Es el famoso Black Friday y Édgar Salazar es un vendedor ambulante con una promoción imperdible: ofrece manzanas gala a 5 X ¢1000.
“Las estoy regaaalaaandoooo”, avisa a los josefinos que pasan volados por la avenida Central, mientras obsequia un contagioso “pura vida” a quien se anima a aceptar la oferta.
Bajo el sol abrasador de la mañana capitalina y pulseándola con todo para juntar unos cinquitos, don Édgar no pierde el ánimo ni la buena vibra.
“Aquí estoy. Mi vida es dura, para ser sincero, pero tengo salud para trabajar. Me gustaría tener millones para vivir más tranquilo, pero creo que vivo bastante bien. Yo creo que, a pesar de todo, acá en Costa Rica la gente vive cagada de risa”, asegura Salazar, quien tiene 64 años de edad y 45 de comerciar en las calles capitalinas.
Don Édgar no está del todo equivocado. A tan solo metros de su puestito improvisado encontramos a Víctor Díaz, un artista callejero no vidente, operado de la próstata, hipertenso y además diabético. Él califica su calidad de vida con un 9, de 10 puntos posibles.
–¿Con un 9? –le repregunto. Pues sí, “con un 9”, responde sin dudarlo.
Ambos personajes viven con lo mínimo, pero contentos. Y lo más relevante es que no son los únicos.
La más reciente entrega del estudio ADN Pura Vida, efectuado por la firma Unimer y Kölbi, arrojó que un 81% de los ticos con nivel socioeconómico bajo dicen estar satisfechos con su calidad de vida.
Pero existen hallazgos más llamativos. El estudio, aplicado a personas adultas en todo el país con 1201 encuestas cara a cara y con una representatividad de más de tres millones de costarricenses, pone en evidencia que el optimismo en materia de condiciones de vida no conoce de clases sociales.
Es decir, los ticos ríen parecido –aunque no igual– en la cumbre, en la lomita y la base de la montaña social.
Según el mismo estudio, que tiene un margen de error del 2,83%, el 89% de los costarricenses con ingresos medios dice estar satisfechos con su calidad de vida, mientras que en el nivel de mayores ingresos el resultado es de 90%.
Es decir, hay solo un 9% de diferencia entre el nivel bajo y el alto, lo que quiere decir es que somos desiguales, pero a nivel personal relativamente felices con nuestras vidas en Costa Rica.
Tanto es el nivel de positivismo que a pesar de un plan fiscal que al momento de la encuesta estaba en ciernes, alta tasa de desempleo y protestas en las calles (con motivo de la reciente huelga nacional), el 57% de los ticos piensa que su calidad de vida mejorará en los próximos 5 años.
“Efectivamente hicimos este estudio en medio de las protestas por el plan fiscal y el resultado no varió. Nos sorprendimos. Pensamos que la gente iba a estar más decepcionada, pero al final estos fueron los resultados”, reveló Rebeca Midence, gerente de proyectos de Unimer.
“Esto se da en tres vertientes. Una, es que a nivel personal la gente siente que evoluciona, que su familia está bien y que tiene trabajo constante. Otra es el optimismo y la tercera el peso del ‘pura vida’ en su vida”, agregó la investigadora.
Decir “pura vida”, según Midence, es autodecirnos constantemente que estamos bien, lo que cala a diario en la autopercepción personal.
Además, la investigadora menciona que en el estudio se vio reflejada la tendencia del tico a ser agradecido con lo que tiene, que al mismo tiempo encuentra relación con temas religiosos.
Acaso no ha escuchado usted la típica frase...“No se queje muchacho, dele gracias a Dios que tiene trabajito y plata para comer”.
“Creo que es la forma en que nos educan. Nos dicen estudie, trabaje, tenga una familia, coma y sea agradecido. Dele gracias a Dios. No se trata de conformismo, es lo que conoce y lo que vive el tico”, expresó Midence.
“Puede ser que haya personas que dicen que están bien para no salirse de su zona de confort, pero al final creo que pesa más lo cultural. Algo que se repite muchas veces e impacta en la percepción”, agregó.
Cada cabeza es un mundo.
Es clave destacar, sin embargo, que esas percepciones personales tienen sensibles variaciones en cuanto al concepto de calidad de vida. El mundo se percibe diferente según el nivel socieconómico, la edad o la región en la que se vive.
En coincidencia con los entrevistados que viven fuera del Gran Área Metropolitana y de bajos recursos, el concepto de calidad de vida lo resume bien don Édgar, el vendedor de manzanas gala: “si estoy con salud y puedo pagar las cuentillas estoy, diay, bastante satisfecho”.
