Los espacios expositivos en el arte son puntos de encuentro de diversas perspectivas. Cuando varias exposiciones y estudios coinciden en un mismo lugar, surgen nuevas dinámicas que fomentan intercambios inesperados entre artistas, obras, procesos y participantes. Abra, ubicado en el Condominio las Américas en San José, busca aprovechar este potencial.
Abra es un espacio de arte independiente fundado en 2023 por la artista Montserrat Mesalles, en colaboración con Emmanuel Rodríguez Chaves y Luciano Goizueta, con el objetivo de contribuir al contexto cultural del país.
El proyecto se enfoca en promover la visibilidad del arte contemporáneo e impulsar el diálogo y la exploración artística. Actualmente, la propuesta aloja dos exposiciones, dos estudios permanentes, la salita_temporal y su primera residencia internacional.
Las muestras “Si nos hubiéramos conocido” de Ivanna Yujimets y “Que los cumplas feliz: revelado tardío” de Néstor Fajardo están en el centro de esta confluencia. A través de la pintura, ambas exploran la intersección entre el archivo fotográfico y la identidad, la memoria y la infancia.

Mientras Ivanna indaga en una “búsqueda de identidad a través de la ficción”, Néstor reconfigura su relación con el entorno familiar. Transitando de la imagen al recuerdo y viceversa, las muestras entablan una conversación visual que se expande entre la ilusión y la realidad, donde las formas de expresión de ambos artistas se enriquecen mutuamente.
Ivanna Yujimets en Abra
La exposición de Ivanna surgió tras una visita del equipo de Abra a su estudio el año pasado, cuando comenzaba la serie actual, con el apoyo de los Fondos Concursables en Artes Visuales del Museo de Arte Costarricense. La artista trasladó su taller a Abra, donde trabajó tres meses para completar las obras.
“Si nos hubiéramos conocido” exhibe siete retratos de sus amistades, muchas de ellas también artistas, basados en fotografías de la infancia. Yujimets reemplaza los fondos con grabados del libro Orbis Sensualium Pictus, del pedagogo Johannes Amos Comenius. Publicado en 1657 y considerado el primer libro ilustrado para la educación infantil, este diccionario visual enseñaba a los niños sobre el mundo a través de imágenes.
Los retratos, expuestos a lo largo de una pared, crean una presencia continua de mundos aparentemente imaginarios, donde las líneas se dibujan, desdibujan y expanden más allá del lienzo. Al evocar un lenguaje visual accesible, pero referirse a un texto clave en la historia pedagógica, Ivanna contrapone la espontaneidad de la niñez con el condicionamiento del aprendizaje.

El diseño expositivo de Emmanuel Rodríguez Chaves complementa la obra con un área de estimulación que fomenta el juego y el ensueño, invitando a reflexionar sobre cómo esa curiosidad perdida puede recuperarse.
Un aspecto notable de la muestra es que todas las obras son azules. Para la artista, este color evoca las imágenes impresas que, al exponerse al sol, se degradan, dejando que los tonos azules sobresalgan. Al invocar un proceso químico que simboliza una especie de olvido, como si la imagen se transformara a la luz, Yujimets reafirma la relación entre la memoria (fotográfica y personal) y el tiempo. Los retratos, que oscilan entre hecho y ficción, pasado y presente, atenúan los límites entre el recuerdo y la imaginación.
La pared opuesta, pintada del mismo azul que las obras, exhibe la pieza más personal de la muestra: una pintura de una diapositiva de Ivanna bebé en manos de su abuela paterna, con quien nunca se ha relacionado. Nacida en Kiev, Ivanna dejó Ucrania a los nueve meses y nunca regresó. Para ella, “esa historia no existe”; las personas en la imagen son ficticias, personajes que solo viven en los relatos de sus padres.
Al pintar la imagen en gran formato, consolidando una proyección al óleo, Ivanna concilia su yo pasado (la niña de la foto, cuya identidad está dispersa entre la abuela, Ucrania y su familia paterna) y su yo presente, tomando control de su historia personal y reivindicando la memoria como suya. Ivanna, la adulta que pinta, está contenida en la niña que representa.
Es un gesto poderoso, el concederle a la memoria un espacio, mientras que la pintura establece un límite: impide que el público cruce el campo de visión que constituye su familia, una barrera que Néstor también procura establecer.

