La costarricense Milena Chen-Apuy Murillo, de Puntarenas, abrió su corazón a un árabe y dio un paso que para muchos excedía el límite del riesgo.
Ellos se casaron hace 11 años, pero para hacerlo, Fawaz A. Alotaiby debió convencer a su gobierno para que le otorgaran el permiso, que solo se da en algunos casos. Luego del matrimonio, se instalaron en Riad, la capital saudí.
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Más de una década después, ¿qué ha pasado con esta costarricense y cómo es su vida en Arabia Saudita?
Esta poderosa y gigante nación árabe, de 2,15 millones de kilómetros cuadrados, donde Costa Rica cabe 42 veces, se transformó totalmente desde ese momento, cuando existían muchas barreras para que una persona no árabe pudiera contraer nupcias.
“El país en el que vivo hoy es completamente distinto al que conocí al llegar. Y mientras el país cambiaba, yo también crecí: como mujer, como profesional, como mamá y como persona”, asegura Milena.

Aquellos dos jóvenes que se conocieron en Estados Unidos tienen hoy más madurez y no viven solos. Siempre están acompañados por Lara y Dalia, sus hijas de siete y cuatro años, respectivamente.
Sus nombres tienen una interesante explicación, me cuenta Milena. Ambos son fáciles de pronunciar en árabe, inglés y español. Los escogieron así porque siempre están envueltos en esos tres lenguajes.
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Milena tiene 38 años, mientras que su esposo apenas es cuatro meses mayor; en este momento tiene 39. Pese a que han pasado 11 calendarios desde el matrimonio, se conocieron desde que tenían 21.

Aunque Arabia Saudita ha cambiado y tiene más apertura, vivir ahí no ha sido sencillo para Milena, por afrontar algunos acontecimientos que pone la vida, con esa gran distancia a Costa Rica.
“He pasado por momentos muy duros que me hicieron crecer y madurar. Uno de los más difíciles fue cuando mi mamá falleció de cáncer, justo cuando mi hija mayor tenía apenas 10 días de nacida. Estábamos en Arabia, y como Lara no tenía pasaporte todavía, no podía viajar. Fue un dolor profundo ser mamá primeriza y perder a mi mamá al mismo tiempo”.
“Intenté hacer todo lo posible para llegar a tiempo y estar con ella. La foto del pasaporte de Lara se la tomamos cuando tenía apenas 7 días de nacida, pero no llegué a tiempo. Mi mamá supo que nació bien y, como si hubiera estado esperando esa noticia, descansó en paz. Pude viajar a Costa Rica cuando Lara tenía cinco semanas de vida”.
“Lo viví de nuevo años después, cuando falleció mi papá en plena pandemia, en 2020, estando yo con nueve meses de embarazo. Recuerdo perfectamente el momento: mi esposo estaba estacionando el carro en el hospital para una cita de control y me llamó mi hermana para decirme que mi papá acababa de morir. En ese momento tenía que decidir: regresar a casa a llorar o entrar a la cita. Elegí la vida. Respiré profundo, entré, y entre lágrimas le conté al doctor lo que acababa de pasar. Semanas después nació Dalia, quien es igualita a mí y a mi papá”, narró.

Como quien adopta a una hija, la familia de Fawaz acuerpó a esta puntarenense para hacer más llevadera su vida en un país muy distinto.
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Sus hermosas hijas tienen muy claro el origen de Milena. Un cuadro gigante en la sala de su casa también se los recuerda, con la frase resaltada que dice “Café de Costa Rica”, al lado de una mujer que luce un traje típico mientras recolecta ese producto.
La obra la pintó una amiga venezolana.
Además, Lara, la mayor, escoge temas de Costa Rica para hacer sus tareas y exposiciones escolares. Por eso, sus compañeros de clase saben sobre los osos perezosos y el bosque lluvioso tico.
A la vez, en la casa de Milena suelen reunirse otros ticos que viven en Arabia Saudita para festejar el Día de la Independencia, el 15 de setiembre, o simplemente para compartir entre compatriotas.

