No hay cuento de hadas que dure toda la vida. El pasado mes de enero, Meghan Markle y su esposo el príncipe Enrique, nieto de la reina Isabel II, anunciaron que abandonaban su papel como miembros de primer plano de la realeza. Resulta que ahora quieren vivir y ganarse la vida como cualquier otro mortal, aunque usted y yo sabemos que, pase lo que pase, ellos tienen su futuro asegurado y difícilmente sus vidas tengan alguna semejanza a las nuestras.
Sin haber avisado antes a su familia, los duques de Sussex lanzaron la bomba y las reacciones no se hicieron esperar. Inmediatamente, se cuestionó qué factores pudieron influir la decisión: la presión mediática, una mala relación con los otros miembros de la familia real, o una oportunidad laboral para Meghan en una película de Disney.
Aunque llevaban tiempo manifestando sus dificultades para soportar la presión mediática, la decisión de Enrique, de 35 años y sexto en la línea sucesoria, y Meghan, de 38, una exactriz californiana que dejó su carrera al entrar en la familia real, sacudió al país europeo y conmocionó al clan de los Windsor, especialmente porque la pareja, alabada por algunos por su modernidad y criticada por otros por rebelarse contra las reglas pero querer conservar privilegios y títulos nobiliarios, no avisó a la familia antes de anunciar sus intenciones.
Enrique, que antes de sentar cabeza era conocido como el miembro más disipado y problemático de la familia real británica, siempre tuvo una difícil relación con la prensa y recientemente se querelló contra varios diarios, asegurando que estaban acosando a su esposa como lo hicieron con su madre.
Tras alabar su llegada a la familia real como un soplo de aire fresco, la prensa sensacionalista británica comenzó a criticar a Meghan por sus supuestos caprichos y su lujoso estilo de vida.
La reina, de 93 años, que recientemente tuvo que lidiar con el escándalo sobre la amistad de su tercer hijo, Andrés, con el difunto pederasta estadounidense Jeffrey Epstein, intentó apaciguar las aguas y citó a una reunión familiar. Además, su respuesta ha sido más laxa de lo esperado y se ha visto una Isabel II más humana que de costumbre.
Los duques de Sussex afirmaron querer seguir "apoyando a la reina" –o sea, que podrían representarla en actos oficiales o viajes internacionales–, pero salir del sistema oficial de cobertura mediática, dividir su tiempo entre el Reino Unido y Norteamérica, y buscar la "independencia financiera", aunque conservando su casa en Windsor y la asignación económica del príncipe Carlos. (¡Así quién no!)
La pareja registró, además, la marca "Sussex Royal", que cubre desde tarjetas postales hasta ropa, pasando por consultorías y campañas caritativas.
Meghan, ¿víctima de racismo o de acoso mediático?
Según han revelado las agencias de noticias, los amigos estadounidenses de Meghan han señalado que la actriz mestiza ha sido víctima de racismo desde que entró en la familia real británica, y eso contribuyó a la decisión de abandonar sus funciones reales.
Esta acusación, que incomoda a los ingleses, volvió a tomar relevancia tras el inesperado anuncio de la separación de la pareja de la familia real. Se especula que el racismo tuvo un papel para inclinar la balanza a favor del “Megxit”. En el inicio de su relación de noviazgo, en noviembre de 2016, Enrique difundió un comunicado para denunciar "las insinuaciones racistas de algunos comentarios" de prensa y "el sexismo y el racismo en las redes sociales" contra Meghan.
Quedó marcado en el recuerdo el tuit de un presentador de la BBC, justo después del nacimiento de su hijo Archie en mayo, en el que, junto a la foto de una pareja que daba la mano a un chimpancé, escribió "el bebé real sale del hospital". Su autor, Danny Baker, fue inmediatamente expulsado del medio público.
También resultó molesto un comentario de Rachel Johnson, hermana del político británico Boris Johnson, quien en 2016 escribió en el periódico Mail on Sunday que Meghan estaba "bendecida genéticamente" y aportaría "un ADN rico y exótico" a la "pálida" familia real de los Windsor.
A pesar de estos y otros incidentes, inmediatamente después del anuncio de la retirada de los duques de Sussex se descartaron las acusaciones de racismo contra Meghan: la ministra del Interior, Priti Patel, hija de inmigrantes, afirmó que el racismo no había tenido nada que ver en la decisión de la pareja. Sin embargo, pocas mujeres de la familia real han escapado del acoso mediático, empezando por la princesa Diana. "Desgraciadamente, la prensa utiliza la raza de Meghan para atacarla", dijo el experto en etiqueta y editorialista William Hanson. Y agregó: "igual como utilizaron la clase social para atacar a Catalina", la esposa plebeya del príncipe Guillermo, el hermano mayor de Enrique y llamado a ocupar el trono algún día.