Por su parte, para la clase de mayores ingresos y mejor nivel educativo el concepto se transforma considerablemente. Para este grupo contar con más tiempo libre, salir de vacaciones de vez en cuando y poder trabajar en la casa es sinónimo de bienestar.
“La gente más sencilla tiende a tener definiciones más simples, menos centradas en lo subjetivo o lo intangible. En cambio, conforme va creciendo el nivel socieconómico o la edad, crecen las exigencias y entran a jugar temas más espirituales, confort, paz y tranquilidad”, anota Midence.
La tica Nancy Díaz es el rostro de esa realidad. Ella es experta en gastronomía y como una especie de emprendimiento vende repostería por encargo.
“Vivo bien. Mi calidad de vida es buena. Es una vida estable”, dice Nancy con seguridad.
Díaz pertenece a la clase de ingresos medios y para ella ese “estar bien” representa poder acceder a todos los servicios públicos de manera cómoda, pero sobre todo tener espacios para descansar y despejarse.
“Tenemos los recursos para vacacionar. Yo viví en México y allí aparte de que tienen solo 8 días de vacaciones al año, muchos trabajan hasta los días libres para subsistir. Eso no es calidad de vida, a mi juicio uno tiene que trabajar para vivir, y no vivir para trabajar”, expresó Nancy.
“Es cierto que allá todo es más barato que en Costa Rica, pero hay que decir que en nuestro país los salarios son lo suficientemente altos para vivir bien e invertir para cosas personales”, agregó.
Ese ingreso, además de esparcimiento, le asegura a Nancy la posibilidad de pagar servicios privados de salud –“pequeños gustitos”, dice ella– además de ahorrar para soñar en grande e invertir en nuevos proyectos.
“Por ejemplo nosotros estamos con el proyecto de poner un restaurante. Es mi meta y creo que será posible muy pronto gracias al trabajo y ahorro que podemos hacer. En Costa Rica todavía se puede hacer eso, progresar, y eso para mi es calidad de vida”, comentó.
Por su parte Cristiana Nassar, presentadora de televisión, periodista y conocida chef, alza la mano en la categoría de mayores ingresos. Dice, en paralelismo con el estudio, que está “absolutamente satisfecha” y “muy feliz” con su calidad de vida en Costa Rica.
“Vivo tranquila, sobre todo porque tengo acceso a la salud y a la educación, pero además porque tengo un trabajo con una remuneración digna. Eso me permite tener un hobbie (la pastelería) al que le dedico gran parte de mis días, disfrutar de un libro y pasar una tarde de esparcimiento en mi casa”, comentó Nassar.
“Es, por decirlo así, la oportunidad de disfrutar de de mi tiempo como lo deseo. Comerme algo rico. Eso es, definitivamente, algo que valoro. El tiempo de bienestar, el tiempo para mí”, agregó.
Yo bien y ¿el otro?
A pesar de que el 87% de los ticos mayores de edad se perciben satisfechos con su calidad de vida, cuando se les pregunta por el prójimo, vecino o coterráneo, su opinión cambia radicalmente.
Solo 4 de cada 10 personas consideran que los costarricenses, a nivel general, gozan de una buena calidad de vida. Esto podría explicar varios fenómenos. Por ejemplo, el berreo constante y sonante en redes sociales, donde no se percibe precisamente que estemos tan cómodos viviendo en el país.
“Es un descontento a nivel país, cuando se califica el colectivo. En esos términos se refleja decepción por como la nación es gobernada, el desempleo y la estructura vial”, comentó Midence.
“Pero si la gente siente que no le afecta su individualidad, no lo expresa así para sí mismo. Dice que está bien, pero que el país está jodido”, agregó la investigadora.
De hecho, 7 de cada 10, creen que el país ya está experimentando una crisis económica importante.
Por ese mismo motivo, se entiende el por qué una gran parte de la población no cree que Costa Rica sea el país más feliz de Latinoamérica, según lo promulgó la ONU en el 2017 por medio de su Informe Mundial de la Felicidad.
“¡Qué va! Como que de los países más felices del mundo no creo que seamos. Nada que ver, aquí hay mucha cosa fea”, expresa con tono serio Víctor Díaz, mientras le canta apasionado a los trauseúntes capitalinos.
Mientras se prepara un pan de muerto, platillo tradicional de la cocina mexicana, Nancy Díaz decodifica así el mismo sentir de don Víctor.
