Recientemente, disfrutamos de un hito de la democracia costarricense, como fue la elección y regidores para nuestros gobiernos locales.
La baja participación en la mayoría de los cantones, esto no nos exime, como ciudadanos que vivimos en barrios que pertenecen a una demarcación política que llamamos cantón, de la responsabilidad de participar de forma activa y entusiasta en la solución de los problemas de nuestras comunidades más cercanas.
Con preocupación uno ve la basura acumulada en los alrededores de los Hatillo o ríos llenos de desechos en Goicoechea.
No es concebible que, a la altura de este siglo, después de autodenominarnos como un país sin ejército armado, pero sí con un “ejército de maestros”, sigamos viendo la cultura del “cochino” prevalecer en nuestras comunidades, fundamentalmente urbanas.
Las municipalidades están llamadas, en este nuevo periodo que inicia, a levantar una campaña ciudadana por la limpieza de nuestros distritos, haciendo prevalecer la ley pero, sobre todo, llamando a las coinciencias para que todos depositemos nuestros desechos donde corresponde.
Nos han informado que uno de los sectores que ha aumentado su emisión de gases de efecto invernadero es, precisamente, el de residuos sólidos. Esta es una área en la que la contribución de cada uno de nosotros sí puede hacer la diferencia.
Por eso, llamo a todos a que efectivamente seamos partidarios del consumo insostenible y, por lo tanto, reciclemos, depositemos los residuos donde corresponde, y nunca en la calle ni en los ríos.
Otro de los aspectos en los que cada uno de nosotros puede hacer diferencia es el transporte. Igualmente, la última comunicación sobre el inventario de Gases de Efecto Invernadero (GEI) nos dice que las emisiones de ese sector también van en aumento, sobre todo, por la flotilla vehicular privada.
Al no tener un buen sistema de transporte público es obvio que cada uno de nosotros busque la forma de movilizarse. Lamentablemente, se ha seleccionado uno que no solo contribuye a generar más emisiones de GEI, sino que también deteriora la salud pública en general. Me refiero, en primer lugar, al crecimiento exponencial en la tenencia de motocicletas de baja cilindrada y, en segundo lugar, a los vehículos de combustión.
En cuanto a las motocicletas, estas no solo aumentan el ruido en nuestras ciudades, contaminan el aire y aumentan los GEI, sino que también nos pasan una factura enorme por su siniestralidad.
Ya es hora de que en las ciudades importantes, el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) se atreva a exigir el uso de motocicletas eléctricas, como lo hacen ya muchas ciudades del mundo. Con esto se reduce a bajísimas tasas los tres puntos ambientales que señalé algunas líneas arriba, pero también baja sustancialmente la factura por accidentes que todos los costarricenses estamos pagando.
Lamentablemente, el Plan Nacional de Descarbonización prevé hasta el año 2025 la adopción de estándares para que esto ocurra, pero estoy convencido de que como sociedad ya estamos preparados para adoptar esta medida. Con respecto a los vehículos de combustión, el Plan Nacional de Descarbonización establece que para el año 2035 solo un 25% de la flota vehicular será eléctrica. ¿Y mientras tanto qué?
Se olvidaron de lo establecido en la Política Nacional de Energía 2015-30 en la cual se establece un plan para que los vehículos de combustión tuvieran que cumplir con normas de emisión (el Programa de Vehículos Eficientes-PAVE) que se inició en el 2015 con el apoyo de la Asociación de Importadores de Vehículos y Maquinaria (Aivema) y del Banco de Costa Rica (BCR), y del canon por emisión que se empezó a trabajar en el 2017 entre el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) y el MOPT.
Pero aún hay tiempo para retomar estos paradigmas y, sobre todo, depende de nuevo de cada uno de nosotros si realmente queremos caminar hacia esa dirección. Los invito a que lo hagamos.