¿Hasta dónde puede llegar el gusto de una persona por el café?
Gonzalo Hernández Solís y su esposa Fanny García Brenes pueden contestar muy bien esa pregunta. Ellos, como buenos ticos, son amantes de la bebida costarricense por excelencia y, actualmente, el grano de oro es parte fundamental de sus vidas.
Todo comenzó en el 2003, época en la que la pareja vivía en el extranjero y visitaba Costa Rica año con año. En aquel entonces decidieron sembrar unas cuantas plantitas de café en una finca, en Biolley de Puntarenas, con la ilusión de ver si crecían.
Para su sorpresa, cada vez que visitaban el país se encontraban con unas plantas que habían crecido, que tenían buen color y que ya daban frutos. Entonces, decidieron que poco a poco sembrarían más para ver el resultado. Con el tiempo se percataron que ya no solo era una pequeña plantación, sino que habían creado un beneficio de café, que actualmente tiene cerca de 16 hectáreas.
“Construimos también en un micro beneficio para poder procesar el café el que estábamos produciendo; pero así, poco a poco, nos fuimos integrando a la actividad económica del café”, cuenta don Gonzalo.
Dos décadas después la pareja, que tiene 28 años de matrimonio, no solo cultiva ese café, sino que lo exporta a países de Asia como China, Singapur, Corea y Japón. Además, tienen un jardín cafetalero por el que hacen tours, un pequeño pero llamativo hotel con habitaciones en forma de canastos, una academia para nacionales y extranjeros, un restaurante y dos tiendas donde venden el producto bajo su marca Coffea diversa.
Si les preguntan, ninguno de los dos hubiera imaginado todo lo que construirían en dos décadas, tan solo inspirados por el gusto mutuo que tienen por esta bebida.
“Este proyecto es el producto de un gran amor que le tenemos al café, porque sin ese gran amor uno no hace esto. Nosotros sentimos una gran admiración por el café, porque nosotros reconocemos que Costa Rica es lo que es hoy por su paz, por su democracia, por su gran clase media y por el café.
“Durante la Colonia nosotros éramos la provincia más pobre, no había oro ni plata, no era un lugar atractivo. Acá las personas únicamente producían para su familia, es decir, para el autoconsumo, porque era lo que les alcanzaba… hasta qué llegó el café. Y mi esposa y yo reconocemos eso del café y estamos profundamente agradecidos. Creo que de ahí es donde nace el amor que le tenemos nosotros a esta actividad. Es ese amor que nos ha hecho pensar en todas las cosas para que nuestro proyecto esté siempre creciendo”, comentó Gonzalo.
Una vida del café
Varias décadas atrás, cuando las tías se reunían a conversar y a tomar café en las tardes, en la casa de la abuela los niños iban a jugar por los cafetales moravianos, excepto uno: don Gonzalo.
Él no lo recuerda, pero su mamá le cuenta que en lugar de salir a jugar con sus primos, él prefería quedarse en la casa esperando a que todas sus tías terminaran de tomar café. Luego, el chiquillo pasaba taza por taza bebiéndose los poquitos que dejaban.
“Mi relación con el café empezó desde muy temprana edad. Mi mamá dice que era demasiado el café que yo tomaba; incluso, un día me cuenta que dijo: ‘no, eso es demasiado’ y le echó sal al café y aún así me lo tomé, entonces no le funcionó el truco”, recuerda entre risas.
La vida siempre lo ha llevado por un camino en el que el grano de oro ha estado presente: de adolescente iba a coger café con sus amigos y tras graduarse como agrónomo de la universidad consiguió trabajo en un banco dando préstamos a pequeños productores de este fruto.
Años más tarde decidió ir a estudiar administración de empresas a Estados Unidos y el trabajo que consiguió en territorio norteamericano fue como gerente en una franquicia de cafeterías. Más adelante, Gonzalo se mudó a Jamaica y allí trabajó en una comercializadora de café. Esa fue su experiencia profesional hasta que su plantación en Costa Rica comenzó a crecer y decidió regresar al país junto a su esposa Fanny García, quien es la artífice de las ideas creativas.
“Nuestro objetivo es producir diferentes variantes botánicas de café para poder ofrecer diferentes sabores. Por ello, queríamos sembrar una gran cantidad de diferentes variantes botánicas exóticas para poder ofrecerle a los amantes del café y a nuestros clientes, perfiles de sabor diferente al que está acostumbrados”, asegura.
