Una novela en la que el escritor costarricense Carlos Fonseca, destacado en la literatura nacional e internacional, se atrevió a narrar desde Costa Rica y se caracteriza por la polifonía y los juegos temporales y espaciales le dio al autor, de 36 años, su segundo premio nacional, aunque el primero en la categoría de novela.
Fonseca, radicado en Londres (Inglaterra), ya había obtenido el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en ensayo por el libro La lucidez del miope (2017).
En esta ocasión, el jurado le reconoce a la novela Austral (Editorial Anagrama) “permitir desde el título la visibilidad de Centroamérica y Suramérica como escenarios de la búsqueda del ser en contacto con la naturaleza, sus lenguajes y sus historias”. Además, destacó que es un texto escrito con imaginación y dominio retórico y estructural, a partir de fotos, documentos, fotografías y citas.
Desde su irrupción en el panorama literario internacional con la novela Coronel Lágrimas, publicada en el 2015 por la editorial española Anagrama, Fonseca conquistó a los especialistas y se ganó los halagos de The Guardian y The New York Times Book Review.
De hecho, ya en el 2016, el autor fue incluido en la lista de los 20 mejores escritores jóvenes de Latinoamérica en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y en el 2017 fue parte del libro Bogotá39, con nuevas voces de la ficción de América Latina. Luego, en el 2021, la revista Granta lo escogió entre los mejores 25 autores jóvenes en español.

Conversamos con el autor de la novela Museo Animal (2017) acerca de este galardón, que será entregado en mayo; de Austral y de sus nuevos proyectos.
“‘Austral’ comenzó como un cuento, titulado ‘El fin’, en el que exploraba la historia de un antropólogo y su relación con el último hablante de un idioma indígena. Supe de inmediato que ahí había un mundo, y que ese mundo era el mío, con mis propias rutas y mis obsesiones”
Es su segundo premio nacional en Costa Rica. ¿Cómo toma este galardón? Si el primero era una especie de bienvenida a casa, ¿este qué es?
Para mí, este premio significa mucho, pues Austral fue la primera novela en la que me atreví a narrar desde Costa Rica y hacia Centroamérica. El protagonista es tico y la trama gira en torno a Centroamérica. En ese sentido, recibir el premio es un poco confirmar que también puedo narrar desde ahí, desde casa.
Austral nació como un cuento que se volvió en un proyecto más ambicioso. ¿Qué le dejó o le permitió Austral?
Austral comenzó como un cuento, titulado El fin, en el que exploraba la historia de un antropólogo y su relación con el último hablante de un idioma indígena. Supe de inmediato que ahí había un mundo, y que ese mundo era el mío, con mis propias rutas y mis obsesiones. Dejé que ese mundo se desarrollase y me llevase de vuelta a Centroamérica.
¿Cuál es el aporte o exploración más valioso en ese texto?
La verdad, no sé. Eso se lo dejo a los lectores. Pero si algo aprendí del texto es que mis obsesiones privadas, esos idiomas privados que siempre me han interesado tanto literariamente, acá apuntan hacia algo más: a un espacio de comunidad, en el que, a partir de la excentricidad, se construye un mundo en común. Hay un costado ético en esta novela que no estaba en las anteriores. Ética, pero sin moral ni moraleja.
‘Austral’ se pregunta un poco por cómo es posible acercarse al dolor de los demás. En un mundo en el que a veces parece que cada grupo y cada comunidad está encerrada en sus problemas, acá se intenta esbozar un espacio de comunidad.
¿Cómo podemos entender ese costado ético que menciona y por qué le interesa tanto?
Austral se pregunta un poco por cómo es posible acercarse al dolor de los demás. En un mundo en el que a veces parece que cada grupo y cada comunidad está encerrada en sus problemas, acá se intenta esbozar un espacio de comunidad. Por eso aparecen tantas duplas de protagonistas en la novela: quería pensar la posibilidad de ese vínculo y narrar desde ahí.
Eso es lo que la diferencia de las anteriores ¿cuáles son esas obsesiones que las emparenta?
Siempre creo que escribo novelas distintas a las anteriores, pero luego llegan mis amigos y ven lo que yo no vi: nuevamente los viajes, nuevamente la enfermedad, de nuevo las ideas fijas y la pregunta por lo que significaría regresar a casa. Y es algo que agradezco, que sepan ver allí al mismo loco de siempre, con sus mismas obsesiones y sus mismos trucos.
¿Qué pasó luego de Austral? ¿Escribe varios libros a la vez? ¿Necesita liberarse de uno para seguir con el otro?
Luego de Austral he querido hacer algo distinto. Siento que Museo animal y Austral son una especie de dupla: novelas sobre el arte y la naturaleza, sobre América y Europa. Tengo varios proyectos actualmente, pero uno en particular me llama la atención y es en el que estoy trabajando ahora mismo: una novela distinta, que no solo narra el dolor sino también la alegría. Siento que es difícil narrar la alegría, así que me he propuesto escribir una novela en que toco el tema.
¿Cómo logra que los premios y ser uno de los escritores más reconocidos del país no lo envanezcan, conservar los pies en la tierra y seguir produciendo sin presiones? ¿O sí hay presiones?
La verdad es que no lo siento mucho. Estoy fuera de redes y tengo dos hijos pequeños, así que siempre mi mente está con un pie en la tierra, por necesidad. Intento simplemente mantenerme fiel a lo que me interesa, al margen de las tendencias del mercado del libro. Dejo que esas pulsiones marquen el camino y no los premios ni las expectativas.