Existe una larga tradición que piensa la escritura como el arte de trabajar con el lenguaje. Larga noche hacia mi madre, la novela de Carlos Cortés recién reeditada por Pinguin Random House, se inscribe decididamente en esta tradición y constituye uno de sus puntos más altos en la narrativa centroamericana del siglo XXI.
La novela traza el retrato de una madre en caída libre por la espiral de la locura frente a la mirada atónita del hijo. Pero más allá de su tópico, la narración se estructura como una indagación de las capacidades del lenguaje por nombrar esas zonas de la existencia que parecieran excederlo.
El retrato de una devastación
Durante mucho tiempo la locura fue considerada el fondo negativo contra el cual se recortaba la razón. La locura, en tanto sinrazón, constituía el revés de un juicio que había perdido su rumbo. En Larga noche hacia mi madrela locura, en cambio, traza su propia ruta de devastación: mientras el huracán César azota la región, la locura hace lo propio dentro del universo íntimo de los personajes.
La locura de la madre trabaja entonces como una zona fenoménicamente autónoma que lo absorbe todo. El hijo, en su calidad de testigo, intenta así narrar lo inenarrable: poner palabras allí donde lo que hay es una herida abierta que repele la narrativización.
El libro se propone, desde este ángulo, como un tour de force: un descenso hacia un submundo emocional impermeable a las reducciones racionalistas. Se trata de hacer descender al lector hacia el corazón mismo de la locura y de hacerle contemplarla sin los chantajes del pronóstico halagüeño ni las falsas promesas de una curación improbable.
Pero, ¿mediante qué tipo de herramientas es posible emprender tal clase de empresa?
Aunque en las cenas entre amigos Carlos Cortés suele bromear con que se considera un poeta retirado, lo cierto es que Larga noche hacia mi madretrabaja mediante los recursos de la poesía y no tanto mediante los resortes de la narración. Carlos se acerca a esta novela más como un orfebre de la palabra que como relator de historias. Su trabajo con la frase corta que golpea el subconsciente del lector no apela, pues, a la Razón. Se trata, antes bien, de apostar por una experiencia de lectura y no tanto por la estructuración de escenas que sepan arribar a un fin.

Larga noche hacia el lenguaje
En medio de esta odisea por la palabra, Carlos Cortés también nos deja ver la íntima relación entre lenguaje y orfandad. Si la lengua es siempre materna, como lo señala Cortés en otro contexto, ¿qué ocurre cuando la madre hereda únicamente la lengua rota de la locura?
Lejos de la autocompasión, la vergüenza asoma aquí como la única forma posible de la herencia. Descendiente de la madre alienada y del padre muerto, al narrador de la novela solo lo espera el desamparo, el destino de hijo póstumo que busca sin cesar sus muertos, como Juan Preciado. Y lo que queda tras ese vertiginoso viaje hacia el centro del dolor para ese huérfano que somos todos es tan solo la palabra, que gira sobre sí misma, pero que nos eleva con ella.
