
¿Qué buscamos ver en una imagen? ¿Y qué busca ver una imagen en nosotros? “La mirada triangular”, obra instalativa del artista visual costarricense Pablo Murillo suscita primero ese enigma. Poniendo en movimiento una relación lúdica entre objeto, sujeto y espacio por medio de un juego de espejos e imágenes, la propuesta de Murillo –con claras resonancias velazqueñas– nos estimula a interrogarnos sobre el acto mismo de mirar.
La obra se expuso recientemente en el marco de la exposición Desplazamientos en la Galería C Arte C de la Universidad Complutense de Madrid, como parte del Festival PHotoESPAÑA. Es una obra de difícil descripción y categorización. Para muestras, un botón. Imagine la siguiente escena: dos imágenes y, en estas, dos mujeres cuyos rostros están cubiertos por espejos circulares. Frente a estas imágenes, en paralelo y a modo de péndulo, cuelgan dos círculos bidimensionales. Al anverso, aparece el rostro de la mujer. Al reverso, un espacio negro, vacio.
Intuitivamente entendemos que solo moviendo nuestro cuerpo podemos darle un sentido a estas imágenes. Si doblamos las rodillas, quizá veamos aparecer nuestras caras en el reflejo. Si nos movemos hacia los lados, quizá encontremos otros rostros menguando la superficie de los cristales. ¿A quién estamos mirando? ¿Qué reflejan -revelan y enmascaran- esos rostros que, simultáneamente, están y no están?
Para Murillo, La mirada triangular es parte de un proyecto más amplio y ambicioso, que busca cuestionar el sentido de lo que llamamos “identidad”, “memoria” y “realidad”. Entre móvil, dispositivo óptico, fotografía, collage, su carácter variable hace eco a la inestabilidad de nuestras percepciones, recuerdos, y relaciones.
Conversé con Murillo sobre la experiencia de duelo al origen de su proyecto, sobre su proceso artístico y sobre cómo los niños son quizás los que mejor dialogan con su obra.

¿Cómo surge “La mirada triangular”?
En el 2015, mi abuelo, que era mi figura paterna, murió y, cinco meses después, le detectaron a mi madre una demencia fronto-temporal. Es el tipo de demencia más agresivo, más que el Alzheimer, que ha sido relativamente poco estudiada. En este proceso, ella va perdiéndose a sí misma, todas sus memorias e identidad. Durante nuestras conversaciones, ella me contaba historias que iban permutando con el tiempo, que iban siendo como sobre-escritas por narraciones ficticias.
“Me contaba sobre casas donde nunca había vivido, o mezclaba mi vida con la de mi abuelo y con la de mis tíos… como si fuéramos uno solo, o ‘el que no somos’. Eso me hizo reflexionar sobre la idea estable que tenemos de la memoria. Creo que algo de eso nos sucede a todos de una u otra forma y, en ese sentido, me resulta interesante cuestionar la realidad de la memoria, por medio de imágenes.
Tu obra es difícil de catalogar y de describir; creo que una realmente la “capta” cuando la ve… ¿Qué podrías contarnos sobre tu proceso para producirla?
Yo digo que mi proyecto se compone de 2 elementos principales: el contexto de las imágenes es informado por fotografías de archivo familiar, que se relacionan con mi abuelo y con su trabajo. (Su abuelo es el artista alajuelense Ferreol Murillo) El sujeto, es mi madre. Parto de muchas imágenes de archivo fotográfico que hay en mi familia: fotografías de mi madre y del trabajo de mi abuelo. A partir de estas, entreno inteligencias artificiales (IA), modificando los parámetros para generar un prompt con el que, en vez de decirles a las IA que produzcan imágenes, les pido que las “recuerden”.
¿Qué quiere decir entonces, en ese contexto, que una IA “recuerde” imágenes?
Es un uso semántico; es evocar los datasets [las imágenes de archivo fotográfico] que han sido ‘inyectados’ y las operaciones lingüísticas e imaginales las realiza la IA, a partir de estos datasets.
¿Por qué elegiste utilizar la Inteligencia Artificial como parte del proceso?
Simplemente porque la IA le agrega un elemento estocástico, de aleatoriedad, que se sale de mi control. Me interesa ese componente de azar que le agrega la IA, por el hecho de que el resultado no está dentro del control que yo le daría a una imagen si yo la genero a través de otro medio. Entonces, tomo ese archivo y genero lo que me gusta llamar “memorias simuladas”, utilizando además otras estrategias, como la composición fotográfica partiendo de fotografías que yo tomo; como la pintura, materiales como el pan de oro, la proyección…
“Las imágenes son fotografías de mi madre –hasta ahora, pero en el desarrollo de mi proyecto puede que haya otras–, y sobre los rostros, en esas imágenes, se colocan espejos circulares, que juegan un rol especular con respecto al público. Este tiene la posibilidad de terminar de formar un rompecabezas que completa la imagen a través del reflejo (y eso es difícil de explicar porque el elemento es móvil…) o puede encontrarse él mismo, o puede observar el entorno, o puede no ver nada. Es un guiño a la experiencia de estas conversaciones que yo tenía con mi madre, en las cuales yo sentía que la observaba como mirando un rostro por ratos vacío y en donde por ratos aparecian vestigios de su identidad, de quien era ella, o de la persona que yo conocí, porque también es interesante cuestionarse quién es uno en ese sentido.