“Ya no es como antes. Eso del país más feliz del mundo es una fachada. El sentimiento de inseguridad ha aumentado y para peores la gente quiere tener beneficios sin esforzarse mucho o no dar nada a cambio”, argumentó Nancy.
“Todo eso deriva en un deterioro general. Tenemos que abrir los ojos, que el estado no puede darnos todo. Hay que trabajar”, agregó.
Cristiana Nassar, sin embargo, tiene un punto de vista un poco singular. Para ella sí podríamos ser de las naciones más felices.
“Yo sí creo eso, pero es porque el tico vive mejor en comparación con otros países, no porque necesariamente esté bien”, explicó.
Nassar, como parte de un servicio social que brinda, visita comunidades rurales para capacitar en pastelería a diferentes poblaciones. A raíz de esos contactos, su visión sobre la calidad de vida de los demás se oscurece y se vuelve pesimista.
“Lo que yo percibo es que al tico de las zonas periféricas le está costando mucho salir adelante, debido a que hay poco trabajo y falta de oportunidades”, puntualizó.
Sin embargo, Nassar se confiesa confundida, sobre todo cuando compara la realidad del Gran Área Metropolitana con el de las comunidades alejadas.
“Es que aquí la gente gasta a manos llenas. Va al concierto de Chayanne, al de Luis Miguel y le alcanza la plata”, comentó.
“A mí me asusta, yo no sé si es que vivimos en una burbuja o qué, no se si esto es real. Pero aquí a todo el mundo parece que le alcanza y hasta le sobra la plata”.
Bienestar físico.
Édgar Salazar, el vendedor de manzanas galas, no está tranquilo en la Avenida Central. Cada dos minutos lanza la mirada de un lado y para el otro, como sintiéndose observado.
–“¿Qué le pasa?”, le pregunto curioso.
“Di, muchacho la policía”, responde.
Constantemente, el negocio callejero de don Édgar es acosado por la Policía Municipal de San José. Él asegura que pierde mucha plata por los decomisos, pero a pesar de la angustia le encuentra el lado positivo al asunto.
“De un modo es bueno que lo persigan a uno. No ve a que así uno hace ejercicio. Uno nunca puede y cuando lo corretean a uno la cosa se pone buena”, comentó Salazar en tono picarón.
Una respuesta inesperada, pero muy ilustrativa. Según el estudio ADN Pura Vida, de Unimer-Kölbi, el bienestar físico es un elemento clave para tener una buena calidad de vida.
Es más, es el elemento más valorado entre los costarricenses.
Un 39% de la muestra señala que para tener una buena calidad de vida el bienestar físico es determinante, un 19% el bienestar emocional y un 17% el bienestar material o financiero.
El pastel lo completan el bienestar social (11%), desarrollo (10%) y el bienestar ambiental (4%).
Por eso don Édgar agradece de algún modo que lo persigan los uniformados, Nancy Díaz procura tener espacios para correr o caminar de vez en cuando y Cristiana se cuida de comer lo más saludable posible.
Y a juzgar por los datos, los ticos se perciben muy bien en ese campo. Un 84% de la muestra dice estar satisfecho con su bienestar físico, una cifra que representa 2.700.000 de ciudadanos.
¿Pero qué aspectos del bienestar físico valoran más los ticos?
Pues un 89% dice que está satisfecho con su alimentación y un 84% con su salud.
Llama la atención, sin embargo, que 4 de cada 10 ciudadanos no tienen la capacidad de comer tres platillos balanceados al día.
“Esa es una de las paradojas que encontramos en el estudio. En términos generales uno encuentra una alta satisfacción, pero cuando les preguntamos por hábitos individuales es notorio que los ticos no tienen necesariamente las mejores condiciones”, comentó Midence.
“Esto de comer balanceado puede ser porque no tienen los recursos económicos o porque debido a las actividades ligadas a su trabajo no tienen el tiempo para sentarse a comer de una forma adecuada”, agregó la experta.
Pero aún sí, el optimismo en este categoría se mantiene alto. Debe ser porque solamente el 9% de la población declara no poder hacer los tres tiempos de comida.
“A veces me cuesta un poco, pero gracias a Dios me alcanza para comerme alguito siempre. Ahí lo que sea, pero algo, y eso es mucho”, dijo don Víctor Díaz.
Pero en materia de bienestar físico hay blancos, grises y también algunos negros. Cuando vemos que don Édgar solo puede hacer ejercicio cuando lo persigue la policía, Nancy solo a ratos y Cristiana confiesa no hacer del todo, se entiende el por qué solo el 37% de la muestra vive satisfecho con la actividad física que realiza.
