Como en sentido figurado todos los caminos se dirigen a Roma, hace una pocas semanas discutía de arte con alguien allegado y hablamos de la Academia de San Andrea en esa ciudad, lugar en donde expuso el pintor Teodorico Quirós.
Corría el año 1952, a principios de octubre, el Consejo Académico de la Accademia di Sant’Andrea decide por unanimidad nombrar a Teodorico Quirós “Académico Efectivo en la clase de arte, sección pintura” y aceptan la proposición del ministro de Costa Rica, para organizar una exposición que va a ser costeada por el “Instituto Cultural Italiano América Central” y que se realizará en noviembre en la sede de la Academia.
Nuestro distinguido artista viaja a Europa con María su esposa y 40 pinturas. Estando allá completa 50 obras, ya que le gusta salir a pintar óleo y acuarela, técnicas que maneja con fluidez. Una ciudad como Roma es el sueño de todo pintor y arquitecto como él.

De los numerosos viajes que realiza, siempre deja, como testimonio de su presencia en cada uno de esos sitios, pinturas en las que capta los ambientes recorridos de temas variados, edificios históricos y modernos, los rincones, los mercados; cualquier cosa que llame la atención del arquitecto y del pintor están plasmados en sus telas.
Parece que pintar es una actividad que no puede interrumpir ni aun cuando está de paseo a pesar de la incomodidad que significa cargar con todo el equipo de pintura y las obras ejecutadas probablemente húmedas.
Sin embargo, busca el tiempo para escaparse a pintar y audazmente se ubica en algún ángulo del paisaje que le interesa; esta actitud solo la podemos imaginar en un individuo con una vocación de pintor que va más allá de todo lo razonable.
La prestigiosa Accademia di Sant’Andrea. Arti, Scienze e Lettere se ubicaba en la Via Paganini 7, bueno, aunque no estamos seguros de que esa fuera su verdadera ubicación, pero ese fue el edificio en donde se llevó a cabo la muestra. La exposición fue un éxito para Quico, allí estaba cada uno de los ticos que vivían en Roma, diplomáticos y autoridades italianas se hicieron presentes ya que el señor embajador de Costa Rica era todo un estratega y sabía muy bien su papel de diplomático exitoso. La prensa italiana también hizo eco de la muestra pictórica.
Entre las obras que el artista lleva a esta exposición hay algunas de la década de los 40 como Tiribí o Quebrada, con lo que podemos asumir que todas las pinturas eran paisajes. Como es su costumbre, en Italia también efectúa algunas pinturas al óleo comola Piazza Esedra, el Foro Romano y Santa Marinela. Asimismo, pintó una serie de acuarelas como la escena del Ponte Vecchio, Corte di Palazzo Strozzi, Leones de la Cordonata Capitolina, Teseo en la Piazza de la Signoria y otras.
Hasta nosotros ha llegado un cuidado folleto de exposición editado en Roma en 1952. Está esmeradamente realizado en una cubierta de cartulina fina y papel de muy buena calidad, con siete imágenes de obras del pintor y un texto introductorio de Aurelio Tommaso Prete, conocido periodista y crítico de arte de esa época.
Sin embargo, el documento tiene ciertas peculiaridades, que hacen pensar que quien lo editó no tenía experiencia en el lenguaje gráfico y de contenido de los folletos utilizados en las exposiciones. Su tamaño es desmedido, no tiene una introducción formal de parte de la Academia y del Instituto Cultural Italiano América Central, carece de la lista de obras a exponer y a su vez está sin las medidas y los datos pertinentes de las obras. Para terminar, no tiene paginación ni la fecha de la exposición. Todo esto hace que pensemos que todo el asunto es extraño, pero lo que me puso sobre aviso fue un dato en la segunda página, un nombre: Teodoro B. Castro.
Qué lejos estábamos de pensar que El secreto encanto de la KGB (2004), escrito por Marjorie Ross y leído hace muchos años, tendría alguna relación con el arte costarricense. Pues sí, ese personaje que aparece en el folleto, el embajador de Costa Rica, es precisamente el centro de la investigación de nuestra amiga. Un miembro de la KGB que se hizo pasar por una serie de personajes, participó activamente del espionaje ruso, fue parte activa en el asesinato de Trosky y terminó siendo nuestro embajador en Italia a mediados del siglo pasado.
Dadas las circunstancias, otra pregunta que nos hacemos es si la Accademia di Sant’Andrea existió realmente, ya que no he encontrado un solo rastro de ella. Parece claro que la Academia era una pantalla; lo que sí es cierto es que nuestro embajador se valía de ella para organizar eventos, dar medallas de mérito y complacer a muchos. Me pregunto cuántos políticos costarricenses habrán recibido una de ellas. También me pregunto si el rector Alberto Bianchi di Castelbianco della Torre, duca di Serravalle era un personaje real o ficticio… Bueno, ustedes ya habrán intuido que hay algo podrido en Dinamarca, para parafrasear a Marcelo en Hamlet.
En esos tiempos, el embajador Castro gestiona ante el gobierno italiano algunas becas y una de ellas se le concede al joven abogado César Valverde, quien trabajaba en la Cancillería. La jugosa beca la aprovecha el joven para estudiar arte en Delle Belle Arti y la Scuola del Nudo Roma. Al mismo tiempo es nombrado agregado cultural en la embajada, por lo que su relación con Teodoro B. Castro es cercana. Sin embargo, sus estudios lo alejan de la embajada, lo que es, sin saberlo, una ventaja para él. ¡Cuánto me hubiera gustado haber podido hablar con César de este período! ¡Cuánta información perdida!.
Al año siguiente de la exposición de Quico Quirós en Roma, por razones de Estado y a pedido de Moscú, Don Teodoro Bonnefil Castro debe abandonar su puesto de privilegio en la embajada de Costa Rica. Su nombre también era una ficción que para él había inventado Joaquín Gutiérrez, con el fin de poder hacerlo pasar por costarricense. Sin decir nada a sus subalternos, a principios de diciembre de 1953 se escabulle de su lujosa residencia en el barrio Parioli y junto a su esposa y su hija, desaparece sin dejar rastro.

Han pasado 73 años desde que la Accademia di Sant’Andrea, nombrara a T. Quirós como miembro honorífico, 73 años desde que se llevó a cabo su exitosa muestra y hemos repetido una y otra vez en su biografía este logro, sólo que hasta ahora descubrimos ese gran secreto. Una institución fantasma creada y concebida por un personaje también ficticio hace que dudemos de ahora en delante de muchas cosas y sepamos que no todos los caminos llegan a Roma, pero que siempre podemos disfrutar del secreto encanto de una exposición.