Wálter Centeno llevó un camino difícil para ser entrenador de Saprissa. Al menos, otros técnicos la han tenido más fácil. “Esperé siete años este momento”, dijo en su presentación.

Ya ahora en el banquillo morado se enteró de tres cosas claras, al menos así parece desde afuera. La primera: Saprissa no es Grecia. La segunda: Debe madurar más como DT de equipo grande y hacer cambios estructurales en su idea. La tercera: Rubilio Castillo debe ser titular.
A Paté le rescato que tiene una idea clara: uno sabe a lo que él juega. Pregona la posesión de la pelota y la tiene. Gane o pierda, uno reconoce que tiene un estilo propio y que este sea definido.
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Ahora, el entrenador debe hacer un mea culpa, tener autocrítica y madurez para escuchar. Debe realizar ajustes a su sistema porque es claro que no le alcanza. Dos puntos de 12 posibles, con el liderato cuesta arriba y ahora hasta en jaque la clasificación. Máxime que el panorama tiene a Herediano y Alajuelense como próximos rivales.
Nadie le dice a Centeno que cambie el principio central de su idea, pero ojo: la salida es lenta, lentísima. Se cometen errores de bulto. Los centrales se plantan a una distancia importante entre sí y el juego directo del rival es un mal que queda retratado a leguas: vean los goles que le anota Cartaginés, San Carlos y Santos; todos tienen un denominador común: el juego directo.
Es entendible que Paté no tiene a los jugadores para su estilo, pero también es una realidad que antes de aceptar el cargo pudo analizar la plantilla. En la sala de prensa del estadio aseguró que en unos “22 días” se podía ver reflejada su idea en la planilla.
En estos momentos Wálter debe saber escuchar a quien le habla al oído y le aconseja. No es que cambie radicalmente, es que realice los ajustes necesarios para que al Saprissa le llegue la profundidad, para que haya vértigo, para que juegue vertical, para que el “pase-pase” (como él llama) sea más expedito, más rápido y pueda abrir defensas cerradas, para que haya más mano a mano y para que lleguen más ocasiones de gol, porque de lo contrario continuarán los golpes en el equipo.
Debe ajustar el parado de la defensa. Los movimientos de los laterales, el engranaje de la media y que el balón le llegue limpio al delantero, siendo un lujo tener a un goleador de raza como Rubilio Castillo en la banca. El hondureño demuestra fecha a fecha que necesita una ocasión para generar una acción de peligro con el sello de gol.
También debe dejar de utilizar a Michael Barrantes en la zaga. Su puesto es de contención. Incluso, en su hábitat natural Barrantes puede explotar su especialidad, como es el remate de media distancia. A como los rivales le suelen jugar a Saprissa (enconchados atrás y al contragolpe), el jugador parece lento en comparación con los delanteros de raza y eso se paga caro y ya quedó demostrado. Para muestra el partido frente a Cartaginés, cuando le tocó marcar a Marcel Hernández. El cubano exhibió a todas luces a Barrantes de central.
El caso de Juan Gabriel Gúzman es claro que no se encuentra. Más allá de si tiene o no empatía con la afición, el futbolista no carbura y con el balón en sus pies no le da en la contención la salida clara al equipo, al menos no la que Paté quiere.
¿No es mejor colocar a Barrantes en su posición natural? Al menos solo para probar cómo se ve el jugador en su sistema de contención y que la media cancha vuelva a tener a él, a Marvin Angulo y a Mariano Torres.
Es entendible que Wálter Centeno quiera prevalecer con lo que él pregona al 100%, que esto es apenas el inicio y que se está en una etapa de transición hacia lo que él quiere, pero en Saprissa necesita dar resultados.
Además, hay una cosa clara y comprobada: Cuando un entrenador no tiene los jugadores para hacer un determinado fútbol (y más si los resultados no se están dando), varía.
El técnico debe ser flexible para acomodar su fútbol al tipo de jugadores que tiene. Así demuestra que es un gran entrenador.