Acompañada por la editora en jefe de la revista Vogue, Anna Wintour, la duquesa de Sussex, Meghan Markle, asistió a la final del US Open en el Arthur Ashe Stadium, en Nueva York, con el fin de apoyar a la gran amiga de ambas, Serena Williams, quien pudo haber tenido un día histórico gracias a la posibilidad de igualar el récord de 24 ‘grand slams’ ganados por la australiana Margareth Court. Esto al final no ocurrió, pues Williams perdió este domingo contra la canadiense Bianca Andreescu, de 19 años; sin embargo, tanto Wintour como Markle se convirtieron de principio a fin en “porristas” de la tenista, como les llamó la prensa rosa.
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En medio de no pocos cotilleos, sobre todo de un sector de la prensa inglesa, que tildó su periplo como “un viaje rebelde” Meghan Markle voló desde el Londres Heathrow y dejó a su esposo, el Príncipe Harry y a su hijo Archie, de cuatro meses en Windsor. Eso sí, un equipo de seguridad la acompañó, aunque en forma discreta, durante el juego y en algunas salidas cortas que realizó a zonas exclusivas de la Gran Manzana.
Markle es reconocida por su marcado gusto por el tenis; las cámaras no cesaron de enfocarla durante el juego, que departió sentada por momentos junto a Venus Williams y a la ya mencionada experta en moda, Anna Wintour.
La duquesa llamó la atención de los presentes, quienes no le quitaban la mirada. Esto no la intimidó en absoluto y mientras su amiga caminaba hacia la cancha, ella se puso de pie y le ofreció un efusivo aplauso.
De acuerdo con diferentes sitios especializados en moda, Meghan Markle eligió un sobrio look muy a tono con el verano local: vestido camisero de mezclilla del minorista neoyorkino J.Crew, que no sobrepasa los $120. Ella completó el atuendo con un suéter gris de punto y unos lentes moderadamente oscuros.