En el caso de Meghan, tras un breve primer idilio, la prensa sensacionalista la emprendió contra ella y la bautizó "la duquesa caprichosa". Además, la han tratado con más ferocidad que a Catalina, hoy alabada por su discreción y respeto de las tradiciones.
Bajo el título "ninguna prueba de racismo en la prensa", el conservador The Sun –el diario más vendido de Reino Unido– publicó la indignación del comentarista Tom Slater contra la idea de que el "Megxit" esté ligado al racismo, afirmando que todo esto es una idea de "la izquierda liberal".
En el otro extremo del espectro, el periódico izquierdista The Guardian lamentaba, en un comentario de Nesrine Malik, que el racismo contra una famosa se imponga al debate sobre los privilegios de la familia real.
Reacción de la reina
A regañadientes, pero mostrando su lado más humano y personal, la reina Isabel II fijó un período de "transición" para que su nieto el príncipe Enrique y su esposa Meghan, los duques de Sussex, se independicen de la monarquía, gesto que marca un quiebre con el estilo tradicional y cortesano que ha regido en el Reino Unido desde hace más de diez siglos.
Eso parece haberlo entendido la monarca de 93 años, al aceptar la petición de la pareja, tras una reunión de la familia real en el que se discutieron las vías para resarcir la crisis generada por Meghan y el príncipe Enrique. "Mi familia y yo apoyamos completamente su deseo de forjar una nueva vida como una joven familia", señaló la reina a través de un comunicado.
Enrique, de 34 años, conocido como el niño rebelde de la Corona, fue recibido por la reina en sus aposentos privados, donde también asistieron su padre, el príncipe Carlos, heredero al trono, y su hermano mayor, el príncipe Guillermo.
Meghan, quien estaba en Canadá con su hijo Archie, estuvo presente en la reunión vía telefónica. "El ambiente era tenso", reveló a los medios un vocero real.
En el texto emitido en Londres por el palacio de Buckingham, la reina reconoció que se trata de "asuntos complejos" y anunció un "período de transición" para la pareja real y su joven hijo, mientras pasan tiempo en Canadá y el Reino Unido, y se mudan para dejar de depender de fondos públicos. Sin embargo, no fueron revelados los detalles de esa transición ni cómo lograrán la autosuficiencia.
El tema del sostenimiento monetario es el que más especulaciones genera, pues los duques de Sussex dependen de los recursos que aporta el príncipe Carlos, por unos $5 millones, y un 5 % que proviene de los impuestos de los británicos.
En opinión de David McClure, experto en finanzas reales, su deseo de vivir como príncipes pero disfrutando de los privilegios de los ciudadanos anónimos es una "mezcla tóxica". Y la opinión pública parece mirar con desagrado su decisión: pese a su popularidad, una mayoría estima que deberían renunciar a todo apoyo económico de la realeza y que Enrique ya no debería figurar en la línea de sucesión al trono.
Los comentaristas de la vida de la realeza británica destacaron el significado de la reunión familiar, considerándola "histórica", pues marca un quiebre respecto a la forma tradicional de manejarse la realeza británica, acostumbrada a reglas muy estrictas de comportamiento, donde solo la soberana decide el destino de su familia, conformada por cuatro hijos y ocho nietos.
"Mi familia tuvo discusiones muy constructivas sobre el futuro de mi nieto y su familia", señaló la monarca en el comunicado, en el que además admite que hubieran "preferido que (ellos) siguieran siendo miembros de la familia real que trabajan a tiempo completo". Y el documento agregó: "Respetamos y entendemos su deseo de vivir una vida más independiente como familia, mientras siguen siendo una parte valiosa de mi familia". ¡Cómo han cambiado las cosas!
¿Qué significa la libertad financiera?
El príncipe Harry y Meghan Markle cortarán los lazos financieros con el Palacio de Buckingham, parte de la sorpresiva decisión de la pareja de "dar un paso al costado" como miembros de la realeza.
Su nuevo sitio web, sussexroyal.com, detalla el “modelo de trabajo” para el duque y la duquesa, y muestra que sus deberes reales ya no serán financiados parcialmente por la reina. Eso significa que serán liberados de las restricciones para percibir ingresos que actualmente tienen prohibido, explica el sitio web. “Por esta razón tomaron la decisión de pasar a ser miembros de la familia real con independencia financiera”.
Su capacidad de ingresos podría ser significativa y se espera que la pareja perciba honorarios millonarios por hablar en eventos públicos. Además, han patentado la marca “Sussex Royal” y podrían cobrar altas cifras por patrocinios. Al fin y al cabo, generar ingresos económicos no debe de ser tan complicado para las personas de sangre azul.