A la memoria de Carmen Marín, amiga y colega cuyo espíritu centinela -estoy segura- pervivirá en el Teatro Nacional.
Se suele asociar ‘patrimonio’ a un pasado que percibimos distante. Ello hace que pierda importancia y se descuide el interés por protegerlo. Olvidamos que representa nuestra historia y que esos valores que transmite pueden ser resignificados de una época a otra.
Es el caso del Teatro Nacional de Costa Rica, creado a finales del Siglo XIX y aunque concebido inicialmente como un espacio para las élites dominantes de la época, como institución, logra adaptarse a través de tantos años de existencia, a los múltiples cambios sociopolíticos, económicos y culturales del país. Y así -como un viejo sabio-, replantear sus funciones, sin dejar de destacarse y proyectar su potencial inagotable.
A pesar de ello, para muchos su imagen es estática, como un retrato de un antepasado en un marco dorado que perdió interés en las últimas generaciones. Pero, para quienes se sientan en su regazo, este hermoso viejo les cuenta muchas historias y los hace partícipes de emociones profundas cuando -desde su portal-, les invita a disfrutar de un vasto y variado menú de música, teatro, danza, literatura, artes visuales, conferencias, homenajes, premios y muchos más eventos.

También suele ignorarse, que -en 128 años de trabajo ininterrumpido- ha sufrido muchos embates de salud. Y si bien, en su diseño participaron los mejores arquitectos e ingenieros de entonces y su cuna fue de “oro” dentro de un contexto de un país con pretensiones de desarrollo; nació en un trópico implacable, donde la lluvia y el calor van de la mano con la misma fuerza, la tierra tiembla y cuando quiere lo convierte en un vehemente terremoto, sus volcanes se lucen con erupciones de ceniza, las aves se antojan de alojarse en todos sus rincones para anidar y depositar sus desechos, los xilófagos se camuflan en sus maderas y se reproducen en cada ciclo, los roedores crean sus refugios y cantidades de microrganismos encuentran una deliciosa humedad y calorcito para nutrirse.
Además, con los años, vendrían otros agentes igualmente dañinos: la contaminación ambiental, el vandalismo y hasta los orinales a cielo abierto en sus paredes más expuestas sobre la Avenida Segunda. Factores y agentes de deterioro que, sumados a desgastes por el tiempo y uso del inmueble, obsolescencia de sus sistemas eléctricos, de seguridad, tecnologías de funcionamiento y otros; se han constituido en problemáticas que han tenido que enfrentar de manera permanente y con presupuestos limitados, las distintas administraciones del Teatro Nacional.
Ejemplo de ello, es que existen reportes desde 1897 -año en que se inaugura el TNCR- de distintos daños de origen estructural, por filtraciones de humedad, operación de equipos, problemas en pisos, en el mobiliario (por infestaciones de insectos y uso) así como en ornamentos decorativos y artísticos, entre otros. Inicialmente, todos éstos se resolvían con mano de obra local y de extranjeros residentes (albañiles, carpinteros, ebanistas, artesanos y artistas) con prácticas propias del oficio, lo cual ocasionó -en algunos casos- también alteraciones en dichos bienes. Con los años, conforme se complejizan los problemas y se amplía la visión de conservar los bienes como patrimoniales y respetando su originalidad, se contratan especialistas españoles, mexicanos y alemanes. De sus trabajos no quedaron reportes o informes que revelen métodos y técnicas de intervención.

