Afirma Adriana Nanne, una de las mujeres pioneras en la industria biomédica de Costa Rica, que descubrir su vocación no le resultó nada fácil. Poco antes de entrar a la universidad, debió pensar una y otra vez cuáles eran sus mayores pasiones.
Cuando era niña, escuchó en la televisión un mensaje que aún recuerda claramente: las personas más exitosas en su trabajo eran las que hacían lo que más les gustaba. Por ello, durante sus últimos años de colegio, le pidió a su madre que le recordara qué era lo que ella, de niña, más disfrutaba hacer.
Su madre le contó que tenía una curiosidad insaciable por descomponerlo todo y examinar cada uno de sus componentes. Sus travesuras consistían en arrancar las plantas o robar un par de huevos para abrirlos y analizar su contenido.
Hoy, esta mujer, oriunda de Turrialba, labora en Boston Scientific como parte del equipo de diseño y desarrollo de dispositivos biomédicos que resguardan la calidad de vida de miles de personas. La ingeniera conversó con La Nación sobre ese camino que debió recorrer para abrirse un espacio en una carrera nueva en el país.
Entró a Boston Scientific hace cinco años, pero al área de investigación y desarrollo de dispositivos biomédicos, hace dos. ¿Qué tareas tiene este departamento?
Hace dos años, la empresa decidió abrir el departamento de diseño de dispositivos médicos mínimamente invasivos. La corporación decidió que había costarricenses capacitados que podían hacer este trabajo y yo fui la primera mujer que se contrató. El concurso fue de seis hombres y resulté seleccionada al final de la entrevista.
”La labor se basa en brindar mantenimiento al diseño y los procedimientos de aquellos productos que tiene la compañía actualmente. Damos soporte de los dispositivos que hacemos en dos plantas de Costa Rica, en Heredia y El Coyol. Incluso, trabajamos con diseños realizados fuera del país, que ni siquiera vemos físicamente. Todo se hace de manera virtual”.
¿En qué momento decidió dedicarse a las ciencias biomédicas?
En el cole, me costaban las matemáticas, así que pensaba que una ingeniería no era lo mío. Al salir del colegio, mi madre me dijo que fuéramos a hacer una prueba de aptitud y resulté muy orientada a esa área, aunque a mí lo que me llamaba la atención era la Microbiología o la Medicina. Poco después, descubrí Ingeniería Biomédica, una carrera muy nueva que mezclaba dos cosas que me gustaban: ciencias e ingeniería. Además, lo vi como un reto porque la población femenina era escasa. Me dije: ‘¿por qué no una mujer?’.
¿Cómo fue ser, muchas veces, la única mujer del salón de clase?
Nunca tuve problemas y creo que se debió a que siempre tuve muy claro mi norte: quiero sacar esta carrera sin importar lo que cueste. Además, fui mamá muy joven, de 20 años. Mi hijo ahora tiene 11 años. Ese era un triple desafío: la U , el embarazo y ser la única mujer en una carrera completamente “masculina”, de jalar cosas, de trabajar en un laboratorio de circuitos electrónicos. Sin embargo, siempre conté con el apoyo de mi esposo y mi familia.
¿Cómo recuerda sus primeros trabajos?
Creo que el mercado laboral no estaba preparado en aquel momento para los ingenieros biomédicos. Al principio no fue sencillo porque se necesita experiencia, interactuar y que la gente lo conozca a uno, hacer historia.
”Más de una vez, yo llegaba con la maleta a reparar alguna máquina y me decían: ‘estamos esperando al técnico que viene a arreglar las cosas’.
”En otra empresa, llegué a ser la coordinadora de servicio técnico y el reto fue mayor porque los técnicos, hombres, debían darme reportes. Algunos me doblaban en edad y tenían mucha experiencia, lo que lo hizo más difícil. Ahí cuenta muchísimo la inteligencia emocional. Al final, todo fue un ganar-ganar”.
¿Qué le depara a un país como Costa Rica este campo de la Ingeniería Biomédica?
El país tiene que empezar ya a diseñar dispositivos desde cero para vender al resto del mundo. Aquí hay potencial para hacerlo: ingenieros químicos, industriales, mecánicos. Hay un grupo de carreras que son parte de un buen grupo de trabajo.
”Con respecto a otros países, hay una brecha, pero siento que se va cerrando. Tal vez no con la velocidad que uno quisiera, pero se cierra. El caso de Boston Scientific es uno puntual: hasta hace dos años la corporación confió en nosotros para poner un sitio de diseño en Heredia. Éramos tres personas y ahorita llegamos a 25, de las cuales diez son mujeres. Empezamos hace tres años y lo hicimos bien, porque le abrimos el camino a los que llegaron después”.