A la fecha, no hay receta. Hay lectores de todos las edades, gustos y colores. Brotan por todas las razones posibles.
Aún así, cómo contagiar el placer por sentarse con un libro de un regazo y desconectarse del resto del mundo es uno de los grandes enigmas que enfrentan padres y educadores. ¿Con qué se come la literatura para niños y adolescentes?
“A uno como escritor le genera un desafío particular porque los niños no compran libros. Tenés que llegarles a los chicos para que quieran el libro y a los papás para que lo quieran comprar”, dice la autora y periodista Camila Schumacher.
Este año, su libro De poco un todo (publicado por La Jirafa y Yo en el 2016) recibió uno de los reconocimientos entregados por la Fundación Leer/ Ibby Costa Rica.
Como ganador de la categoría de mejor creación literaria, la novela representará al país en la Lista de Honor del 2018 de la Organización Internacional para el Libro Juvenil (Ibby, por sus siglas en inglés).
Por otro lado, las listas que Ibby publica cada dos años son un referente mundial títulos de alta calidad (las han comparado con el “Nobel” para la literatura para primeros lectores).
La última vez que Costa Rica apareció en la lista fue en 1991, año en el que se incluyó la novela de Lara Ríos (Marilyn Echeverría), Mo .
En general, la lista de Ibby es un buen punto de partida para descubrir la amplia oferta internacional ( la última selección fue publicada en el 2016 ).
Para los padres compradores, Schumacher recomienda como autores imperdibles a varios elegidos por la organización: las argentinas María Elena Walsh (famosa por los cuentos Dailan Kifki y los poemas y canciones Pasito a Paso ); y Elsa Bornemann ( El libro de los chicos enamorados ), y el noruego Jostein Gaarder (famoso por su novela El mundo de Sofía ).
Entre nuevos autores, Schumacher menciona a la italiana Daniela Polumbo con una novela infantil que tiene como escenario la Segunda Guerra Mundial: Las maletas de Auschwitz.
Los temas controversiales, dolorosos y sensibles no tienen por qué ser censurados o tratados a la ligera, sostienen varios editores de libros infantiles.
“La literatura tiene carácter didáctico, pero tiene otras características al mismo tiempo. Cuando pensamos en literatura infantil lo perdemos de vista. Les ofrecemos una literatura que no necesariamente los engancha”, dice Schumacher.
Juzgar por la tapa. Como en otros segmentos, la literatura para primeros lectores también tiene sus tendencias. En un caso evidente, a finales del siglo XX, el fenómeno editorial que propagó la saga de Harry Potter, de la inglesa J. K. Rowling, alimentó otros libros y seriados con temas de fantasía y ciencia ficción.
Sagas como el Diario de Gregg y su derivación Diario de Nikki siguen siendo de los títulos históricamente más vendidos en la Librería Internacional, por ejemplo.
“Hay tendencias a las que les hemos prestado atención. En literatura infantil, es el caso del álbum ilustrado o el libro álbum. Antes del 2012, solo se conseguían libros extranjeros”, describe la editora de la Editorial Costa Rica, Marianela Camacho. “En literatura juvenil, en realidad, se publica poco en el país (...) Hemos reforzado la colección de literatura juvenil que lo que tenía son clásicos como Marcos Ramírez (de Carlos Luis Fallas), con textos más contemporáneos y de autores actuales costarricenses”, detalla.
Sin embargo, incluso dentro de las tendencias, lo valioso es ofrecer libros atractivos y bien escritos: que no subestimen al lector y que los enganchen.
“A los niños y a los jóvenes le gustan los libros buenos, igual que a los adultos que leen” dice Camacho. Nos estábamos equivocando con el concepto de cómo se dirigía esa literatura como si tuviéramos que hacer algo distinto a lo que se hace con los adultos”.
Esas calidades del libro son importantes a considerar, coinciden editores y vendedores. Los niños que están aprendiendo a leer buscan diseños atractivos. Los niños que ya están leyendo buscan historias en las cuales están representados.
“Los niños no viven en una burbuja, viven rodeados de la televisión y de estímulos visuales tremendos”, explica el editor de la editorial La Jirafa y Yo, Héctor Gamboa.
“Intentamos hacer libros que sean lindos, buenos y que duren. Que sean bellos para que los niños tengan ganas de ellos. Queremos gustarles a los niños. Tenemos que gustarles”, dice.
A la fecha, la Jirafa y Yo tiene cinco colecciones con temas, diseños o contenidos en común. Según describe Gamboa, todas ellas se enfocan en la “promoción de las habilidades de lectura” y también en “retener a los niños leyendo”.
“Eso tiene una razón: tanto la Encuesta Nacional de Cultura como muchos estudios alrededor del mundo han demostrado que, cuando los niños salen de la primera y entran a la secundaria, las nuevas exigencias académicas y de trabajo, los hacen dejar de leer”, “Los niños en primaria leen por diversión pero llegan a los 12 años y, de repente, cae la lectura”.
Los esfuerzos editoriales locales tienen el reto de contagiar a esos primeros lectores con el gusto de leer y, además, darles seguimiento conforme crecen.
Desde hace ocho años, el sello editorial Clubdelibros da continuidad a la promoción de lectura con la que nació el sitio web de ese mismo nombre. Ahora, 60% del catálogo de sus libros son infantiles y juveniles, calcula la fundadora y directora del proyecto, Evelyn Ugalde.
A lo largo del año, Clubdelibros realiza giras por escuelas y colegios donde ofrecen juegos y actividades con sus libros. En cada lugar, ponen a la venta su catálogo.
Las celebraciones del Día del libro en abril y la Feria Internacional del Libro son las épocas más agitadas para las compras, dice Ugalde.
“Los que llegan a la feria del libro son papás lectores y quieren que sus hijos se hagan lectores”, dice Ugalde. “A final de cuentas, es el niño el que decide. (Los nuestros) son libros con una enseñanza, una temática que le dé un aprendizaje, que al niño le guste y que esté bien presentado”.
Contagiar la lectura. La representación de los niños y jóvenes es un tema recurrente: librerías como la Internacional dedican espacios físicos en algunas de sus sucursales a ubicar los libros, a ofrecer espacios de lectura. Los niños quieren sentirse atendidos.
Este año, el Teatro Espressivo abrió en las afueras de su sala una pequeña librería. El 80% de la oferta son libros ilustrados y, según confirma la directora de Espressivo, Natalia Rodríguez, se han convertido en regalos predilectos para los niños que visitan el lugar.
“Son libros lindos, libros cuidados en su ilustración. Son libros que no se consiguen en casi ninguna (otra) librería del país”, asegura Rodríguez. “Son libros que sirven para generar preguntas en los niños”.
La librería también abrió un club de lectura mensual que funcionó con un grupo pequeño y que fue dirigido por la escritora Camila Schumacher. Las inscripciones para el 2018 se anunciarán en meses siguientes.
“Lo cierto es que a los chicos les gusta leer, cuando agarran un libro que les interesa se sumergen y están contentos”, dice Schumacher sobre la experiencia. “Hay que ofrecerles a los chicos esa posibilidad. No solamente de aprender de lo que leen sino de disfrutar”.