El 31 de mayo comenzará una nueva edición de la Muestra de Cine Latinoamericano Contemporáneo; la ocasión se presenta ideal para conocer nuevas tendencias cinematográficas, estilos, directores y un cine que para muchos es “siempre el mismo”, pero que, en realidad, es todo lo opuesto.
En total se exhibirán 10 filmes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.
Pueblos autóctonos
A pesar de ser los pobladores autóctonos del continente, los indígenas han visto desaparecer su autonomía sobre la tierra que una vez les perteneció. Las políticas de los diferentes países los han ido aislando y luchan diariamente por mantener su cultura.
El latinoamericano es producto de una serie de mestizajes que configura un carácter complejo y una rica tradición; sin embargo, el racismo no está extinto y es reflejo de tendencias ideológicas dañinas que pretenden que una raza es superior a otra.
Dado este escenario, no resulta extraño que haya un cine latinoamericano que se preocupa por mostrar los diferentes conflictos y realidades de quienes viven más de cerca con la tradición indígena.
En Yvy Maraey (Tierra sin mal, 2013), el director boliviano Juan Carlos Valdivia inventa a Andrés, suerte de álter ego interpretado por él mismo, quien emprende una búsqueda de esa mítica tierra legendaria de los guaraníes, en la que no existe el mal. En el camino lo acompaña Yari, nativo guaraní.
El filme es una road movie en la que Andrés, inspirado por los viajes y fotografías de Erland Nordenskiöld a principios del siglo XX, recorre el Chaco boliviano. La tensa relación con su guía pone de manifiesto la lucha de poder y diferencias de clase. Valdivia se vale del uso de dicotomías, principalmente luz y oscuridad, para plantear dilemas existenciales sobre qué es el otro.
Si en la película boliviana el viaje es de la ciudad a la naturaleza, en el filme paraguayo Guaraní (Luis Zorraquín, 2016), el recorrido es contrario: Iara y su abuelo Atilio viajan de su pueblo natal en Paraguay hasta Buenos Aires, donde trabaja la madre de la joven.
La obra está entre el Coming-of-age de Iara, quien con 14 años empieza a descubrir la sexualidad, y una particular road movie , que avanza entre ríos y carreteras. Abuelo y nieta representan dos generaciones con referentes ideológicos contrastados, pero unidos por el cariño.
Atilio es un hombre machista, de moral férrea, que siempre ha añorado un nieto, a pesar de que Iara siempre le ha ayudado en la pesca. Por su parte, la joven tiene la rebeldía y curiosidad propias de la adolescencia; la ropa y la música que escucha dejan entrever que está más dispuesta a aceptar las dos culturas: la guaraní y la del “hombre blanco”.
Juventud y libertad
Un segundo grupo de películas de la Muestra se enfoca en lo cotidiano de los jóvenes, quienes tienen sueños, aunque no son los de sus padres o los de una sociedad que les impone una conducta que deben seguir.
En la colombiana Los hongos (Oscar Ruiz Navía, 2014), dos grafiteros de clase social diferente deambulan por las callesen busca de espacios donde plasmar su arte, a sabiendas de que la policía y sus padres desaprueban esas acciones. La expresiva fotografía de Sofía Oggioni acompaña a los personajes y crea escenas repletas de poesía urbana.
El este de Cali es presentado por medio de los ojos de estos dos chicos, para quienes la sociedad está en descomposición. Lejos de conceptos preestablecidos y de la corrupción, ellos se refugian en su creatividad, en la necesidad de decir algo por medio de su arte; su aletargamiento es una protesta silenciosa ante un mundo cuyos ideales no comparten.
La ópera prima de Lucía Ferreyra, Forastero (2015), es la propuesta más extrema de la Muestra. La directora evita la narrativa convencional y huye de la lógica secuencial; en su lugar plantea una historia a la que se llega mediante los retazos de memoria de su protagonista.
Filmada en 16 mm en Mar del Sur, locación inédita en la filmografía argentina, el evocador blanco y negro remite a los recuerdos fragmentados de Nico, quien ha regresado a la casa donde solía vacacionar de niño. Con lógica onírica, pasado y presente parecen convivir, mientras que los personajes son llevados por la angustia, la nostalgia y un sentimiento de infinitud propio de la juventud.
Con tono más alegre y desfachatado, la mexicana Somos Mari Pepa (Samuel Kishi, 2013) es un refrescante filme que se aleja de las producciones de denuncia y drama social tan comunes en el cine mexicano.
Tras terminar “la prepa”, Álex y sus amigos disfrutan juntos de un último verano; se reúnen para ensayar y participar en una competencia de bandas, y sus días pasan entre fiestas, chicas, rock y patinetas.
La música es vital para evidenciar las emociones de cada personaje, así el contraste entre el punk de Álex y los boleros de su abuela marcan la diferencia generacional.
Gran parte de la verosimilitud de la película viene de su elenco, jóvenes sin experiencia previa en actuación, solo un corto homónimo del 2011, en el que el director fue perfilando su ópera prima.
Las actuaciones naturales, junto a las locaciones y un estilo cuasi documental dado por secuencias rodadas con videocámara, confluyen en un agradable filme sobre esa etapa de la vida en la que se deja atrás la adolescencia.