Cuando ella aparecía, también aparecías vos, ¿no? Por eso también entiendo el recurso al espejo, porque al encontrarla a ella era también reencontrarte a vos a través de ella…
Sí, creo que en ese sentido encontrarse con cualquier persona es encontrarse con uno mismo de alguna u otra forma. Ahora, eso que llamamos “identidad”, que es una forja tanto de procesos internos como de procesos externos y especulares en relación a los otros y la mirada de los otros, es lo que a mi me empuja a poner los espejos, especialmente tomando en cuenta que es mi madre, y que la madre es uno de los “espejos” más fuertes que puede tener uno en su vida, para bien o para mal. Este es un gesto que recuerda esa experiencia personal.
Además de las imágenes con espejos, y de los círculos pendulares que hacen de esta una obra móvil, hay otro objeto particular que compone también a esa instalación, que son dos fotos del perfil de tu madre, intersectadas por 2 espejos…
Hay dos cosas que suceden ahí, que es que ella se observa a sí misma, pero a la vez hay una pared que no le permite observarse. Sin embargo, esa pared es un espejo, entonces también siempre se está observando, pero a través de un espejo…
“El objetivo es generar un espacio donde se activa un movimiento de relación con el espectador en la que el mismo espectador entra en performance a la hora de jugar con la pieza, que tiene un espacio, un elemento lúdico, que para mi es muy importante porque mi madre trabajaba con niños.
“A mí me interesa que el espectador, dentro de esa acción en el espacio, también derive una experiencia suya –lo cual es inevitable con cualquier elemento artístico– pero me interesa intencionalmente esa búsqueda, poner esa semilla ahí. En ese sentido, el espectador es el repositorio de la obra, a fin de cuentas. La obra es el medio, y el espectador es el fin. Y por supuesto me interesa activar un diálogo alrededor de lo que llamamos “identidad” y “realidad” porque, ¿qué somos sino memorias?

¿Qué te ha interesado más del modo en que el público ha reaccionado ante la obra?
Eso para mí es lo más hermoso del proyecto: la relación que surge en el acto de presencia, en el confrontar las imágenes y los objetos, porque se activa siempre una búsqueda, algo que empieza a moverse, hay una incógnita que surge en las personas. Lo que más me gusta es el proceso lúdico que se activa con la gente, y cómo los niños interactúan con los objetos… los niños han sido los fans numero 1, porque no tienen ese miedo que les dice “te podrias estar equivocando al moverte de esta manera frente a esta obra y eso te puede hacer ver como un tonto”. Los niños no tienen esa capa, entonces esa mirada descontaminada hace que ellos lleguen a jugar inmediatamente. Entran [al espacio de una galería] como a un campo de juego. Los adultos perdemos eso porque la sociedad nos erosiona esa espontaneidad.
(Canta los primeros versos de la de Luis Aguilé “Vivan los niños”. Risas.)
“Me encantaría preguntarles a los niños que ven la obra: ¿qué está pasando? ¿Qué ven ahí?