Aunque la ceremonia de inauguración comenzó a las 7 p. m., el Festival Internacional de las Artes (FIA) había dado sus primeros avisos horas antes.
Las luces de las sirenas de los operativos fuera del Teatro Nacional, aunado a la atmósfera previa del evento, daban un aire particular, ese propio de la fiesta cultural más grande del país. Muchas personas rumoraban sus expectativas del festival en plena Plaza de la Cultura, mientras hacían tiempo para entrar al teatro.
Tras un ligero atraso, la ceremonia comenzó.
Una vez que los músicos de la Orquesta Sinfónica Juvenil habían terminado de revisar la afinación de sus instrumentos, el protocolo comenzó. Los obturadores de las cámaras apenas sonaban cuando las luces del teatro empezaron a desaparecer.
La Sinfónica Juvenil dio el pie al protocolo con la interpretación de los himnos nacionales de Costa Rica y Colombia, país al que se le dedica esta decimosexta edición.
“No nos cansaremos de decir que una ciudad sin arte y sin cultura, es una ciudad sin alma”, dijo Johnny Araya, alcalde de San José durante la ceremonia. Mariana Garcés, ministra de Cultura de Colombia, también participó del acto. La ministra aseguró que “la cultura ayuda a la convivencia entre los pueblos”.
“Quiero felicitar a quienes nos hacen reír y bailar. Sean todos bienvenidos al arte”, agregó el presidente Luis Guillermo Solís.
Un teatro movido
Ni el más escéptico hubiera imaginado la fusión de grupos de música urbana con la Orquesta Sinfónica Juvenil. Esa sorpresiva mezcla dio frutos como pocas veces se ha visto.
Después de ser dirigidos por Marvin Araya, Juancho Valencia, lider de Puerto Candelaria, tomó la batuta de la Sinfónica Juvenil.
“Sacudamos a toda hora” fue el grito de salida que dio Crew Peligrosos para el comienzo de su presentación. Lo que comenzó con una sinfonía épica se convirtió en un hilo de hip hop que hizo asentir a todo el público del Teatro Nacional.
Con un tablero de DJ al fondo de la orquesta, el recital tomó tonos desde místicos hasta críticas sociales. Crew Peligrosos es una banda que, desde su primer disco del 2015, ha clamado por la libertad desde el seno de Medellín, con el combate contra la violencia a través de la música.
Los raperos ofrecieron un intenso espectáculo de danza y canto que sirvió como repaso sobre la situación de Colombia, el proceso de paz que se ha instaurado y los retos que los jóvenes sienten que la sociedad debe asumir.
Según los raperos, “Colombia es un país que quiere mantener corriendo su marcapasos”.
“De Costa Rica pa’ Medellín” fue el grito final de la banda que puso a todo el teatro de pie. El recinto vibró con toda fuerza ante un público entusiasmado.
El turno de seguir la fiesta le correspondió a Puerto Candelaria.
“¿Sabías que existe un absurdo pais llamado Colombia?”, dijo una voz en off mientras los artistas ingresaban a escena.
Marvin Araya retomó la batuta para recibir a los de Puerto Calendaria. Con la cumbia, los aplausos resonaron en cada rincón del Teatro.
Los seis integrantes, quienes han desarrollado una discografía de seis álbumes, presentaron arreglos de sus piezas más populares, como la inconfundible Amor fingido y Amor y deudas.
Con un tono circense, los miembros de la.orquesta se elevaban y descendían de los asientos. Todo fue fiesta con sonidos de trombón y saxofón que dejaron a los integrantes de la Sinfónica en constantes saltos.
La voz de la talentosa Magaly Alzate, presentada como Maga la maga, capturó los oídos de todos los presentes.
El ambiente de fiesta tuvo una pausa cuando la agrupación presentó Nocturnos, una emotiva pieza dedicada a todos los fallecidos en los procesos violentos que ha sufrido Colombia. El trombón fue el protagonista de unos diez minutos de reflexión colectiva.
El tecladista Valencia, conocido como Sargento Remolacha, se soltó a preguntar: ¿saben dónde queda Puerto Candelaria?
Nadie supo contestar hasta que el mismo Valencia dijo: “Puerto Candelaria se encuentra en la imaginación”.
Desde allí se vivió la inauguración del festival: una fiesta que arranca desde la imaginación hasta los sentidos, con los colombianos y costarricenses entrelazados por la música.