Costa Rica está representada por Viaje (Paz Fábrega, 2015), lírico retrato de dos jóvenes que se entregan a la aventura. Filme nada pretencioso que, con buenas actuaciones, música delicada y fotografía monocromática, transmite los idealismos de una generación.
Historias contemporáneas
La Muestra también permitirá observar dramas y comedias para que el espectador se adentre en la cotidianidad latinoamericana.
El filme Boi Neon (2015), del galardonado director brasileño Gabriel Mascaro, sucede en el estado de Pernambuco, en el noreste brasileño. Realizada en locaciones reales, donde el polvo, la tierra y la escasa vegetación crean una atmósfera agreste, Iremar, Galega y un grupo de carismáticos personajes viven de las vaquejadas: rodeos donde la gente observa espectáculos de toros y caballos.
La maravillosa fotografía de Diego García se vale de claroscuros para exhibir los cuerpos, tanto de humanos como de animales, en una obra que deconstruye la sexualidad de sus personajes, para crear metáforas de una plasticidad admirable.
El entonces aparente noreste agresivo, cobra vida y sensualidad en cada fotograma, mostrando la compleja realidad de sus habitantes, que se debaten entre costumbres rurales tradicionales y la entrada de la industria que amenaza con cambiar su estilo de vida.
El duelo es el punto de partida en La memoria del agua (2015) del reconocido realizador chileno Matías Bize. La filmografía de Bize suele girar en torno al tema de las relaciones de pareja, en ocasiones más pasional como En la cama (2005), pero, en este caso, explora el dolor de Amanda y Javier que perdieron a su hijo en un accidente.
La paleta de colores hace eco de la súbita frialdad y desazón que experimenta la pareja que, poco a poco, empieza a distanciarse y buscar formas de sobrellevar el duelo. Los lugares comunes, los recuerdos y el pasado vivido hacen que la despedida sea otro evento igual de doloroso.
La peruana El mudo (Daniel y Diego Vega, 2013) es un cínico retrato de la corrupción en Perú, país dividido entre aquellos a quienes se les hace justicia y a quienes no tienen más opción que aguantar y seguir. Sin embargo, ¿qué pasa cuando el afectado es un juez?
En esa premisa radica la genialidad de la propuesta de los hermanos Vega, muy fácil hubiera sido que un ciudadano común fuera la víctima, pero cuando se trata de alguien que imparte justicia bajo una férrea moral es, entonces, cuando se puede apreciar las grietas del sistema. La extraordinaria actuación de Fernando Bacilio le hizo merecedor de premios en los festivales de Locarno, BAFICI y Cartagena.
El costumbrismo es la tónica en la uruguaya Rambleras (Daniela Speranza, 2013), en la que tres mujeres comparten vivencias en medio de mates y sus viajes a la rambla: avenida que pasa junto al Río de la Plata.
La enamoradiza Patricia y la ambiciosa Jacqueline trabajan en una confitería, junto a ellas está Ofelia, anciana que recién ha perdido a su amiga de siempre. Entre ellas irá surgiendo una camaradería mientras van descubriendo que en la vida se puede continuar sin el pasado y sin hombres.
Memoria
El pasado latinoamericano es explorado en la ambiciosa Flor de azúcar (Fernando Báez, 2016). E filme dominicano está basado en una obra del escritor y expresidente Juan Bosch, en la que Samuel, campesino, huye tras asesinar a un soldado del ejército de Trujillo. El melodrama narra el complicado retorno de Samuel y su antagonismo con la hueste del dictador.
Por 11 días, el epicentro del cine latinoamericano será el Cine Magaly; ahí se podrá disfrutar, gratuitamente, esta Muestra con tan variadas propuestas.
Los 11 días
Este es el programa de la Muestra de Cine Latinoamericano Contemporáneo de este año.
Miércoles 31 de mayo: La memoria del agua (Matías Bize, Chile, 2015).Se contará con la presencia del director.
Jueves 1 de junio: El mudo (Daniel y Diego Vega, Perú, 2013).
Viernes 2 de junio: Rambleras (Daniela Speranza, Uruguay, 2013).
Sábado 3 de junio: Boi Neon (Gabriel Mascaro, Brasil, 2015). Con presencia del director de fotografía, Diego García.
Domingo 4 de junio: Forastero (Lucía Ferreyra, Argentina, 2015).
Lunes 5 de junio: Flor de azúcar (Fernando Báez, República Dominicana, 2016).
Martes 6 de junio: Yvy Maraey (Juan Carlos Valdivia, Bolivia, 2013).
Miércoles 7 de junio: Viaje (Paz Fábrega, Costa Rica, 2015).
Jueves 8 de junio: Guaraní (Luis Zorraquín, Paraguay, 2015).
Viernes 9 de junio: Los hongos (Óscar Ruíz Navía, Colombia, 2014).
Sábado 10 de junio: Somos Mari Pepa (Samuel Kishi, México, 2013).Se contará con la presencia del director.
Todas las funciones son a las 8:30 p. m. en el Cine Magaly, ubicado en el barrio La California. Entrada gratuita.El 31 de mayo comenzará una nueva edición de la Muestra de Cine Latinoamericano Contemporáneo; la ocasión se presenta ideal para conocer nuevas tendencias cinematográficas, estilos, directores y un cine que para muchos es “siempre el mismo”, pero que, en realidad, es todo lo opuesto.