
Desde el estudio de las ciencias sociales se sabe que la literatura es siempre una forma de intervención cultural y política. A diferencia de las miradas conservadoras, que conciben la cultura como una expresión inmaculada, la literatura se inscribe en luchas concretas por el significado, el poder y la representación. Desde esta perspectiva, el libro que hoy nos presenta la provincia de Guanacaste, Territorios eternos, puede y debe leerse como un acto subversivo.
En el contexto de Costa Rica, donde el imaginario literario ha estado durante décadas dominado por el Valle Central y el conservadurismo, esta compilación de voces guanacastecas desestabiliza lo normalizado: sus geografías y sus mitos simbólicos. Las 63 personas autoras no se limitan a describir paisajes o costumbres; hablan poco de toros y haciendas, y más bien proponen nuevas epistemologías, nuevas formas de mirar el mundo, de habitar el lenguaje. Se trata de una transgresión que abre la posibilidad de imaginar eternidades aún por venir en esta provincia.
Si el centro ha producido el discurso y la periferia lo ha imitado, este libro revierte esa relación, tal como lo plantea el crítico literario Terry Eagleton, la literatura es un campo de conflicto ideológico. Los textos que integran Territorios eternos desbaratan el relato dominante que sitúa a Guanacaste como espacio de folklore, turismo o atraso. En su lugar, se construye un discurso afirmativo y crítico.
Por ejemplo, Sheila Santana Mora, desde Cañas, con una poética irreverente, denuncia la gentrificación cultural en Guana vibes mediante un lenguaje cargado de tensión política e ironía. Keyler Morera, desde el cantón de Nicoya, en Libertad, da voz a una mujer, Manuela Pacheco, una mujer esclavizada en este cantón que luchó por su libertad y, con este texto, convierte la historia oficial en un campo de disputa. Lo mismo sucede con los poemas de Mauricio Perva (Bagaces) y Xinia Mejías (Hojacha), cuyas voces ejercen una práctica política de la memoria que consiste en presentarla como resistencia.

El arte puede ser un medio de emancipación si subvierte las estructuras dominantes; eso nos enseñó el pedagogo brasileño Paulo Freire. En Territorios eternos, esa subversión se materializa en el uso del lenguaje cotidiano, en la revalorización de lo oral, en la celebración de lo afro, lo queer, lo marginal. No se trata de pedir espacio en el centro, sino de construir otro centro, desde y con la provincia.
Y en este sentido, los textos de Marisol Araya, Malcom Jamil, Luilly Arce, Dencel Hernández, Martha Chacón, Ronald Campos, Marta Fait, Mercedes Rojas, entre muchos otros, hablan desde mundos no domesticados por el canon, el centro o el conservadurismo. No traducen su experiencia para que sea aceptada en San José; escriben desde sus propios marcos de referencia, sus luchas y paisajes simbólicos. Su literatura no es provincial: es transgresora.
La estructura misma del libro refuerza esta apuesta. El libro está organizado alrededor de cuatro ideas que son: las identidades, las utopías, las raíces y los homenajes, por medio de las cuales se refuerzan discusiones, debates, hipótesis y argumentos alrededor del Guanacaste contemporáneo. El volumen articula un sistema de lectura que no obedece a cronologías ni estilos, sino a dimensiones culturales, históricas e identitarias. Como advirtió el sociólogo francés, Michelle Foucault, se trata de una crítica al modelo liberal de la autonomía literaria y de una apuesta por el arte como herramienta de transformación social.
El libro cuestiona los tradicionales conceptos para valorar la literatura guanacasteca que han tendido a ningunearla, a invisibilizarla y a mostrar a Guanacaste (y a otras provincias) como deficitarias solo por el hecho de no estar en el centro. Lo regional en Guanacaste no se construyó por su oposición con el centro, sino por una serie de relaciones socio-culturales y económicas que se construyeron mucho antes de que el “centro” (Valle Central) se constituyera en hegemónico.

Lo regional en Guanacaste está dado por un conjunto de relaciones que se tejieron con territorios vecinos (Nicaragua, Honduras, Guatemala, Perú, Panamá) y por otros territorios remotos (España, Portugal, Cabo Verde) y otros territorios borrosos (el centro de África). Su potencia cultura era muy fuerte cuando Espíritu Santo (Esparza) estaba en declive y Cartago apenas estaba siendo fundada. Este elemento de autonomía frente al centro es clave para comprender su devenir, si no, además, para entender el tejido de sus identidades y sus diferentes expresiones culturales.
Este libro ofrece una lectura que coloca estos elementos con claridad. Si alguien se acerca al libro para buscar lo “folclórico”, lo “regional”, el “costumbrismo” de la literatura o los temas “típicos” de una literatura subalterna se llevará una sorpresa. Este libro está mandando una señal que indica la fuerte necesidad de replantear la forma en que se ha tratado a la provincia.