Es que además, según el estudio, solo 4 de cada 10 pueden acceder a pagar por un gimnasio u otros servicios similares. Este detalle, obviamente, se hace más evidente conforme baja nivel socieconómico de la persona.
Sin embargo, nada es tan grave como para borrar la percepción positiva que el tico tiene en este ámbito. Por eso no es casualidad que la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), la cooperativa Dos Pinos y las municipalidades del país, aparezcan entre las marcas que más vinculan los ticos con esta variable.
Según el estudio, la CCSS es mencionada porque garantiza el servicio gratuito y solidario a la salud, Dos Pinos por la gran variedad de productos alimenticios que ofrece –desde leche hasta productos sin grasa– y los gobiernos locales por los programas que impulsa en la comunidad.
“Últimamente las municipalidades ofrecen clases gratuitas de zumba en parques, administran polideportivos o han creados gimnasios al aire libre. Eso, sin duda, ha impulsado su imagen en ese campo”, explicó Midence.
Cuestión de emociones.
Luego del bienestar físico, los ticos opinan que el bienestar emocional es determinante para tener una buena calidad de vida.
Después de todo, qué hacemos con estar bien de salud física si nuestra mente anda trastabillando o nuestras existencias están agobiadas por cualquier adversidad.
Pues bueno,¡tranquilos!, al parecer no hay de qué preocuparse en cuanto a la parte mental. Un contundente 87% de los ticos se considera satisfecho con su bienestar emocional, lo que equivale a casi 3 millones de costarricenses.
“Yo me siento una mujer plena. Nada me quita el sueño. No tengo apego a nada y cuando necesito algo tengo los medios para adquirirlo”, comentó Nancy Díaz, una mañana en la que interrumpí su atareada jornada.
“Además no me desvivo por lo que no tengo ahora. Si algo me sale bien, pues qué bueno, y si no saldrá algún día. Me acepto, acepto mi realidad y le doy gracias a Dios por ella”, agregó.
Nancy se “acepta” a sí misma, al igual que un 80% de ticos que dijeron “aprobarse” tal cual son.
Por otro lado, cuando hablamos de marcas que impactan en su bienestar emocional, no se sorprenda que destaquen los salones de belleza. Un 61% de la muestra se hace un ‘chineito’ para sentirse mejor.
“Yo también me hago mis retocaditas de vez en cuando”, confiesa Nancy entre risas. “Aunque en mi caso no son para levantarme el ánimo”, aclara.
Además, la C.C.S.S. también tiene un peso importante en este rubro, al igual que los beneficios espirituales que ofrece la Iglesia Católica a todos sus feligreses.
Por la plata...
Ahora cambiemos un poco el chip y de lo subjetivo pasemos a lo objetivo: hablemos del bienestar material. Según el estudio ADN Pura Vida, en esta categoría los ticos creen que tener trabajo y tener vivienda propia son primordiales para tener una buena calidad de vida.
“En el sueño de poner nuestro restaurante nos ayuda mucho que ya tenemos algo prehecho, que es una casa propia”, comenta Nancy al respecto.
“Si en algún momento ponemos el restaurante tendremos que hipotecar. Ya al tener nuestro patrimonio, podemos a aspirar a algo más”, añadió la chef.
Además, el análisis de Unimer Kölbi señala que los ciudadanos anhelan mejorar su estabilidad financiera, acceder a un mejor salario, salir de deudas y poder ahorrar.
¿Pero qué tan contentos se perciben en este aspecto? Pues no tan bien.
El estudio arroja que solo el 63% de los entrevistados se siente satisfecho con su condición en esta categoría.
Para los ticos, una de las principales limitantes en este rubro es la capacidad de ahorrar. Por eso, un 45% no está contento a la hora de reservar dinero en sus cuentas bancarias.
“Ahorrar no. Qué va. Uno va a coyol quebrado, coyol comido”, confesó don Édgar.
Ahora he aquí lo que parece una contradicción. Aunque 8 de cada 10 dicen estar satisfechos con sus empleos, el 30% no puede cubrir todos sus gastos.
Casi 3 de cada 10 tienen alguna deuda y, entre quienes tienen deudas, más de la mitad tiene problemas para pagar el crédito mes a mes.
“Se entiende porque solo el 63% de los ticos está satisfecho con su bienestar material. Es el porcentaje más bajo de todos”, destacó Midence.
