Sin generalizar, muchos de los padres que acompañan a sus hijos a los partidos de fútbol se creen técnicos, aducen de que jugaron amateur, vieron muchos partidos de fútbol y hasta salieron en un periódico en una foto de antaño.
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Al punto que desde una esquina o la misma tribuna empiezan a dar indicaciones al niño, primero de una manera sutil, pero con el correr de los minutos ya se tornaban hasta militares, que sobrepasaban las que comunicaba el entrenador y su asistente desde el banquillo.
A partir de que fueron transcurriendo los partidos y las jornadas, el niño ya no era el mismo ni mostraba el interés que se le vio desde un principio, incluso le estaba costando tomar la decisión de volver al entrenamiento y si no era por el aliento de su mamá y hermanas, parecía abandonar el deporte del balón a una corta edad.
Cuando su cercanos vieron que el niño sufría cada vez que corría detrás de la pelota, le pidieron al papá que no fuera tan insistente con el pequeño y que lo dejara disfrutar más, que volviera a encontrar esa felicidad de correr tras un balón sin importar si se perdía el juego, daba un mal paso o erraba un gol debajo del marco.
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Todo cambia y así la actitud de su padre varió. En los siguientes juegos, solo le destacaba las cosas buenas que realizaba y si algo no gustaba, se lo comentaba en la casa cuando ya estaba todo más tranquilo y no con la cabeza y las emociones hasta el cielo.
El chico fue otro, su cambio fue notorio. Mejoró en su rendimiento desde el fútbol, la escuela y hasta en el grupo de amigos que compartía en ambos lugares.
Se sentía seguro y resolvía situaciones de chicos de buena manera.
Parece que algo se repite todos los fines de semana y esto no solo se ve en el fútbol, sino también ocurre entre semana cuando los adultos en nuestros trabajos tenemos jefes que queriendo controlar todo, no nos permiten desarrollar nuestro potencial; es más, nos limitan y encasillan en algo que nos oprime hasta ponernos de mal humor. Como empecé este escrito, no se puede generalizar, ya algunos van cambiando, pero el proceso parece ser lento.
Habilidades básicas debe tener este jefe desde su escritorio o los pasillos, humildad ante todo, pues en algún momento alguno de sus empleados le dará un consejo o palabra que le cambiará su manera de ver.
Y a partir de ahí sus indicaciones serán claras, irán directo al éxito y generará un ambiente inspirador.
¿Qué tanto empezará a disfrutar el hijo cada vez que vea a su padre desde la tribuna solo dando aplausos?
¿Se pondrá a la altura el jefe con su empleado?
Si él cambia, todo cambia como el padre con su niño.