Le recuerdo a Milena que el 1 de febrero de 2018 publicamos en La Nación su historia, y que hubo gente que en sus comentarios le advertían que podía estar dando un paso en falso.
“Desde que salió la historia conocí a otras ticas que también han formado familias con saudíes, como Sonia, que ya tenía muchos más años de casada que yo, y Yohaidy, que se casó hace un par de años. Algunas me escribieron para preguntarme sobre el proceso legal y cultural. Otras, de forma divertida, querían saber cómo conseguir un esposo árabe.
“A todas les digo lo mismo: si están pensando en casarse con alguien de una cultura tan distinta, hay que informarse bien, conversar de temas profundos antes de dar el paso, y mucho más antes de tener hijos. Esta es una experiencia hermosa, pero requiere mente abierta, mucha comunicación y respeto mutuo”, resaltó.
Volviendo a su vida en Riad, Milena dice que Andrea y José, un matrimonio tico que se instaló en Arabia Saudita desde hace cinco años, se encargan de chinearla con algunos antojos, pues suelen tener gallo pinto, picadillos y hasta ceviche.
Esta costarricense no tiene reparo en decir que José cocina espectacular.
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Desde que llegó a Arabia Saudita, hace 11 años, Milena consiguió un trabajo como maestra de preescolar. El tiempo ha hecho que siga en la misma escuela, pero ahora en el área administrativa.
Incluso, se encarga de reforzar la parte socioemocional, para lo que se ha capacitado en Estados Unidos con el programa Conscious Discipline, que consiste en enseñar a los niños a regular y manejar emociones para así tomar decisiones adecuadas.

Arabia Saudita es muy diferente ahora, explica Milena, debido al proceso de apertura que impulsa.
Por eso, hay más vida social, muchas opciones culturales y los eventos son parte del día a día, con espacios públicos y entretenimiento que incluye ferias y conciertos.
Hay detalles que sin saberlo marcan nuestra vida, como por ejemplo épocas especiales que nunca dejamos de recordar.
“Lo más difícil, sin duda, han sido las diferencias culturales cuando se trata de inculcar tradiciones a nuestras hijas. Aunque somos una familia musulmana, para mí hay celebraciones como la Navidad que tienen un valor emocional muy profundo, no tanto desde lo religioso, sino por el significado que tiene en mi vida, pues es parte de los recuerdos más lindos de mi infancia, de mi identidad como costarricense”.
Milena admite que no fue sencillo explicarle ese detalle a Fawaz, su esposo, pero que alcanzaron un acuerdo.
“Celebramos la Navidad en casa con nuestras hijas, pero enfocándonos más en los valores y en el ambiente festivo, no en lo religioso. Mis hijas saben quién es Jesús, porque en el Islam también se reconoce como profeta, y les contamos que es Santa quien trae los regalos”.
“Y así como celebramos Navidad, también vivimos con mucho entusiasmo el Ramadán; decoramos la casa y hacemos actividades especiales. Hemos encontrado una forma muy bonita de honrar ambas culturas y enseñarles a nuestras hijas a vivir con respeto y amor por sus raíces mixta”, comentó.
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Me da curiosidad saber cómo maneja esta familia el tema del idioma.
Milena reconoce que con el árabe no le va tan bien como quisiera, pues aún no logra hablar fluido, aunque entiende bastante. Sus hijas reciben clases diarias en la escuela y un par de veces a la semana una profesora va a su domicilio para reforzarles más el idioma.

Entre tanto, ellos en la casa hablan inglés, aunque Milena hace lo posible para que Lara y Dalia también comprendan nuestro idioma.
“Lo entienden en parte, pero no lo hablan con fluidez. Les doy instrucciones en español y saben contar y cantar algunas canciones. Como yo trabajo todo el día, ha sido difícil reforzarlo, pero me esfuerzo para que lo escuchen”, detalló.
Esta costarricense asegura que en su horizonte visualiza seguir viviendo en Arabia Saudita, con sus hijas y su esposo árabe que la conquistó con su sonrisa desde que se conocieron.


Esta es la historia número 84 sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.