Territorios eternos no es solo una obra literaria: es una declaración política, un acto de insurgencia cultural. Es la prueba de que las voces que la integran no necesitan validaciones externas, porque producen saberes, estéticas y discursos propios. Al hacerlo, no solo enriquecen la literatura nacional, sino que la transforman desde sus bases.
Esta es una pequeña recopilación de los poemas que se encuentran en Territorios eternos:
V
En este día gris de septiembre
te prometo no culparte
de mis males más profundos.
En la estancia de mi corazón
serás fuente irremediable
de pasiones efímeras.
No pediré nada más,
solo que te quedés en mi memoria,
ahora y en la hora de nuestro invierno
para siempre…
— Aracelly Bianco, Liberia, 53 años
Para bajar a mi jardín interno
Y me ciño las alas más suaves y sutiles
para bajar a mi jardín interno.
Y me voy, cautelosa, por todos los senderos
y recodos absorbiendo perfumes
y buscando texturas en los pétalos.
Mis amadas flores me miran muy atentas.
Algunas de ellas tienen colores llamativos,
aromas más intensos.
Otras están en un lugar discreto
como esperando una garúa tenue
o que las acaricie el pensamiento.
Pero todas me hacen revivir mis ensueños,
elevarme a los más dulces momentos
y recorrer las páginas más bellas
que antaño se escribieron para guardar el tiempo.
Voy aunando los pétalos y esencias
y tejiendo los versos escondidos en mi jardín interno.
— Brunhilda Rodríguez Martínez, La Cruz, 96 años (1929-2025)
Otros vicios
Me tardé una lluvia para olvidar
el repiqueteo de sus voces
ahora tengo la humedad de mis ausencias
mojándome los párpados
que importa lo que amanezca en mis ojeras
mañana no habrá un café que me levante.
— Andrés Ruiz Mejía, Bagaces, 32 años
Más allá del cuerpo
Desde la habitación de mi ser
esa que fui construyendo.
Donde guardo mi felicidad y pesares
tanteando decisiones tomadas
cobijado en el manto del sentir.
Se abren los senderos del recordar
y vuelvo a soñar.
A los senderos de la viveza
donde la primavera es alegría,
donde los veranos, eternos son
y el invierno, es solo un día más.
Donde la luz se alza y se puede conversar
con la ilusión de poder seguir.
Caminado hacia el filo, loco por vivir sabiendo
que es solo mía esta manera de sentir.
— Anthony Carrillo Molina, La Cruz, 24 años
Ls v.s tecnología
Fría como la nieve.
Sin corazón,
sin sentimientos.
Miro tu tierna piel
con la voz de la
inocencia de niño.
Quiero sentir tu calor
y apaciguar mi corazón.
Escucho y miro
la tecnología
que no me
deja abrazarte.
— Marta Fait Villalobos, Cañas, 71 años
Anestesia
La anestesia es un país en venta,
señor, mi escuela, el agua de los riachuelos,
niños corriendo.
Luz intensa, palabras, vacío, mis hijos, una comida caliente.
Sé cómo me llamo, sé el nombre de mis vecinos.
Palpita, mi corazón palpita.
De niño vi a un ángel subir entre la bruma,
eran lentas las ideas, los autos, los juegos
Sé de ese ángel, de la comida caliente.
Mi madre pasaba su mano por mi cabeza,
en qué momento se enredó la justicia,
el abuso de algunos, la tragedia de la pobreza.
Tomar lo que puedas
no resuelve el hambre.
La justicia es un acomodo en el paisaje,
cada cual le pone el color que le conviene.
Un líquido frío entra por mi brazo,
tiene tres años.
El aire no llega a los pulmones
luces, gritos, el barrio sobre mí
el líquido corre, hace frío,
en tres minutos, en algún lugar nacerá un pez.
— Minor Piedra Alfaro, Tilarán, 65 años
Guana vibes
Henos aquí tristes y solos con el acento corrompido,
en este ambiente de clima áspero y menú en inglés.
-De lejos nos miran los maderos y las ceibas-
Henos aquí a cuatro incendios forestales de distancia
y a tantos días sin hogar, sin casa.
Desayunamos el discurso de los buenos, de los que saben,
envuelto en tortilla tiesa, hirviendo el café con lengua.
“Guana” en la agenda de efemérides, en la gira preelectoral.
-Somos río, montaña y mar-
El abuelo que vende pastes en el semáforo.
“Chill” y “nice” en la puesta de sol.
Somos el borracho sabanero y golpeador,
la chola abandonada de la cama al corredor.
Henos aquí tristes y solas con el lenguaje corrompido
de la iglesia al marido, con la belleza gentrificada.
Aquí, living in paradise.
¡Zumba que zumba la gringa en su lujosa mansión.
Mientras los guanacastecos vivimos a raja coyol!
— Sheila Santana Mora, Cañas, 36 años