Situación que se solventa en alguna medida con la creación del Departamento de Conservación en 1987, integrada por los primeros especialistas costarricenses y que tendría a cargo velar por todo lo concerniente a la preservación de los bienes (muebles e inmuebles) de la institución. No obstante, al transcurrir de los años, debido a la escasez de personal capacitado en este campo y recursos económicos insuficientes, no se ha logrado sostener un programa o plan institucional con miras a lograr un control adecuado y permanente del estado de conservación de sus bienes a nivel general. De allí que sus esfuerzos se concentren en atender lo más urgente, a través de proyectos específicos e incluso con colaboraciones internacionales.
Los retos del Foyer
El Foyer ha sido considerado desde un inicio, el salón más importante del Teatro Nacional debido a su riqueza arquitectónica y ornamental y a las múltiples funciones que a lo largo de 128 años ha tenido: reuniones, exposiciones artísticas, conciertos de cámara, conferencias, presentación de libros e infinidad de actividades que reúnan grupos no muy numerosos debido a su limitada capacidad.
Como espacio -al igual que el resto del Teatro- ha requerido distintas intervenciones. Sufrió daños profundos con los terremotos de diciembre de1990 (Alajuela) y del 22 de abril de 1991 (Limón como epicentro), que implicaron mantenerlo cerrado al público por varios años debido a las afectaciones estructurales y de muchos de sus bienes decorativos. Tras seis años de resguardo y reparaciones ejecutadas tanto por contratistas como por el personal del Departamento de Conservación del TNCR; en 1997 se concluyen las restauraciones y es reabierto el Salón Foyer al público.

El equipo a cargo realizó un trabajo importante de estabilización y restauración de la mayoría de los bienes dañados: paredes, mármoles y ornamentos de yeso. No obstante, debido al carácter de urgencia de la intervención, un personal escaso y poco especializado; así como a los presupuestos limitados, el trabajo que se requería realizar no se llevó a cabo con los estándares de calidad que ameritaba el Foyer.
Aun así, no dejó de estar expuesto al público y albergar distintas actividades por 20 años, hasta que en el 2023 se retomara bajo un proyecto planificado y proyectado siguiendo los protocolos internacionales de intervención del patrimonio histórico. Proyecto cuya gestión por parte del Departamento de Conservación del TNCR, se propone desde el 2018 hasta salir a concurso público en el 2022 con múltiples requisitos técnicos y metodológicos debido a sus particularidades. Este proyecto denominado “CONTRATACIÓN DE SERVICIOS PARA LA RESTAURACIÓN DE LA ORNAMENTACIÓN Y LAMINADOS EN ORO DE LAS PAREDES DEL SALÓN FOYER DEL TEATRO NACIONAL DE COSTA RICA”; dio inicio en mayo del 2023 y se concluyó en diciembre del 2024 bajo la dirección y ejecución de nuestra empresa Conarte-Restauración, empresa costarricense especializada en la conservación, restauración y protección de bienes patrimoniales artísticos y decorativos.
Desarrollo, exposición y resultados
La conservación y restauración profesional puede decirse es la ‘intervención médica del arte’, por su abordaje ético y compromiso de salvar al ‘paciente’ con el mayor respeto a su originalidad. Además, le acompañan la observación minuciosa, el análisis científico, el diagnóstico y propuestas pertinentes a su condición y estado en el momento de la intervención. Intervención regida -especialmente si se trata de patrimonio nacional- por normas internacionales que garanticen su preservación tal y como fueron creadas, sin que sufran alteraciones y, por lo contrario, potencien sus calidades materiales, técnicas y artísticas con el fin de prolongar su vida y su disfrute. Todo esto acompañado de profesionales en el campo y una mano de obra capacitada; así como, materiales específicos para la conservación y restauración que no afecten los bienes y permitan su reversibilidad sin ocasionar daños.
Cuando inicia este proyecto en mayo del 2023 se trazó un plan de trabajo con varios objetivos a nivel metodológico y técnico que permitieron lograr resultados de calidad que cumplen con los estándares internacionales de preservación de bienes patrimoniales. Tarea que culminó con informes y protocolos para la atención futura de problemas similares a los tratados en esta intervención.