“Solo un 60% de la población tiene algún tipo de ingreso, y un número importante está en la informalidad, lo que no garantiza buenas condiciones. Además, más de la tercera parte depende de otras personas. Si a eso le agregamos los problemas de endeudamiento y la dificultad de pagar, se ilustra un panorama complicado”, agregó.
Otros estadios.
En menor escala de importancia, como se mencionó anteriormente, los ticos consideran que para tener una buena calidad de vida el bienestar social (11%), las oportunidades de desarrollo (10%) y el bienestar ambiental (4), son importantes.
El costarricense entiende bienestar social como la posibilidad de mantener buenas relaciones sociales, acceder a ventanas de entretenimiento y el apoyo social del estado.
En este apartado, por su ende, señalan como principales cómplices a la tecnología (celulares, apps), servicios de telefonía, cable e internet, restaurantes y centros comerciales.
Con todo eso a la mano, el 81% de los ticos dice estar satisfecho en este ámbito. Don Édgar, Nancy y Cristiana tienen celular, por lo que sus posibilidades de conectarse con el mundo no se limita necesariamente a su ingreso.
Bueno, casi, pues el día que abordé a don Édgar en la Avenida Central, confesó que al menos en ese instante no tenía saldo para hacer una llamada.
Coincidentemente, Cristiana Nassar se lamenta de las tres cosas que indica el estudio. De hecho, para ella, todas se relacionan.
“La riqueza o el bienestar no llegan a las personas por igual. Eso tiene que ver con que todo esté parado, no hay oportunidades y eso es gracias a las malas gestiones de los gobiernos”, comenta indignada la presentadora.
“Y para acabar, uno se queja de la inseguridad, claro. No es cuestión de decir mire que montón de ladrones existen, es entender que la delincuencia es un producto de que los recursos y las políticas gubernamentales no llegan a los sectores más empobrecidos”, finalizó.
¿Y de qué se quejan más los ticos? En un 71% de los casos de la forma en que se distribuye la riqueza, en un 67% de la forma de gobierno y en un 60% de la seguridad en las calles.
En materia de desarrollo, por su parte, se incluyen aspectos como el acceso a educación, que impacta directamente a la hora de obtener mejores oportunidades laborales y mejorar así sus condiciones económicas.
En este rubro el 73% dice estar feliz. Esto podría deberse a que 3 de cada 4 costarricenses declara complacencia por la educación que se imparte en el país, a la que además tiene acceso.
Claro, que no todo es tan positivo: 4 de cada 10 no se siente pleno con su grado educativo y 6 de cada 10 con su nivel de inglés.
Y para cerrar los datos más relevantes del estudio ADN Pura Vida, en Costa Rica –país que tiene fama de potencia ambiental–, el 75% de los ticos se siente satisfecho por los esfuerzos del país en este tema.
Esa cifra suena bien, pero es un típico ‘alegrón de burro’. El bienestar ambiental no parece ser un tema prioritario en las vidas cotidianas de los ciudadanos.
“En el estudio casi nadie asociaba el medio ambiente con su calidad de vida. Solo un 4%. Es probable que es algo que damos por sentado en el país en que vivimos. Damos por sentado que podemos tomar agua potable, que hay mucha vegetación alrededor o que estamos cerca de la playa o la montaña. Es algo que olvidamos”, explicó Midence.
“Incluso, al interpelar a los entrevistados al respecto, cuesta que reconozcan la importancia de esa dimensión en nuestras vidas”, agregó la investigadora.
Otro dato engañoso. El 72% de los entrevistados piensa que Costa Rica es líder en la conservación del medio ambiente, pero según Midence es solo parte de la retórica que maneja el grueso de la población. No se vive en el día a día.
Al menos Nancy Díaz, en su emprendimiento culinario, asegura que trata de borrar su huella ambiental comprando productos biodegradables y otras acciones.
“Sí tengo conciencia de lo importante que es para nuestra calidad de vida, pero acepto que es insuficiente”, expresó la chef.
Cristiana, en cambio, fue completamente sincera: “tengo una pésima cultura ambiental”.
Por otro lado don Édgar, el vendedor de manzanas galas, se quedó mudo cuando le pregunté sobre el tema. Quizá la vida nunca le ha dado el chance de detenerse a pensar en ello. Él sencillo comerciante lo piensa por unos segundos y exclama que “es importante”, pero nada más sale de su boca.
Al final don Édgar me mira a los ojos, sonríe y sigue vendiendo su fruta bajo el intenso sol josefino. A pesar de todo se ve contento, complacido, optimista.
He ahí una típica foto de los ticos: de los de abajo, de los del medio, de los de arriba. Ciertamente desiguales, pero contentos.