Dicen que en la vida todo se devuelve y en el caso de Alejandra González Rojas, la ojiverde adolescente que puso a medio país a practicar aeróbicos en pos de mejorar la salud pública, parece estar recibiendo con creces el karma que sembró. Hoy es inmensamente feliz gracias a los caballos, la doma natural y técnicas ecuestres que aprende y enseña.
A sus 47 años, la otrora chiquilla que salía a buena mañana de la cama para poner “en funcia” a costarricenses de todo el país que seguían sus rutinas de ejercicios desde las salas de sus casas, hoy sigue practicando el mismo hábito de madrugar, solo que ahora se levanta directo a ver a sus adorados caballos y también perros y otros animales que conviven con ella en una finca familiar, en San Rafael de Alajuela.
Si bien lleva años retirada de la televisión, su rostro es fácilmente reconocible no solo porque se mantiene saludable y hermosa, sino porque su sonrisa perenne es su sello incólume.
Y tanto antes como ahora, evidencia que Alé Alé ha tomado decisiones correctas —sin ser perfecta, nadie lo es— y ha sabido sortear los nubarrones de su vida y alcanzar algo que por momentos se parece a la felicidad total.
A no dudarlo, sus trabajos han sido poco convencionales. Desde muy pequeña esta alajuelense se dejó seducir por el deporte y destacaba en diferentes disciplinas como estudiante del colegio Marista.
Quizá por entonces la intrépida chiquilla no lo sabía, pero el hecho de haberse criado entre caballos, en lo que fue una infancia en fincas, equinos y otros animales ya desde entonces le conferían ese fuerzón, ese octanaje que le permitió brillar desde pequeña en gimnasia, natación, hasta en basquetbol —”¡Imaginate, yo con esta estatura y en basquet! bromea—.
La Alejandra de hoy, en realidad, es la misma que conocí hará unos 25 años, no solo como figura de televisión si no porque, en medio de todas las actividades en las que vivía sumida, laboral y académicamente, hubo una gesta que muchísima gente le agradece al día de hoy y de la que ella se siente particularmente orgullosa.
Es que, religiosamente, por al menos 10 años Alé Alé dedicó las mañanas de sus domingos a impartir clases gratuitas de aeróbicos en La Sabana, en una plataforma y con equipo de sonido, música, y demás costeado por ella misma.
De estos detalles no se vanagloria, de hecho lo cito acá porque era de conocimiento público y también noticia frecuente, pues había gente que hacía el esfuerzo de venir a San José desde las provincias con tal de dejarse llevar por el ímpetu y el entusiasmo de Alé Alé, quien desde entonces, además, se dio a querer por su sencillez y humildad cuando atendía consultas y ofrecía consejos a quienes se los solicitaran.
En su mayoría se trataba de gente sencilla, muchos oriundos de pueblos a quienes ella motivaba, de quienes recibía agradecimientos y elogios y que se iban felices para sus hogares, con herramientas para fortalecer su salud pero claro, también por el honor de compartir con una figura de televisión a la que tendrían en las salas de sus casas el lunes siguiente.
Conexión vital
Pero bueno, regresemos a los tiempos en que todo comenzó. Ale, quien a todas luces es tan disciplinada como descomplicada, organiza su agenda en un tris y a pesar de que debe acompañar a su (adorado) papá, don Jorge González a una cita médica, y más tarde ir a recoger a una amiga al aeropuerto, se dispone feliz a cambiar de vestuario y a posar, radiante, junto con sus caballos y su adorada perra Sienna, una pastor belga ‘divertidísima’, dice Ale, cuya felicidad se desborda al posar con ella para el lente del fotoperiodista Rafael Pacheco Granados.
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“Mi papá, Jorge Luis González,
“Mi papá, Jorge Luis González, es en gran parte el responsable de todo esto, de tanto amor. Gracias a él aprendí desde pequeña que los caballos son animales maravillosos, sensibles y con sentidos muy desarrollados, tienen su lenguaje corporal y uno establece con ellos una relación maravillosa. Fijate que solo estar cerca de un caballo genera bienestar, es como un campo magnético en el que los corazones de ambos se sincronizan, la equinoterapia otorga muchísimos beneficios para la salud física, energética y mental”.
— Alejandra González
En medio del verdor en el que se crió y se ha refugiado siempre, Ale rememora hermosos pasajes de su infancia. “Es que mucha gente me identificó y me recuerda por el tema de los aeróbicos, pero no muchos saben que yo me crié entre caballos, mi papá era entrenador de caballos para caballistas, y por el lado de mi mamá, y por el lado de mi mamá, mis tíos abuelos todavía montan ¡bueno mi bisabuela era una gran montadora ! Así que lo traigo en la sangre pero además, mi papá que es lo más campechano del mundo representa muy bien a la gente de caballos... es un mundo maravilloso, con aquella energía y ese temperamento me desarrollé yo y fue cuando usé ese ímpetu para destacarme en los deportes”, rememora Ale.
Al salir del colegio estaba determinada a estudiar una carrera relacionada con el acondicionamiento físico y todo el proceso de bienestar integral, pero pronto se percató de que convertirse en profesora de educación física no era exactamente lo que quería... y a sus 21 años el mismo destino le fue demarcando la senda.
Estudio en Canadá y lo que aprendió amplió su universo, pues ya en todo el mundo se empezaban a masificar otros ritmos latinos, con tal de motivar más a quienes estaban incursionando en el acondicionamiento físico.
