El día histórico llegó. La Orquesta Sinfónica Nacional, por primera vez en sus 173 años de existencia, interpretó la monumental obra La condenación de Fausto con más de 200 artistas en escena y una intensidad que solo se aprecia en montajes especiales.
Este 31 de mayo, en el Teatro Nacional, el ensamble se alió con el Coro Sinfónico Nacional, el Coro Surá, el Coro de niños del Instituto Nacional de la Música y cuatro destacados solistas para retratar el turbio viaje que Héctor Berlioz compuso inspirado en la mítica leyenda de Goethe.
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Viaje de sensaciones
El Teatro Nacional se mostró tímido para el comienzo de la obra. A pesar de estar casi en su totalidad de asistencia, el público dio unos cuantos fríos aplausos que, conforme pasaron los minutos, calentaron y dieron peso a una noche de matices sombríos.
Este clima fue posible gracias a los colores naturales que ofrece La condenación de Fausto. Esta obra relata la historia de un doctor erudito que es tentado por Mefistófeles –la encarnación del diablo– para que comience a llevar una vida de placeres terrenales.
Al escuchar la propuesta del demonio, Fausto pone poca resistencia y se encuentra con Margarita, mujer de la cual se ha enamorado y el destino parece haber hilado para su amor infinito.
El problema es cuando la madre desaprueba su relación y Margarita decide asesinarla. Ella es encerrada en la cárcel por su crimen y, en un sórdido acto de desprendimiento, Fausto cambia su vida por la libertad de su amada y le vende su alma al diablo.
Quienes se encargaron de interpretar a los personajes de la obra fueron los solistas invitados encabezados por el tenor coreano Woo Young Yoon, la mezzo-soprano estadounidense Raehann Bryce, el barítono canadiense Daniel Okulitch, y el bajo costarricense Luis Gabriel Quirós.
Desde que el coreano Yoon salió a darse a conocer por el rol de Fausto, se sabía que algo especial ocurriría. Es un tenor potente, plenamente compenetrado con su personaje y desde el primer segundo dio a entender que no solo le importaba acertar con las notas de la partitura, sino que contaba con dotes histriónicos suficientes para interpretar los dilemas existenciales de Fausto con una preocupación genuina.
El barítono Okulitch, que se encargó de interpretar a Mefistófeles, entró con un porte tajante: su altura, cabello estilizado y mirada demoniaca hizo sencillo imaginar a un malvado ángel poderoso que, respaldado por los cantos de la orquesta y los sórdidos rezos de los coros (con las palabras inventadas por Berlioz para crear un idioma satánico) brindaba un escalofriante retrato del pecado importado del inframundo.
Ya solo con ambos fue sencillo dejarse llevar por la obra. Las poco más de dos horas de presentación se sucedieron con rapidez ante una imponente demostración de calidad.
Inolvidable resultó el encuentro entre Fausto y Margarita. La cantante Bryce, ataviada de un vestido dorado y luminoso, fue una Margarita inolvidable, sentida y única. La química entre ambos vocalistas fue completa y conmovedora, lo que provocó que su separación, para el final de la tercera parte, arrancara aplausos absolutos, ya sin ningún rastro de timidez por parte de la audiencia.
Aún así, el apoteósico final en que el demonio vence es arrollador. Yoon se va al límite con su Fausto y cae rendido en su silla tras vender su alma. Mefistófeles grita en francés: “soy el vencedor” mientras los violines imitan a los caballos apocalípticos.
A punta de sonidos, el cerebro crea una imagen imposible de borrar. Fausto ha sido condenado y el público acaba satisfecho con una puesta tan pulida que hace ver al averno con un orden musical divino.
Un chance más
El espectáculo se repetirá este domingo a las 10:30 a. m. en el Teatro Nacional. Las entradas para este concierto se encuentran a la venta en la boletería y en el sitio web teatronacional.go.cr, con precios entre los ¢6.000 y ¢25.000, dependiendo de la localidad de preferencia.