Su apertura -de principio a fin- al público, fue también muy importante, pues tanto nacionales como extranjeros pudieran observar los procesos y hacer consultas al respecto. De esta forma, nos convertimos en otro de los atractivos de la visitación y receptores de distintos grupos: estudiantes, turistas, de instituciones públicas, empresas, diplomáticos, colegas especialistas y muchos más. Experiencia que resultó muy grata tanto para los visitantes como para el equipo.
Gran parte del trabajo que se hizo no es visible, pues queda oculto en el reforzamiento de estructuras, en la delicadeza por completar y mejorar infinidad de partes perdidas o que habían sido alteradas; pero en el conjunto, puede sentirse un tratamiento respetuoso y estético que le ha devuelto al Foyer su luz y una atmósfera sin duda alguna muy cercana, a la que disfrutaron nuestros antepasados y que podrán disfrutar varias generaciones más, en la medida que se siga cuidando.
El sentido de restaurar
En un proyecto de esta naturaleza, existen muchas situaciones imprevistas y experiencias de un alto valor profesional y humano. Hay que destacar que contamos con un equipo compuesto por 19 personas con una actitud inclaudicable que realizó las más variadas tareas: técnicas, administrativas, edición de imágenes, elaboración de documentos e informes.
Cuando se inició la conformación del grupo de trabajo, la apreciación que tenían los convocados sobre el Teatro Nacional variaba desde una percepción como un ícono cultural distante, hasta lo más preciado como patrimonio del país. Pero, el hecho de pasar a formar parte de un equipo que tendría en sus manos el compromiso de salvaguardar su legado creó una conciencia que indudablemente les ponía en un papel protagónico. Sin lugar a dudas, no era un trabajo como muchos otros, ya que trascendería a ser parte de su historia. Este sentimiento le dio un valor especial: el orgullo de tener a cargo la responsabilidad de hacer las cosas con un gran respeto, entrega y calidad y sentirnos privilegiados por ello.

Pero ahí no acababa, fue también hermoso apreciar como cada participante llevó este sentimiento también hacia sus familias y personas allegadas a quienes se invitaba y manifestaban su admiración. Para varios familiares y amistades -provenientes de zonas rurales- fue su primera vez en este espacio, una primera visita tímida y conmovedora a un recinto que parecía tan lejano y que hoy podían compartir con emoción, porque que sus hijos, eran sus guardianes.
Todas ellas fueron imágenes que enriquecían el sentido de estar allí enfrentando retos inimaginables, trabajos arduos por horas y de enorme paciencia que caracteriza este oficio. Imágenes también a las que se sumaron permanentemente expresiones de agradecimiento de un público costarricense que entendió y valoró profundamente lo que se estaba logrando.
Con la conclusión de este proyecto en diciembre del año 2024, el Salón Foyer con todo su esplendor; no solo continua su visitación, sino también, se realizan un sin número de actividades culturales que dan mayor sentido a nuestro aporte. Porque un proyecto de esta envergadura trasciende lo técnico, para pasar a ser parte de la historia material de la preservación de nuestro querido Teatro Nacional, de este viejo jovial que no deja de sorprendernos con su capacidad para reinventarse y continuar abriendo espacios a la inspiración y la creatividad.

Para ConArte, como empresa costarricense a cargo de este proyecto, ha sido la experiencia más retadora y hermosa en nuestra trayectoria -y eso que llevamos muchas en el alma-. Todo ello se lo debemos a un público sensible que valoró de principio a fin este trabajo, a compañeros y compañeras del TNCR que nos dieron su apoyo y, sobre todo, a un gran equipo humano que se puso el delantal para hacer posible la magia. A cada uno de ellos nuestra eterna gratitud y admiración. Cumplimos con nuestro granito de historia.
Equipo a cargo
Especialistas: Alicia Zamora Murillo, Ana Grace Jiménez Castro, Alejandro García Castañeda y Julia Villalobos de la Peña
Equipo técnico:
Axil Asdrid Córdoba Arroyo, Carlos Quesada Solano, Christian Nuñez Herrera, Erika Martínez Abarca, Sofía Ruilova Alfaro, David Calderón Mata, Josué Fonseca Estrada, Leonela Rojas Guzmán, Minor Mena López y Ricardo Antonio Jiménez Jiménez
Fotografías generales y finales:
Kattia Leandro Escobar e Ivania Méndez Ramírez
Apoyo logístico y técnico:
Sebastián Mello Salaberry
Apoyo administrativo y operativo: Ivania Méndez Ramírez, Jimena Cordero Quirós,
Paula Porras Zamora y Axil Córdoba Arroyo