
Comprar una computadora en 2025 puede sentirse como entrar a un laberinto. La cantidad de opciones es abrumadora: decenas de marcas junto a una lista de modelos que se renuevan cada pocos meses y compiten por su atención.
Sin embargo, la clave no está en el logotipo de la tapa ni en los accesorios llamativos, sino en lo que ocurre adentro. Son estos componentes internos los que determinan la verdadera experiencia de uso.
La pregunta clave no es qué modelo está de moda, sino cuál se ajusta mejor a su perfil como usuario. ¿Necesita máxima capacidad para ejecutar programas pesados, procesar videos o jugar en alta calidad? ¿O más bien busca un equipo sencillo, con almacenamiento suficiente para fotos, documentos y tareas cotidianas?
Esta guía propone ordenar ese caos y ofrecerle criterios prácticos. Aquí encontrará las claves para decidir qué computadora comprar y evitar errores que, en muchos casos, se pagan caro con el tiempo.
Procesador: el cerebro de la computadora
Si la computadora fuera un cuerpo humano, el procesador sería su cerebro. Es la pieza que recibe instrucciones, las traduce y las ejecuta en cuestión de segundos. Cada acción que usted hace pasa por este pequeño chip que coordina memoria, programas y periféricos.
Lo que hace poderoso a un procesador no es solo su velocidad, sino también la cantidad de núcleos que tiene. Cada núcleo funciona como una especie de “mini-cerebro” capaz de trabajar de manera independiente. Entre más núcleos, más tareas puede manejar al mismo tiempo sin que la máquina se sienta lenta.
En 2025, las dos marcas dominantes siguen siendo Intel y AMD. Ambas ofrecen gamas con nombres parecidos, organizadas en escalas que responden a las necesidades del usuario. Los modelos más básicos (Intel Core i3 o AMD Ryzen 3) son suficientes para navegar en Internet, trabajar con documentos o ver películas.
Si lo que busca es un balance entre precio y rendimiento, la gama media (Intel Core i5 o AMD Ryzen 5) le permite trabajar con fluidez en múltiples programas y hacer tareas cotidianas sin trabas.
Cuando la exigencia sube, aparecen los procesadores de gama alta como Intel Core i7 o AMD Ryzen 7. Estos están pensados para gaming en buena calidad y para proyectos de edición o diseño que no requieren el máximo poder profesional. Y, en la cúspide, están los Intel Core i9 y AMD Ryzen 9: chips con la mayor cantidad de núcleos y potencia, diseñados para entusiastas, creadores de contenido avanzado o quienes no quieren comprometer nada en rendimiento.
Memoria RAM: velocidad y multitarea
Si el procesador es el cerebro, la memoria RAM es una mesa de trabajo. Imagine que tiene un escritorio frente a usted: entre más grande sea la superficie, más papeles puede desplegar al mismo tiempo sin que el desorden le impida avanzar. Así funciona la RAM: guarda de manera temporal los datos que el sistema está usando en ese preciso momento. Cuanto más espacio haya disponible, más fácil resulta abrir varias aplicaciones o pestañas sin que la computadora se ralentice.
En 2025, el mínimo recomendable para cualquier usuario es 8 GB. Con esa capacidad, se puede navegar en Internet, manejar correos electrónicos, usar programas de oficina y ver películas en línea. Sin embargo, la experiencia empieza a sentirse limitada si se abren demasiadas pestañas o se intenta editar un video.
Por eso, 16 GB se ha convertido en el punto ideal. Con esta cantidad, la computadora tiene margen suficiente para multitarea real: decenas de pestañas abiertas, videollamadas al mismo tiempo que se trabaja en documentos y, en el caso de los jugadores ocasionales, títulos modernos con buen desempeño.
Cuando la exigencia es profesional, la historia cambia. Quien edita videos en 4K, diseña modelos en 3D o desarrolla software con múltiples entornos abiertos al mismo tiempo necesita 32 GB o más. La elección, al final, depende de ser honesto con el propio perfil: ¿solo necesita un espacio de trabajo básico para tareas cotidianas, o requiere un escritorio inmenso para proyectos que exigen el máximo rendimiento?
Almacenamiento: SSD vs. HDD
En toda computadora, además del procesador y la memoria RAM, hay otro componente clave: el almacenamiento. Allí se guardan programas, documentos, fotos y videos. Existen dos tecnologías principales: SSD (solid-state drive) y HDD (hard disk drive).
El disco duro tradicional, el HDD, funciona con platos metálicos que giran a gran velocidad mientras un cabezal lee y escribe los datos. Es confiable para guardar grandes volúmenes de información a bajo costo, pero su mecanismo físico hace que sea más lento. Arrancar el sistema operativo o abrir un programa pesado en un HDD puede tardar minutos.
El SSD, en cambio, no tiene partes móviles. Con un SSD, la computadora inicia en segundos, los programas cargan casi de inmediato y la transferencia de archivos es fluida. La desventaja es que, aunque su precio ha bajado con los años, sigue siendo más caro por gigabyte en comparación con un HDD y, en general, ofrece menor capacidad de almacenamiento.
Elegir entre SSD y HDD no es un dilema de blanco o negro. Lo ideal es pensar en sus hábitos: si lo que más valora es rapidez al trabajar y abrir programas, el SSD es imprescindible. Si lo suyo es acumular archivos pesados, un HDD sigue siendo el mejor aliado.
Tarjeta gráfica: ¿realmente la necesita?
No todas las computadoras incluyen una tarjeta gráfica dedicada, y no todas la requieren. Para entenderlo mejor, conviene distinguir entre dos tipos de gráficos: los integrados y los dedicados.
Los gráficos integrados vienen incorporados en el procesador y utilizan la memoria general del sistema. Son suficientes para lo básico: navegar en Internet, trabajar con documentos, hacer videollamadas o ver series en buena calidad. Permiten que la mayoría de las laptops modernas funcionen sin necesidad de añadir componentes adicionales.
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Las tarjetas gráficas dedicadas, en cambio, son piezas de hardware independientes, con su propio procesador y memoria (VRAM). Eso les permite procesar imágenes, animaciones y entornos 3D con mucha más fluidez. Son indispensables para ciertos escenarios: diseñadores que trabajan con programas de edición, creadores de video que producen en alta resolución o gamers que quieren jugar a títulos modernos con gráficos exigentes.
Para el resto de usuarios, sin embargo, invertir en una GPU dedicada no tiene sentido. Si sus actividades se limitan a abrir hojas de cálculo, responder correos, consumir contenido en streaming o realizar videoconferencias, los gráficos integrados cumplen más que de sobra.
Checklist final antes de comprar
Después de recorrer procesadores, memoria, almacenamiento y gráficos, queda claro que no existe una computadora perfecta que sirva para todos. Lo que sí existe es el equipo que mejor se ajusta a la manera en que cada persona vive, trabaja o se entretiene.
Al final, la clave está en conocerse: pensar en los programas que se usan más, en la necesidad real de mover el equipo o en el espacio que ocupan los archivos. Con esas respuestas, la compra se convierte en una decisión informada. Antes de pagar, compare y pregúntese qué necesita de verdad.
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