La obra de Néstor Fajardo en azul
A partir de un acto autobiográfico, el artista guanacasteco Néstor Fajardo recrea fotografías instantáneas utilizando acrílico, lápices de color y pasteles al óleo, materiales que remiten a las técnicas de su infancia.
Esta es la primera exhibición de vértice, un proyecto dentro de Abra que comencé con el objetivo de acompañar a artistas cuyas obras exploran “la verdad” desde lo personal, valorando el conocimiento subjetivo. El proyecto se lleva a cabo en una habitación detrás de la sala expositiva principal, ofreciendo una experiencia más aislada y focalizada.
A diferencia de la obra expansiva de Ivanna, la de Néstor es compacta, íntima y sutil. Fajardo revisita su infancia, enfocándose en las celebraciones de cumpleaños, que describe como “rituales de resignación ante la naturaleza de la existencia”, marcando un año más o uno menos de vida. Para Néstor, estos recuerdos evocan confort: el hogar, los pasteles de su tía y su familia cercana.
Aunque las fotos originales puedan parecer ordinarias para quienes no compartimos su vivencia, como pasa con las instantáneas personales, las revisiones de Néstor son entrañables y cautivadoras. La escala, la materialidad y el relieve de cada pieza sugieren la presencia de capas esperando ser descubiertas. Esta cualidad guio los mecanismos expositivos que, como curadora, diseñé para la muestra.

Lo que al principio me atrajo del trabajo de Néstor fue su capacidad de evocar una respuesta emocional similar a la de una fotografía familiar, sin llegar a serlo. Pero una mirada más cercana —como lo exige su pequeña dimensión— revela una red de complejidades y actos de agencia poéticamente radicales.
En ocasiones, Néstor cambia el color de su camisa a uno que no le permitían usar por ser varón, elimina a personas que ya no están, añade vestigios de la migración de su familia, pinta su rostro con maquillaje de payaso u oculta rasgos faciales. Así, desvela los procesos de censura y autocensura que permearon su entorno. Para digerir su obra, Néstor nos exige examinarla con la misma sensibilidad que él expone.
Las instantáneas, impulsivas e imperfectas, parecen registrar la realidad, pero en efecto construyen una versión intencionada del sujeto para la posteridad. Las fotos de la infancia pueden reflejar una disonancia entre la autopercepción y las expectativas de los padres, quienes instan al niño a enmascarar aspectos de su identidad que se niegan a aceptar.
Néstor siente que la protección adulta generó un distanciamiento identitario que ahora busca aliviar mediante un revelado tardío. Al transcribir las fotografías, se posiciona como autor de sus recuerdos: “Por un momento, me convierto en narrador de esos momentos que viví, que viví y no recuerdo o que no viví”.

La reconstrucción de su archivo, sin embargo, nace de la nostalgia y la compasión, y responde a su “deseo de construir un inventario de afectos” que lo han formado. Su obra es dulce, modesta, empática, y no por ello menos ambiciosa.
Recientemente, ha surgido un auge de obras pequeñas y de temas domésticos en el arte contemporáneo, donde lo personal y cotidiano se valoran como materia prima. La fotografía familiar funciona como un objeto cargado de valor emocional, narrativo y simbólico. Ivanna y Néstor la utilizan para crear nuevos vínculos y significados, priorizando la interpretación.
Juan Tribaldos en diálogo
Las muestras nos guían en un recorrido donde la foto pasa de ser fuente a sujeto y, paralelamente, en la salita_temporal, a medio. En lugar de trabajar con fotos encontradas, Juan Tribaldos fotografía a sus sujetos en su entorno cotidiano, como parte de su propuesta en este proyecto, fundado y gestionado por Luciano Goizueta. La salita_temporal acoge a creadores durante un mes, permitiéndoles transformar el espacio y brindando al público la oportunidad de ser testigo de su proceso, como un estudio abierto.
Juan documenta talleres de artistas que pintan, registrando los espacios más privados y menos expuestos del ecosistema artístico: el lugar donde todo comienza. Fotografiar el trabajo en curso de otras personas artistas establece una interacción directa con el carácter de la salita, que, al carecer de una cuarta pared, facilita que la obra de Juan entre en diálogo con el resto del espacio.
De este modo, el conjunto de obras de Ivanna, Néstor y Juan yuxtaponen la pintura de la fotografía con la fotografía de la pintura, desafiando las fronteras entre ambos medios. Así, el arte se convierte en un puente tempo-espacial entre el sujeto, el fotógrafo (que no siempre coincide con el artista) y la persona espectadora.
Las exposiciones en Abra Espacio están abiertas al público hasta el 17 de mayo en Condominio Las Américas. Consulte las redes sociales del sitio para confirmar actividades y horas de visita.
