En abril pasado, durante la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Guanajuato (FILUG 2025) y en el marco del IV Encuentro Internacional de Editores Caligrafía de la Edición Universitaria: Alianzas del Libro,compartí estas reflexiones sobre la importancia de reimaginar la movilidad del conocimiento académico-científico en una era que desafía tanto nuestras tradiciones como nuestras formas de producción y distribución.
Enfrentar los retos de la movilidad del conocimiento académico-científico es, sin duda, una tarea titánica, pero también repleta de oportunidades. La adopción de la ciencia abierta, la construcción de catálogos coherentes, la innovación en el diseño, la diversificación de formatos y la inserción estratégica en el ecosistema global se presentan como estrategias indispensables para que las editoriales universitarias no solo sobrevivan, sino que prosperen en el ecosistema editorial actual. Esta nota explora aquellos caminos que creo pueden permitir transformar los desafíos en un motor para trazar nuevos accesos al conocimiento.
En el umbral de una era marcada por la globalización y la expansión digital, el conocimiento académico-científico navega entre redes y muros que desafían su esencia misma. Hoy, cuando los saberes trascienden fronteras y se transforman en pulsos de información en la nube, las editoriales universitarias se erigen como guardianes y difusores de un patrimonio intelectual que, pese a su valor incuestionable, enfrenta obstáculos para llegar a un público amplio y diverso.
La reflexión del escritor y editor Michael Bhaskar resuena con fuerza en este contexto: no basta con imprimir libros; es imprescindible darles voz en un escenario global, amplificarlos y tejer redes de lectores que compartan y enriquezcan el saber. Esta labor, tan vital como compleja, exige un equilibrio delicado entre tradición y modernidad, entre el rigor académico y la innovación.
Una editorial académica o universitaria se define por la maestría con la que construye su catálogo. La selección de obras, entonces, no es un mero ejercicio de acumulación, sino una curaduría minuciosa, en la que la coherencia temática y el rigor académico se entrelazan para forjar una identidad única, que dota al sello editorial de un prestigio que se traduce en confianza y reconocimiento en el ámbito académico. Especialmente en el contexto hispanohablante, esta labor adquiere una dimensión casi heroica: preservar y potenciar el saber en español, en una época en la que el idioma inglés, por tradición, domina los discursos –y los avances– científicos.
Además, en un universo saturado de imágenes y textos, el diseño editorial se erige como poesía visual que invita a la lectura. El formato, la tipografía, la maquetación: cada elemento gráfico debe dialogar con el contenido, convirtiendo así la experiencia lectora en un placer estético y cognitivo. Es imperativo, por tanto, que las editoriales inviertan en procesos creativos que transformen cada obra en un objeto de deseo, capaz de captar la mirada del lector en medio de la vorágine de novedades disponibles.
De esta forma, la fusión de la innovación tecnológica con la sensibilidad artística se convierte, entonces, en el sello distintivo de una producción que no solo informa, sino que emociona y es sugestiva.
Ahora bien, con respecto a los modos de distribución en el ámbito académico-universitario, la ciencia abierta y el acceso abierto se presentan hoy como un paradigma revolucionario, un puente tendido sobre el abismo de las barreras económicas y formales que durante mucho tiempo han restringido el acceso al conocimiento. En este modelo, la posibilidad de acceder de manera libre y gratuita a investigaciones y escritos se transforma en un acto de justicia cultural: democratizar el saber es, en última instancia, hacer del conocimiento un bien común.
Sin embargo, este acceso irrestricto tiene su precio, y es que la sostenibilidad de las editoriales universitarias pende de un hilo que solo puede ser reforzado mediante el apoyo incondicional de las instituciones universitarias que las respaldan, así como con el desarrollo de nuevos modelos de financiamiento de su catálogo.

Entre los retos actuales, se debe reconocer que el lector contemporáneo se desplaza con mucha libertad entre lo impreso, lo digital e incluso lo sonoro. Las editoriales universitarias deben abrazar esta multiplicidad al ofrecer sus obras en variados formatos –desde el tradicional libro en papel hasta ebooks, audiolibros y aplicaciones interactivas– que respondan a las demandas de una audiencia fragmentada y exigente o, bien, de nuevas audiencias.
La presencia en plataformas internacionales no solo expande el alcance de las publicaciones, sino que invita a un diálogo constante con un público global. La digitalización, además, reduce algunos costos de producción y agiliza la disponibilidad de los títulos, aunque es crucial mantener la calidad y la compatibilidad de cada formato para que el mensaje no se pierda en la “traducción tecnológica” de soportes, formatos y dispositivos. La distribución multicanal y multiformato podría ser una de las vías para alcanzar los nuevos modelos de ingresos o financiamiento que mencionaba antes.
Para trascender en el panorama editorial mundial, las editoriales universitarias deben construir puentes y tejer alianzas que las inserten en el dinámico ecosistema del libro. Participar en ferias, encuentros internacionales y eventos académicos se revela como una estrategia esencial para conectar con otros actores del medio –autores, distribuidores, libreros, editores– y para mantenerse al tanto de las tendencias emergentes.
Asimismo, el uso de herramientas de marketing digital, desde redes sociales hasta webinars y campañas de correo electrónico, permite un contacto directo y constante con la comunidad académica y con los lectores, lo cual genera un diálogo enriquecedor que nutre tanto la producción como la difusión del conocimiento.
Por último, las editoriales universitarias juegan un papel crucial en la preservación de la riqueza cultural e intelectual. Al optar por publicar obras especializadas, muchas veces de nicho, no solo resguardan el legado del saber, sino que promueven un intercambio cultural que enriquece a sociedades enteras. La bibliodiversidad es, en definitiva, un acto de resistencia frente a la homogeneización del conocimiento, una declaración de intenciones que sostiene el valor de las múltiples voces y perspectivas.
El compromiso con el saber y la cultura transforma cada desafío en una invitación a reinventar la forma en que entendemos y difundimos el conocimiento, para que la edición académica-universitaria se convierta en un espacio verdaderamente accesible para todos.