Un odontólogo pensionado perdió la vida este martes luego de que el crecido río Vainilla arrastró el carro en que viajaba con un amigo en Pilas de Canjel, distrito puntarenense de Lepanto, en la península de Nicoya. En ese y otros tramos de la vía no hay puentes y eso facilita las emergencias en temporada de lluvias.
La tragedia ocurrió a eso de las 6 p. m. en un punto donde constantemente son arrastrados los vehículos y que esta vez cobró la vida de José Pablo Salas Paniagua, de 79 años.
De acuerdo con Otto Chavarría, mecánico que ayudó a sacar el carro y auxiliar a otro adulto mayor que acompañaba al conductor, ya estaba oscuro cuando ocurrió el accidente y al sacar el vehículo con la ayuda de maquinaria pesada, pensaban que el chofer estaba dentro, pero no fue así.
De inmediato, la Cruz Roja y los lugareños comenzaron una búsqueda, pero no pudieron dar con el cuerpo. A las 5:30 a. m. de este miércoles don Otto y un hijo del conductor fallecido, que llegó al sitio, comenzaron a buscar y en un recodo del río, entre las raíces de un árbol, estaba prensado el cuerpo de don José Pablo. De inmediato alertaron a los socorristas que se encargaron de su extracción poco antes de las 7 a. m.
La noche del accidente, don Otto ayudó en el rescate y el traslado a la clínica de Jicaral del sobreviviente, solo identificado como Arturo. El señor fue examinado y le dieron de alta, pues solo presentaba algunos golpes.
El Toyota Land Cruiser del año 2004 quedó destrozado por el accidente y como a un kilómetro de donde quedó el carro fue hallado el cadáver de don José Pablo, quien era originario y vecino de San Ramón, casado y padre de tres hijos.
Chinchilla dijo que había llovido fuerte poco antes, pero cesó y solo quedó una llovizna, por lo que cuando el vehículo llegó a la orilla, el chofer vio que el río no estaba tan crecido, puso la doble tracción e intentó cruzar, pero a mitad del trayecto bajó una corriente y los arrastró.
De repente, el agua les llegó hasta la mitad del parabrisas y en cuestión de segundos ya no veían nada y el agua comenzó a entrar por el piso y fue ahí donde don Álvaro se pasó al asiento de atrás para tratar de salir, pero no podía abrir la puerta por la fuerza del agua y los tumbos del carro. En un momento logró abrir y pudo salir cuando el agua la tenían al cuello.
Ellos iban para playa Coyote, donde pensaban pasar a un restaurante y luego a unas cabinas. El sobreviviente, de 73 años, es pensionado y anteriormente laboró para el Ministerio de Salud.
Sitio peligroso
El 7 de setiembre otro conductor pensionado, Jorge Hernán Castro Dávila, de 63 años, estuvo a punto de fallecer en un accidente similar en ese mismo sitio, cuando el Nissan Frontier en que viajaba sucumbió ante la fuerza de la corriente.
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De igual forma, Carolina Moya, otra conductora que el 22 de julio sobrevivió al arrastre de su carro en esa misma zona, dice que ese día iban dos mujeres y tres niños (de 3, 4 y 6 años) cuando el agua se llevó el carro a lo largo de 500 metros. Cada mamá saltó con sus hijos y lograron ponerse a salvo en diferentes trayectos del río.
Ella pasó con su hija de tres años en un potrero casi dos horas, de noche, hasta que vecinos las rescataron, al igual que a sus acompañantes.
Afirma que es importante generar consciencia, pues han pasado varios accidentes e incluso le contaron que un francés murió después de uno de esos accidentes, por un paro cardíaco, por el susto.
Carolina Méndez, presidenta de la Asociación de Desarrollo de Vainilla, Lepanto, dijo que los lugareños constantemente sacan personas y carros del río y su temor es que alguno pueda fallecer en esas maniobras, pues ellos lo hacen sin tener preparación.
Añadió que han insistido ante el Ministerio de Obras Públicas y Transportes sobre la necesidad de un puente en ese punto, así como en otras dos quebradas cercanas (La Sierra y Balsa) que deben atravesar quienes pasan de un extremo a otro de la península en busca de lugares turísticos, sin saber el gran peligro que existe. Las cartas van firmadas por los vecinos, alertando de los riesgos.
Dijo que en esos pasos ni siquiera existen señales de advertencia.
Insiste en que es una ruta nacional (N.° 623) que debe ser atendida por el Consejo Nacional de Vialidad y dice que ya el ministro Mauricio Batalla conoce desde hace varios años el problema y pese a las gestiones realizadas por las asociaciones de desarrollo, la falta de atención persiste.
Más recientemente, las asociaciones de poblados como Vainilla, Juan de León, Jabillo, Coyote y la I Griega han enviado cartas que aún no tienen respuesta pese a que es una zona turística y agropecuaria que une Lepanto con comunidades de Nandayure como playa Coyote, playa San Miguel e Islita.