Era octubre del 2018 cuando Alexa Picado Araya se subió a aquel avión que le es imposible olvidar. Atrás quedaba Costa Rica, su país, el de las cálidas playas adoradas, las verdes montañas y la estupenda comida.
Picado tenía muchos planes en nuestro país. Oriunda de Alajuelita, fue avanzando poco a poco en su trabajo, por lo que en el horizonte ya veía acercarse la opción de comprar casa y un auto, pero el destino le dio vuelta a sus planes.
Migró a Irlanda para aprender inglés, pues estaba convencida de que la mejor manera de hacerlo es estar inmersa en el idioma. Así se lo hicieron saber sus profesores en Costa Rica.
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De hecho, en aquel momento sus docentes eran irlandeses, lo que le facilitó tomar la decisión de mudarse a un fantástico país europeo, de puertas abiertas para los ticos.
El inicio no fue fácil; para empezar, no es sencillo resistir al intenso frío de Irlanda, otras costumbres y comida distinta, basada mucho en papas.
“Desde el momento en que me subí a ese avión, todo cambió. Fue como irse a ese viaje donde sé que iré a algún lugar a buscar cumplir una meta, pero no sé cómo será”, pronuncia Picado.

En su mente está completamente intacto el recuerdo de ese viaje. Por eso, no tiene dificultad para lanzar una anécdota.
Recuerda que una señora alemana iba a su lado, y no pudieron comunicarse durante el viaje, por el idioma. En vez de angustiarla, eso fue leña para avivar el fuego de su interés por aprender inglés.
“He cambiado la manera de ver la vida; en Costa Rica vivía sola, era soltera, tenía un trabajo muy bueno, estudiaba inglés y tenía planes de comprar casa y carro. Todo lo puse en pausa para ir a Irlanda”.
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“Ahora, en Irlanda, me casé, tengo un hijo de dos años (Nicolás), hablo inglés y estoy aprendiendo rumano con mi hijo, pues mi esposo solo su idioma le habla y yo aprendo también”, relata Picado, quien tiene 39 años.
“De tener un trabajo estable, con buen salario, cambié a llegar acá e iniciar completamente de abajo y subir escalón por escalón hasta lograr tener un trabajo similar al de Costa Rica”, reflexiona.
El último año en nuestro país llegó a ser tesorera; empezó en cuentas por pagar. En Irlanda, su primer empleo fue en limpieza, luego cuidó bebés, fue barista y ahora está en cuentas por pagar en una farmacéutica.

A Alexa nunca le había gustado vestir medias y abrigos; de todas maneras en Costa Rica no los necesitaba, pues el clima nos hace usar ropa más ligera. Sin embargo, en Irlanda son parte de su atuendo, en los meses más fríos.
“La alimentación, inicialmente fue difícil, porque veía los platos de comida basados en casi un 80% en ensalada y papa, y es muy diferente venir de un país donde el arroz y los frijoles son el pan de cada día. Cuando salíamos a comer entre amigos me costaba mucho decidir qué elegir, pero ahora como de todo”.
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Antes de mudarse a Irlanda, Alexa Picado vivió un corto periodo en Chile, por trabajo. Era hasta ese momento su única experiencia fuera de nuestro país.
Escogió Irlanda como la gran oportunidad de mejorar su inglés, aunque también valoró otros países. Su plan inicial era permanecer solo ocho meses.

El tiempo pasó y una idea empezó a revolotear en Picado. Cuando llegó a Irlanda conoció a una familia de ticos y a otra tica en el hostal donde se quedaba.
“En las reuniones que hacíamos cocinaba una que otra vez. Ellas me comentaron que si un día me animaba a ofrecer empanadas, de fijo me comprarían. Era enero del 2024 cuando me decidí y lo anuncié en un grupo que hay de ticos en Irlanda”, recuerda Picado.
Así comenzó a quitar los antojos de los costarricenses que viven en ese país. Lo curioso, es que en Costa Rica no cocinaba mucho.
Entre los productos que vende están las empanadas de queso, queso y frijol, papa, pinto y carne mechada.
También prepara gallo pinto con huevos, plátanos y salchichas. Además de pan de banano, queque seco, arroz con leche, enchiladas y costillas.

En Irlanda puede conseguir muchos ingredientes y otros los trae desde Costa Rica, cuando visita el país o aprovecha que algún tico viaja a Irlanda.
Asegura que las empanadas y el gallo pinto son los productos que más vende. Las entregas las hace en el Spire, en pleno centro de Dublín, la capital irlandesa. Ese es un sitio muy concurrido.
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Por lo general hace entregas los sábados, pues de lunes a viernes tiene su trabajo en la oficina. Algunos ticos le hacen encargos para ocasiones o actividades especiales.
“Ticos que me compran me han contado que sus parejas son de diversos países y quieren compartirles nuestros platos y por eso me ordenan comida. Algunas nacionalidades que me acuerdo son irlandeses, ucranianos, polacos, mexicanos, brasileños, guatemaltecos y panameños”, dijo.

Cada bocado revive la nostalgia de estar fuera de Costa Rica; algunos hasta le aseguran que quieren llorar de felicidad con su comida.
“Lo más bonito y que me llena el alma, es cuando entrego el pedido, porque por lo general conversamos y siempre hay una historia nueva que escuchar, una persona que necesita ayuda. La mayoría que han comprado son recién llegados a Irlanda y andan buscando algo que los acerque a nuestra tierra”, reflexiona.
Maricel Guevara es una de sus clientes ticas. “Es un refugio emocional para quienes extrañamos el sabor y el calor de nuestro país, para mí eso es Alexa. Cada platillo que prepara está cargado de tradición, sabor y cariño. Desde un gallo pinto hasta unas empanadas que saben a infancia, la comida de Alexa no solo alimenta el cuerpo, sino que reconforta el alma. Para cualquier costarricense que se aventura en Europa —especialmente en Irlanda—, encontrarse con ella es como toparse con una amiga, una mamá o una vecina que te recibe con los brazos abiertos y la olla llena”.
José Ignacio Méndez, vecino de San Ramón y de 25 años, tiene cuatro meses en Dublín y también es cliente de Alexa.
“Hace unos días le encargué comida y nos gustó bastante, entonces volvimos a encargar, porque vivo con un guatemalteco y le gustó mucho también”, dijo Méndez.
Cynthia Solano vivió en Dublín dos años. “Conocí a Alexa cuando más extrañaba la comida de Costa Rica. El gallo pinto tiene ese sabor casero y los frijolitos bien sazonados. Las empanadas están muy ricas, con la masa bien crujiente y el relleno delicioso”.
No se ve toda la vida en Irlanda, aunque espera permanecer por un periodo amplio. Le encanta la seguridad y tranquilidad del país, pero le hacen falta las bellezas de Costa Rica.
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“A los ticos que piensan venir les digo que traigan abrigos, comida tica que los anime o los mantenga; prepárense anímicamente y sepan que hay que ser muy positivos”.
Para ella, lo más difícil de vivir en Irlanda es no tener a la familia ni amigos cerca. Extraña las carnes asadas y caminar descalza afuera.
También le hacen falta nuestras cálidas playas, las montañas y no tener que usar siempre medias y abrigos por el clima.
