Antonio Varas fue uno de los políticos e intelectuales chilenos más admirados y respetados a mediados del siglo XIX; fue diputado y senador de la República en varias ocasiones, y sirvió al mismo tiempo en diversos gabinetes de los presidentes Manuel Bulnes, Aníbal Pinto y Manuel Montt, su maestro, quien gobernó Chile entre 1851 y 1861, casi los mismos años durante los cuales Juan Rafael Mora gobernó Costa Rica.
Es menos conocido el hecho que Varas escribió un amplio artículo titulado “Costa Rica”, aparecido en abril de 1857 en la Revista de Ciencias y Letras de Santiago. Antonio Varas no visitó Costa Rica para tal labor y basó su redacción en la obra de Felipe Molina Bosquejo de la República de Costa Rica, aparecida en Nueva York en 1851; en el número de agosto de 1856 de la conocida Revue des deux Mondes, de París, y en datos proporcionados por Francisco S. Astaburuaga, primer enviado oficial de Chile a Costa Rica.
El artículo de Varas es abundante en elogios al país, a su organización republicana, a su sentir democrático y, desde luego, a su papel en la guerra contra los filibusteros.
Tres visiones. Un libro muy reciente sobre la historiografía que ha recordado y relatado los hechos acaecidos en Centroamérica durante aquella década, señala que los tres países envueltos en el conflicto han reconstruido ese pasado de modo muy diverso: los costarricenses se han empeñado en levantar una crónica heroica o “gloriosa” de la guerra contra Walker y sus legiones, mientras los historiadores nicaragüenses han “proyectado una imagen nacional desgarrada”, y entre los historiadores estadounidenses ha predominado una visión de “ocultación y olvido” con respecto al filibustero y sus hechos. Son palabras básicas de la hipótesis de Víctor Hugo Acuña, autor del libro Centroamérica: filibusteros, Estados, imperios y memorias.
Agrega Acuña que esa crónica gloriosa empieza a escribirse aquí por las plumas de Lorenzo Montúfar (Walker en Centroamérica, 1888), Francisco Montero Barrantes (Elementos de historia de Costa Rica, 1894) y Joaquín Bernardo Calvo Mora (La Campaña Nacional contra los filibusteros, 1897).
Sin embargo, creo que debe señalarse además que, por la admiración despertada en el continente hispanoamericano gracias a la actuación del pueblo costarricense, tal visión gloriosa aparece al mismo tiempo, si no antes, fuera del país, expresada por cronistas que saludaron en sus días la gesta conducida por el presidente Juan Rafael Mora Porras. Para el caso, copio y comento algunas afirmaciones extraídas del artículo de Antonio Varas.
Desde su primer párrafo, Varas reconoce la especial condición del país:
“La república de Costa Rica de que tal vez solo se ha hablado antes para enumerarla entre los estados que se han formado de las antiguas colonias españolas, ha venido recientemente a ocupar la atención de los gobiernos y pueblos americanos, y a despertar interés y simpatías. Empeñada en una lucha horrorosa en que ha tomado parte impulsada por consideraciones que revelan en su gobierno y en sus ciudadanos altas miras y sentimientos que no podemos menos de aplaudir, se ha colocado en una situación prominente digna de un estado americano”.
Una noble causa. Las expediciones de piratas o filibusteros, como la encabezada por William Walker, eran temidas en muchos países del continente; por ello, para Antonio Varas, enfrentarlas abiertamente era un hecho digno de reconocimiento:
“No podemos menos de contemplar con vivo interés y hasta con cierto grado de respetuosa admiración, el papel que ha asumido Costa Rica, que sin culpa alguna en esos manejos indignos, y con una previsión que le honra, se hace el campeón de la independencia de los estados americanos y arrostra los azares y peligros de una guerra”.
Empeñado el gobierno de Mora en organizar la surgente república, en “afianzar el orden interior, en mejorar sus instituciones, en desarrollar sus elementos de progreso” se ve de pronto ante la obligación de cambiar sus metas para repeler a un invasor que llega a agredirla.
Antonio Varas prosigue: “Todos esos bienes los ha pospuesto por salir a la defensa de la independencia americana y de la suya propia, que pronto habría corrido la misma suerte que Nicaragua”.
Ya que de esta pequeña pero valiente nación se sabe tan poco en la América del sur, el afamado político y jurista chileno decide abreviar esa brecha de silencio: “¿Pero qué es esa república que ha tomado tan decidida actitud, que se ha consagrado a tan noble causa, que tan generales simpatías ha excitado y a quien todos desean el más feliz y completo éxito en su empresa?”.
Para contestar esa pregunta, pasa después el articulista a realizar una sinopsis histórica del país luego de 1821, desde las disputas acerca de la adscripción al imperio mexicano, la participación en la Confederación de Repúblicas Centroamericanas, la llegada y muerte de Francisco Morazán, las tensiones con Nicaragua por la anexión de Guanacaste, hasta la primera presidencia de José M. Castro Madriz, en 1847, y los primeros años de los períodos de Juan Rafael Mora.
Luego procede Varas a describir las condiciones geográficas, económicas y políticas de Costa Rica, dando iguales muestras de utilizar noticias tan detalladas como puestas al día. Ofreciendo un informe sobre el cultivo del café y su comercio, detalla, por ejemplo, que “en el año corrido de 1848 a 1849 entraron en Punta Arenas 70 buques y en el de 1850 a 1851, entraron 450”.
Campeón de la independencia. En cuanto a la organización política, Antonio Varas se extiende en datos sobre los procedimientos electorales. Como distinguido profesor que fue, se refiere al estado de la educación costarricense:
“Hay una universidad en que se enseñan varias ciencias, a cuyo sostenimiento se ha destinado la cuarta parte del producto líquido del estanco de tabaco. Está dotada con doce profesores y concurren a ella de 140 a 160 estudiantes. En 1850 existían, distribuidas en los diversos distritos, setenta y nueve escuelas primarias sostenidas, parte por el fisco, parte por las parroquias. La enseñanza pública ha sido atendida en Costa Rica con particular esmero”.
No obstante, todo ese proyecto de organización republicana está en peligro de ser avasallado por la fuerza arbitraria e ilegal que encarna William Walker:
“Mientras que Costa Rica debe hacer una guerra regular, Walker la hace de bandalaje; mientras que la primera, interesada por Nicaragua, entrará en su territorio cuidando de que no se cometan excesos, de que los males no sean más que los necesarios, Walker se conduce como un pirata, como dominando un país que poco le importa en destruir y aniquilar”.
Antonio Varas concluye su relación resumiendo una biografía de Walker, no sin antes exponer otra elevada opinión sobre Costa Rica:
“Todas estas consideraciones ponen de manifiesto que la empresa en que Costa Rica ha tomado la principal parte, presenta dificultades, exige esfuerzos repetidos y constantes, y que esa pequeña república que se ha constituido en campeón de la independencia americana, da un noble ejemplo que no deben perder de vista los demás gobiernos de la América española”.
De frases como esas, dichas y escritas a tal distancia de Costa Rica, comenzaba a articularse una historia gloriosa y, justamente, heroica.
El autor es catedrático de Literatura en la Universidad Nacional.