Luego una amiga la invitó a Boston y entre bastidores Ale se colocó el micrófono e improvisó una sesión de ‘latin aerobics’ que inyectó a los presentes. Fue cuestión de meses para que Ramón ‘Moncho’ Coll le diera su propio programa matutino en Canal 2, tiempo después pasó a canal 4 y luego al 6. En total permaneció nada menos que 13 años consecutivos al aire. ¿Cómo no recordarla hoy, con cariño y agradecimiento?
Pero como todo tiene su tiempo, Alejandra (la mayor de cinco hermanos, dos mujeres y tres varones) y quien se había casado, empezó a redescubrir la equitación de manera profesional y pronto se involucró de lleno en la doma de caballos.
Pero entonces su amor, asombro y mimetización con los equinos se fue agigantando al punto de que hoy los caballos y lo que provocan estos animales a nivel físico, mental y emocional en los seres humanos, se ha convertido en eje permanente de trabajo y de un aporte a nivel personal que todos los días obnubila más a Alejandra González.
“Yo vivo muy agradecida con la vida ¿cómo no? Si siempre hago lo que me gusta. Tengo una vida super activa, si bien ya no específicamente con aeróbicos pero el montar a caballo es un tremendo deporte que obliga al atleta a ser fuerte y sensible para mejorar el balance y convertirse en un mejor jinete”, explica la alajuelense.
Como a todas luces ella no hace nada a medias, sigue especializándose en diversas ramas como diferentes técnicas de biomecánica del movimiento, una de sus especialidades en las que aplica todo su conocimiento para entablar la mejor simbiosis posible entre el animal y el jinete.
La personalidad de Alejandra, alegre y entusiasta, podría describirse como sumamente extrovertida, mas no “bombeta”.
Ya entrando en el tema personal, la pregunta sobre sus devaneos amorosos de su temprana juventud, cuando era admirada y piropeada por cientos de muchachos a lo largo y ancho del país, Ale bromea: “¡Pues yo no sé dónde estaban porque a mí nunca me llamaron, o sea, yo ni cuenta me daba de que tenía tantos admiradores!”, dice entre carcajadas con esa voz ronqueta pero a la ves tremendamente femenina que la caracteriza.
Ya un poco más reflexiva reconoce que nunca fue muy noviera, siempre ha estado muy enfocada en sus distintos quehaceres personales y profesionales y tras su primer matrimonio, ya divorciada se enfocó en su profesión relacionada con el tema equino, siempre inquieta, aprendiendo más cada día sobre el resultado de las investigaciones mundiales que surgen constantemente.
Próxima a cumplir los 48 años el 25 de noviembre, el tema de la maternidad ya no está en su ecuación, al menos como se conoce en sociedad.
“Creo que la percepción de la maternidad implica creatividad y cuidado, esta combinación la tengo todos los días de mi vida, mi realización es cuidar y entrenar a mis caballos y , de alguna forma todo lo que tengo alrededor lo desarrollo y lo alimento todos los días gracias a lo que hago, entonces además me dedico a chinear a mi pareja, a mi familia”, analiza Ale.
—¿Cuál pareja? ¿De qué me perdí? Es que no habíamos hablado de esta parte sentimental, ¿estás en pareja?
—”¡Clarooo! Yo tengo mi esposo, mi complemento, tenemos una relación increíble pero yo siempre he sido muy reservada con mi vida privada, entonces dejémoslo hasta ahí”, dice entre risas.
El caso es que Alejandra ya lleva casi 20 años dedicada al entrenamiento de caballos, incluso en el 2003 fue parte del equipo nacional que representó al país en los Juegos Panamericanos en República Dominicana.
Es experta en la llamada “doma natural”, una técnica que ofrece las herramientas para un mejor entendimiento del caballo, y sigue creciendo como instructora, al punto de lograr un rango cuatro estrellas, en el metodo Parelli Natural Horsemanship .También se certificó en el llamado ‘Método Franklin’ que, en pocas palabras, intenta mejorar la técnica del balance y entendimiento del cuerpo humano para poder ser mejor jinete.
“Yo me considero una estudiante eterna, paso pendiente de los últimos estudios y siempre estoy tras lo nuevo, Como profesional en la equitación me especializo en tres campos: la doma natural donde se forma al caballo sin violencia y la biomecánica del movimiento a la hora de montar con el método Franklin y el adiestramiento, que es el deporte que practico” explica Alejandra, quien realiza gran parte de su trabajo fuera del país, donde ofrece cursos y clínicas constantemente.
Entusiasmo andante
Pero bueno, como es lógico hay otra parte de la recordada Alé Alé que más bien está a cargo de Alejandra, cuya rutina de vida corresponde al “horario de la gente de campo”, pues cuenta que como muy tarde se acuesta a las 9 de la noche para levantarse con toda la energía pasaditas las 5 de la mañana para arrancar con una rutina de ejercicio de una hora, que habitualmente es de pilates, movimiento funcional y yoga.
Luego prepara el desayuno, se aboca a sus deberes diarios con sus caballos y demás y, eso sí, se organiza para hacer ella misma el almuerzo, pues no solo le encanta cocinar, sino que le fascina consentir y chinear a los suyos.
“Desde muy joven me gusta la cocina, me encanta hornear pan, hacer repostería, me jalo unas tartas y unos postres deliciosos, pero cuido el balance con la preparación de comida saludable... para mí cocinar es un ritual muy zen, es importantísimo para mí porque, a final de cuentas, como ya se sabe, sos lo que comés”.