
Tras el paso por la alfombra roja veneciana de directores como Yorgos Lanthimos y Noah Baumbach, este sábado le llegó el turno a otro habitual de Hollywood, el mexicano Guillermo del Toro, que trajo al Festival de Venecia una adaptación de Frankenstein.
En esta 82.ª edición de la Mostra, 21 películas compiten por el León de Oro, que otorgará el 6 de septiembre un jurado encabezado por Alexander Payne.
El mexicano Guillermo del Toro presenta en Venecia una cara adaptación del relato de Mary Shelley publicado en 1818 sobre Victor Frankenstein, un egocéntrico científico que da vida a una criatura que lo acabará llevando a la ruina.
“Buscando la vida, creé la muerte”, afirma en un momento Frankenstein (Oscar Isaac) creador de una criatura que, en muchos aspectos, despierta ternura.
Con una cuidada estética gótica, Del Toro trae a la pantalla una historia que habla de violencia, autoconocimiento e identidad a través de un personaje cautivador interpretado por Jacob Elordi (Priscilla).
Para el cineasta, se trata de “una historia emotiva, tan personal como todo lo demás” que haya hecho, había dicho en mayo en el Festival de Cannes.
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Este sábado en rueda de prensa, Del Toro, ganador del Oscar y del León de Oro por La forma del agua, admitió que, para él, Frankenstein “fue una religión desde que era niño”.
“Me criaron [inculcándome la religión] católica [pero] nunca entendí del todo a los santos. Y luego, cuando vi a Boris Karloff [el actor que interpreta al monstruo de Frankenstein en la película de James Whale de 1931] en la pantalla, entendí cómo se veía un santo o un mesías. Así que he estado siguiendo a la criatura desde que era niño”, dijo.
La película, distribuida por Netflix, “intenta mostrar personajes imperfectos y el derecho que tenemos a seguir siendo imperfectos. Y el derecho que tenemos a entendernos unos a otros en las circunstancias más opresivas”, explicó el mexicano.
Pero, al ser preguntado sobre si la inteligencia artificial podría constituir un monstruo de Frankenstein actual, el mexicano se mostró tajante: “A mí, la inteligencia artificial no me da miedo. Me da miedo la estupidez natural, que es mucho más abundante”.

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