El magma del volcán Irazú , ubicado en la cordillera Volcánica Central, a 30 km de la ciudad de Cartago, parece andar precisado y le urge salir a la superficie.
Mientras en otros volcanes al magma le toma cientos y hasta miles de años ascender desde el manto hasta la cámara magmática, en el Irazú ese desplazamiento puede ocurrir en un lapso de cinco años, o incluso en pocos meses.
Esa es la principal conclusión a la que arriba un equipo de investigadores del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty, de la Universidad de Columbia.
Según el estudio, publicado en la revista Nature , el veloz desplazamiento del magma es inusual para un volcán con las características del Irazú.
Con sus 3.432 metros sobre el nivel del mar, el Irazú es el volcán más alto de Costa Rica y cubre una superficie superior a los 500 kilómetros cuadrados.
Los científicos recolectaron rocas y otros materiales arrojados por el volcán durante la erupción, que se inició en marzo de 1963 y se prolongó durante 30 meses, hasta febrero de 1965.
“Se había observado magma desplazarse a altas velocidades en volcanes pequeños, pero el Irazú es uno de los volcanes más grandes de América Central y tiene una cámara magmática ubicada a cuatro kilómetros de profundidad desde la cima”, declaró Philipp Ruprecht, autor principal del estudio.
El magma es como la “sangre” de un volcán. Es un material viscoso que combina silicatos, gases, y fluye desde el manto (zona profunda de la corteza terrestre) hasta la cámara magmática, que es un depósito.
Ruprecht explicó que tradicionalmente el magma originado en el manto sube, pero que permanece durante cientos, e incluso miles de años, retenido en la corteza, como si estuviera en reposo.
“Puede tener un ascenso rápido, pero muy breve. Normalmente, no sube de un solo tirón violentamente, sino que más bien hace pausas, se estanca y empieza a formar cristales pesados que son liberados, y así sigue su camino hacia la superficie”, declaró Ruprecht.
Pistas de color verde. Según explicó el vulcanólogo costarricense Guillermo Alvarado –quien colaboró en las primeras etapas de la investigación– los científicos analizaron muestras de ceniza de la erupción de 1963 a 1965, y de ahí extrajeron cristales de un mineral verdoso llamado olivino, por su color similar al del aceite de oliva.
Este mineral es un silicato de hierro y magnesio, que suele formarse a grandes profundidades.
“Los investigadores hallaron que los olivinos del Irazú se originaron desde la parte superior del manto, a unos 35 kilómetros de profundidad. Esos minerales ascendieron durante la pasada erupción, en un lapso de entre menos de 5 años y unos pocos meses, a una velocidad muy rápida, de entre 80 y 55 metros por día”, dijo Alvarado.
Los olivinos traían consigo pistas reveladoras.
Lo que sucede es que durante el ascenso hacia la superficie, el magma se enfría y forma cristales que preservan las condiciones según las cuales se formaron. Al analizar los cristales de olivinos expulsados por el Irazú, los expertos hallaron picos de níquel, elemento presente en el manto. Esos fragmentos de níquel revelan que el magma expulsado por el Irazú estaba tan fresco que el níquel ni siquiera se había diseminado.
“Esto nos hace pensar que debe existir un conducto desde el manto hasta la cámara magmática”, opinó la geoquímica Terry Plank, coautora del estudio.
Prevención. De acuerdo con Ruprecht y Alvarado, las mediciones de actividad sísmica en el volcán podrían contribuir a detectar una posible erupción; sin embargo, las predicciones aún son un asunto engañoso e inexacto.
“Al comprender que el magma puede ascender más rápido de lo pensado, entonces, hay que prestarle especial atención cuando hay una sismicidad anómala, dado que se puede pasar de un estado tranquilo a una actividad eruptiva fuerte, como pasó en el Irazú. El 9 de agosto de 1962, el volcán tenía una columna de gases intensos y siete meses después estaba en plena actividad de cenizas”, dijo Alvarado. Por eso, el ICE y la Universidad de Costa Rica poseen estaciones sismológicas que vigilan el coloso.
