Siempre anhelé visitar Irán, país que ahora está envuelto en una crisis con Estados Unidos, tras el asesinato del máximo general, Qasem Soleimani.
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Me llené de emoción cuando logré incluir dicha nación como parte de un viaje que incluyó Turquía, un buen lugar para tomar un vuelo rumbo a Teherán.
Fue en la madrugada del lunes 20 de mayo cuando llegamos al Aeropuerto Internacional Imán Jomeini, pues viajé en compañía de mi esposa Nancy Díaz. En este video les mostramos Teherán.
La terminal aérea es impresionante, por su belleza. Tiene una particularidad, está ubicada a unos 30 kilómetros al sur de la capital, Teherán, en un amplio lugar, como todo en la nación persa.
Después de dos horas y 15 minutos para que me dieran el visado, pues como soy periodista era más complicado, logramos entrar al fascinante mundo iraní.
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Para desplazarnos a la ciudad, tomamos el metro. La frecuencia no es muy buena, pero es una excelente forma para irnos mezclando con la población, aunque esa nación es tan, pero tan barata, que un taxi le cobra unos $7 por hacer ese recorrido.
¿Qué vimos en el metro? Las mujeres utilizan el hijab para cubrirse la cabeza; de hecho, Nancy se lo colocó apenas el avión aterrizó. Pueden utilizar pantalones y blusas holgadas; en nuestro caso, las compramos en Estambul.
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Apenas se iniciaba el viaje en metro y notamos que las muchachas jóvenes se colocaban el hijab a partir de la coronilla de la cabeza. En Teherán, esto fue aún más evidente.
Aunque hay vagones exclusivos de mujeres, como en muchos países de occidente, no hay problema que hombres y damas vayan sentados juntos en el resto del metro.
Una vez en la capital, el tránsito es un poco caótico. Rápidamente nos acostumbramos a cruzar las amplias avenidas y los conductores frenan. Así lo hacen los iraníes.
Luego de pasar algunas dificultades para cambiar dinero, pues era Ramadán y el horario de las casas de cambio era de 11 a. m. a 3 p. m., empezamos a disfrutar de la capital del país persa.
Nos movilizamos en metro, pues este viaje, como casi todos los que hacemos, son por nuestra cuenta, es decir, sin necesidad de una agencia, lo que nos permite compartir con la población, perdernos y visitar los lugares que deseamos.
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La población es extremadamente amable. Sí, el idioma es una barrera, aunque hay rotulación en inglés, incluso en el metro.
De vez en cuando nos topábamos con alguien que habla inglés y nos preguntaba de dónde somos. Mostraban alegría al vernos y varios nos dijeron que no son personas como las que muchas veces etiquetan en América.
En metro fuimos al Gran Bazar, ese amplio mercado donde se pueden conseguir una gran cantidad de productos a precios bajísimos. Aprovechamos y compramos azafrán, por ejemplo. Les comparto este video para que conozcan de nuestra experiencia en ese sitio.
Lógicamente por los embargos comerciales, en Irán todo debíamos pagarlo en efectivo, pues no son aceptadas nuestras tarjetas de crédito o débito.
Como era Ramadán, momento en que los musulmanes practican el ayuno diario desde el alba hasta que se ponga el sol, durante el día prácticamente no había restaurantes abiertos. Algunos vendían pizzas o comida para llevar, pero Nancy y yo optamos por respetar y no comer, ni siquiera tomar agua.
En la ciudad sagrada de Qom, una voluntaria muy amable de perfecto inglés nos obsequió una botella de agua luego de darnos un tour gratuito por la mezquita, la segunda más importante para los iraníes; le dijimos que preferíamos no tomar por respeto, aunque nos hizo ver que al ser extranjeros y no musulmanes, no teníamos restricción.
En fin, preferimos respetar.
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Por las noches, la ciudad se avivaba, la gente salía a cenar, en familia. Un día decidimos caminar y caminar y encontramos un restaurante cuyos platillos son espectaculares... y gigantescos.
Nos costó ordenar, porque aunque tenían un viejo menú en inglés, algunas opciones eran completamente desconocidas para nosotros.
La cena fue sensacional y los propietarios del lugar muy atentos. Les dejo este video para que lo comprueben.
Antes del viaje, amigos y hasta familiares manifestaban temor cuando se enteraban de mi destino. Las advertencias eran enormes; en ningún lugar me he sentido más seguro que en las calles de Teherán.
Eran las 11 p. m. y caminábamos con absoluta tranquilidad. Es cierto, notaba que algunas personas nos miraban con curiosidad.
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Últimamente no utilizo Internet móvil en los países que visito, así que no fue tanto problema carecer de ese recurso en Irán. En la calle, me ubico con maps.me, cuyos mapas descargo en Costa Rica y funcionan sin conexión.
Además, en Irán están bloqueados algunas redes sociales, como Facebook. En el hotel, me comunicaba con mi familia por WhatsApp. Los iraníes adoran Instagram y esa sí se puede utilizar.
Irán es una nación que experimenta un incremento en el turismo. Una curiosidad, es que en migración iraní no sellan los pasaportes, para que no quede constancia de la visita a ese país.
Al momento de salir del país, los controles de seguridad están divididos por mujeres y hombres; en el caso de las damas, es un lugar cerrado para que puedan quitarse el hijab.