Adoro Alemania, no saben cuánto me gusta ese país. Sin embargo, ahí viví una experiencia que me marcó para siempre: me extravié en el aeropuerto de Fráncfort y no tenía idea de cómo salir de ese laberinto.
Lo confieso, entré en pánico. Mi mente estaba paralizada, viajaba solo y miraba a todos lados sin saber qué hacer.
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Era octubre del 2006, mi primer viaje a Europa. Apenas tres meses antes me había subido por primera vez a un avión. Tenía 27 años y era un viajero inexperto.
Mi itinerario empezó en Alajuela, con destino a Caracas, Venezuela. Desde ahí volaría a Fráncfort. Al aterrizar en Alemania, bajamos del avión por una escalera y un autobús nos llevó hasta la terminal. En cuanto entré, perdí de vista a los demás pasajeros. No tenía idea de hacia dónde moverme.
El aeropuerto de Fráncfort es enorme, el más grande de Alemania y uno de los más importantes de Europa.
Estaba desesperado. No sabía dónde recoger mi maleta, dónde hacer migración ni hacia dónde caminar. Todo me parecía igual.
Después de un rato de angustia, encontré migración. Sellaron mi pasaporte, pero de nuevo no supe qué hacer.
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El idioma era una gran barrera en ese entonces. Para empeorar la situación, estaba en una escala y debía tomar otro avión rumbo a Múnich.
Realmente no le deseo a nadie un momento así.
Cuando estaba a punto de colapsar, tuve un instante de lucidez: ¡ya sé qué hacer!
Me acerqué a un trabajador de Iberia. No viajaba con esa aerolínea, pero estaba seguro de que hablaba español.
Efectivamente, me explicó que mi maleta llegaría directamente a Múnich, pero que debía ir al mostrador de la aerolínea con la que viajaba porque había perdido la conexión. No fue por extraviarme en el aeropuerto, sino porque el vuelo desde Caracas había llegado tarde.
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Ahora, cada vez que paso por Fráncfort, me acuerdo de aquella anécdota. Por eso, siempre que puedo, publico videos y notas sobre cómo hacer escalas en diferentes aeropuertos, para que otros viajeros no pasen por lo que yo viví.
