Madrid, España. Luego de una semana de estar participando en la vigésima quinta Conferencia de las Partes (COP25) de la Convención de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático (UNCCC) en Madrid, en mi calidad de Enviado Especial de la Convención de las Naciones Unidas contra la Desertificación y Sequía, tuve la oportunidad, entre otras cosas, de observar la dinámica de las negociaciones, de presenciar las intervenciones y de ver las caras largas a veces de los negociadores, a veces de los ministros y ministras y a veces de algunas otras personalidades que asisten al evento.
En lo personal, coseché un sentimiento encontrado sobre el resultado que se estaba teniendo y, en especial, sobre el resultado final que se espera para el viernes 13 de diciembre. Al inicio se esperaba que esta COP fuera una verdadera antesala para la COP 26, en Escocia, y que por lo tanto fuera un éxito. Lamentablemente, esto no pareciera que vaya a suceder.
Según lo informaba la presidenta de la UNFCCC, Patricia Espinosa, más de 25.000 personas nos encontrábamos reunidos en Madrid y de estos solo menos del 10% eran realmente los negociadores nacionales. En otras palabras, la COP25 en Madrid se convirtió en una “feria” climática donde los países y organizaciones vinieron a exponer aquello que causara “admiración”.
Sí me sorprendió ver una representación de jóvenes y de poblaciones originarias muy amplia, primera vez que veía esto en una COP, que aprovecharon el momento para manifestarse y hacerse oír, lo cual lo aplaudí ya que cantaban “menos discursos y más acción”.
Con respecto al resultado obtenido, aunque no se sabrá a ciencia cierta hasta que terminen las deliberaciones al final del viernes 13, podría adelantar que no se logró cumplir el objetivo inicial de haber aprobado resoluciones que facilitaran la próxima conferencia de las partes en Escocia, sobre todo en lo referente a la implementación del Acuerdo de París.
Al no llegarse a tomar decisiones, la tarea se trasladará a la próxima reunión en Escocia. Así entonces, temas importantes como las decisiones con respecto al artículo 6 del Acuerdo de París, acuerdos sobre pérdidas y daños o bien sobre transparencia, entre otros temas claves, deberían de haberse concluido en Madrid para que el tiempo en Escocia se hubiera dedicado a la rendición de cuentas y a la presentación de los nuevos compromisos nacionales que deben de garantizarnos el compromiso de los países de cumplir con el Acuerdo de París.
Acciones individuales
Fue evidente la necesidad de urgencia sentida por todas las delegaciones; la ciencia contribuyó, efectivamente, a incrementar ese sentimiento de urgencia gracias a los informes científicos presentados y que demostraron, según diversos escenarios, que si seguimos al ritmo que vamos no vamos a lograr el objetivo de París que es que el aumento promedio de la temperatura del planeta en el 2050 sea menor a los dos grados centígrados, mejor aún cercano a 1.5 grados centígrados, en comparación con la época pre industrial.
Esta situación significa que si seguimos como vamos, con los compromisos nacionales ya ofrecidos por los países, la diferencia promedio de temperatura del planeta va a llegar a cifras de 3 a 5 grados centígrados, lo que significa una aceleración en el deshielo de las capas polares implicando el aumento del nivel del mar y así la desaparición de muchas poblaciones costeras y algunas islas, como también, cambios en la agricultura o en las actividades de turismo o en fin a todas las actividades humanas sobre la tierra.
Igualmente, tendríamos eventos meteorológicos extremos más a menudo y con mayor intensidad, así como un cambio en los patrones de los vientos, entre otras causas.
Algunos de los científicos que han estado estudiando las consecuencias de un cambio en la temperatura promedio del planeta más allá de los 2 grados centígrados plantean la necesidad de tener bajo vigilancia los puntos de inflexión, es decir, aquellos puntos donde ya no hay capacidad de volver atrás con respecto a la dinámica climática.
Nos llaman la atención sobre cómo la deforestación en el Amazonas, la deforestación en algunas otras partes boscosas del mundo como en el Congo, o las emisiones de gases de efecto invernadero que aún se dan en países como India, China y Estados Unidos, significarían cambios importantes en la temperatura provocando calentamientos nunca antes vistos y por lo tanto movimientos de vientos inusuales provocando calentamientos oceánicos también nunca vistos.
De esto se derivaría mayores inundaciones, eventos extremos más intensos y frecuentes y de allí la necesidad de que tomemos conciencia de la importancia de que la agenda climática global está quedando aún abierta.
Sin embargo, en vista de la falta de ambición y de urgencia mostrada en Madrid, nos corresponde a nosotros, en forma individual, hacer una gran diferencia modificando nuestros propios hábitos de consumo para contribuir, de forma asertiva y efectiva, a combatir este cambio del clima que podría ser nefasto para los seres humanos en el futuro.