En los callejones entrelazados de la medina de la capital libia los obreros trabajan duro para devolver el esplendor de antaño y restaurar sus tesoros arquitectónicos, descuidados durante el mandato del exdictador Muamar Gadafi.
Empujando carretillas, un puñado de obreros transporta arena, cemento y escombros mientras otros cavan y martillean, encorvados o de rodillas. El ruido de los taladros perforadores cesa cuando resuena la llamada a la oración desde la miríada de mezquitas de la medina.
La situación política parece mejorar en Libia con el nombramiento de un gobierno para unificar las instituciones y organizar elecciones nacionales en diciembre, después de una década de conflicto desde la caída de Gadafi en 2011.
Las obras comenzaron a finales de 2020. Su objetivo es "preservar el patrimonio y la historia de la ciudad vieja", una "joya arquitectónica", subraya Mahmud al Naas, director del comité de gestión de la medina que se extiende sobre unas 50 hectáreas.
El "enorme" proyecto, que no se sabe cuándo terminará, conlleva una "gran responsabilidad", asegura el director del Comité, financiado por el gobierno.
"Ya no hay un bloque que entre sin la supervisión del comité", porque, contrariamente a otras obras, en estas no se pueden usar materiales como el cemento o el hormigón y se da preferencia a otros, como el basalto para pavimentar las calles.
Fundada por los fenicios en el siglo VII a. C., la medina de Trípoli ha sufrido influencias de varias civilizaciones (romana, griega, otomana) y cada una le ha dejado huellas arquitectónicas.
Pero a partir de los años 70, bajo Gadafi, la medina perdió el alma cuando se quedó sin sus ilustres familias. El exdictador se empeñó en destruir el estatus social y se fueron a otros lugares.
Y cuando Gadafi decidió arremeter contra el sector privado, confiscando viviendas y comercios e imponiendo la gestión estatal de algunas instituciones, muchas tiendas y talleres artesanales de la medina cerraron y con el tiempo se convirtieron en ruinas.
"Hay muchos oficios perdidos", lamenta Hajj Mokhtar, un viejo comerciante de barba blanca. Como especialista en trajes tradicionales masculinos, lamenta que algunas piezas se importen del extranjero.
Mohamad al Ghariani, un pintor de 76 años que posee una galería de arte en la medina, considera que las obras "resucitan el alma de la ciudad tal como la conocimos de niños".
"La restauración progresa de barrio en barrio, un monumento a la vez como para Dar Crista", un edificio que lleva el nombre de un artista de la ciudad vieja, cuya restauración durará cinco meses.
Testigo de la diversidad cultural de Trípoli, Dar Crista, parte del cual alberga la iglesia greco-ortodoxa de San Jorge, fue construido en 1664 por Osman Pasha, descendiente de la dinastía otomana de los Qaramanli, como prisión para los cristianos cautivos.
A lo largo de los años, solo las zonas del este de la ciudad, donde se encuentra la ciudadela, convertida en museo, y los mercados del oro y de la seda han resistido el desgaste del tiempo. Allí, bajo los callejones cubiertos o los soportales que bordean las tiendas, los clientes hacen sus compras.
También se encuentra el famoso arco romano de Marco Aurelio, cerca de la entrada noreste de la medina, sus palmeras datileras y el minarete de la mezquita Gurgi, el marco perfecto para una foto de recuerdo.
Los rincones abandonados de la ciudad y los vertederos a cielo abierto se han convertido en inmensas obras supervisadas por arquitectos, historiadores, artesanos y artistas.
"La opinión y la experiencia de todos son importantes", estima Al Mahdi Abdalá, un habitante.
Muchos edificios dejados al abandono fueron invadidos por okupas y convertidos en construcciones anárquicas, o en ruinas.
En algunos lugares, las paredes de los edificios antiguos que serán renovados se sostienen gracias a vigas de madera.
Los niños que zigzaguean en una calle reciben una reprimenda. Pero "todos están pendientes de ellos", asegura Al-Mahdi. "Es la ventaja de vivir en esta comunidad que se está reconstruyendo poco a poco".
El paseo marítimo, al norte de la medina, ahora tiene aceras y una carretera asfaltada. Ya no hay estacionamientos anárquicos o baches que convierten la calle en un camino enlodado en los días de lluvia.
En su tienda de material de pesca y buceo, Mohamad Naser está feliz: "La medina está volviendo a nosotros. ¡Ya era hora!"
rb/hme/awa/erl/mar