Por el anterior motivo, la pareja es enfática en que su propiedad no es solo una finca cafetalera, sino un jardín cafetalero.
“Nosotros tenemos la colección privada más grande del mundo de variantes botánicas de café, debido a tenemos alrededor de 800 tipos. Entonces, consideramos que somos un jardín de café, porque en una hacienda usted lo que tiene es un monocultivo y todas las plantas son del mismo tipo, para estandarizar todas las labores. Igual pasa con el banano, la piña y el maíz; en cambio usted en un jardín no sólo se tiene un tipo de flor, lo que hace bonito un jardín es la diversidad de plantas y los diferentes colores, y eso es lo que tenemos nosotros: un jardín de café, con mucha diversidad de plantas”, añade Hernández.
De hecho Coffea diversa, el nombre de su emprendimiento, está en latín y significa: diversidad de cafés.
Una cosa lleva a la otra
En tiempos de pandemia el turismo a lo interno del país tomó fuerza, pues con las fronteras cerradas nadie entraba ni salía de Costa Rica.
Además, los pequeños empresarios tuvieron que buscar formas de llamar la atención de los turistas, para que sus negocios no murieran. En el caso de don Gonzalo y doña Fanny tuvieron que readaptar su proyecto.
Por idea de doña Fanny, quien es el alma del proyecto, un par de años antes de la pandemia construyeron siete habitaciones para estudiantes extranjeros, quienes llegaban a Coffea diversa a aprender sobre el café. Se trata de habitaciones en forma de coloridos y llamativos canastos de café.
“Nos iba muy bien. Era un proyecto que estaba creciendo. Venían estudiantes nacionales y extranjeros de Japón, de China, de Estados Unidos y Chile, quienes llegaban a conocer más de cerca el cultivo y beneficiado del café. Como eran cursos de cuatro días, tuvimos que construir habitaciones para alojarlos. Una vez mi esposa y yo, hablando sobre qué íbamos a hacer, pensamos que tenía que ser algo relacionado con café. Por eso, en un desayuno, surgió la idea de los canastos y los hicimos”, relata Hernández.
Aunque el proyecto daba resultados positivos, en el 2020 la covid-19 obligó a la pareja a poner en pausa la academia y también a los canastos, que son habitaciones para máximo dos personas. Los singulares aposentos quedaron vacíos.
No obstante, la lamentable situación duró poco, pues como eran tan llamativos generaron la curiosidad de los turistas ticos, quienes frecuentemente preguntaban por el hospedaje.
En ese preciso momento los emprendedores decidieron darle un giro a su negocio, convirtiendo una parte de su jardín de café en un hotel boutique, donde comenzaron a recibir en su aldea a turistas nacionales. La idea fue buena, pues esto les ha permitido hacer tours y que los visitantes se hospeden allí. Además, dio paso a que abrieran un restaurante.
“Siempre hemos querido dar el valor agregado: hacemos el tour por el beneficio, hacemos una sección de degustación de los diferentes cafés preparados en diferentes métodos y ha sido un continuo proceso. Y yo creo que ese profundo agradecimiento y ese amor por el café nos ha hecho pensar en todas las cosas para nuestros proyectos”, dice.
Esos proyectos incluyen, además, una sala de exhibición en Moravia y un kiosco en Multiplaza Escazú, en el que venden el café tostado al consumidor final e implementos para la preparación de un buen café.
Actualmente, Coffea diversa cuenta con 15 colaboradores; sin embargo, esa cantidad se puede duplicar en la época de cosecha. Tanto Gonzalo como Fanny esperan que este año no sea la excepción, pues eso representa más trabajo para los vecinos de Biolley de Puntarenas.
Además, la pareja está muy ilusionada, pues casi tres años después de tener cerrada la academia, en noviembre de este 2022 esperan abrirla nuevamente.
“La idea es que en la época de cosecha, de noviembre hasta abril, vuelvan a venir los estudiantes extranjeros. Estamos viendo signos de que las cosas están volviendo a la normalidad y esperemos que todo esté bien para ese momento”, agregó Hernández.
Mientras tanto, Gonzalo y Fanny continúan con sus labores habituales. Con una taza recién chorreada, siempre presente en su mesa, no dejan de soñar con nuevos y mejores proyectos para su emprendimiento, ese que nació por profundo amor al café.