La pataburger es una hamburguesa como la que quizá usted nunca haya probado. En lugar de pan lleva patapán, el cual está hecho con plátano pintón y por dentro es todavía más exquisita: una torta de carne, queso mozzarella, hongos, cebolla caramelizada, alioli de perejil, huevo frito y tomate completan el truco.
Esa combinación de sabores conquista cualquier paladar con la dulzura del plátano pintón como marco irresistible para toda una fiesta de sabores. Su precio es de ¢4.950 y viene acompañado de platatas. Ya hablaremos de ellas más adelante.
La pataburger es solo uno de los platillos del restaurante El Pata, un emprendimiento innovador que busca conquistar a punta de sabor e innovación a todos los amantes de la gastronomía. En total, ofrecen más de 54 combinaciones en el menú con precios que van desde los ¢250 (el patacón de la casa), hasta los ¢4.950.
Sus propietarios son María Mora y David Quirós, un joven matrimonio que quiso convertir un sueño en realidad y que ahora cuentan con dos restaurantes, uno ubicado en el centro de San José y otro en City Place, en Santa Ana.
“Esta aventura empezó hace cinco años en un momento que no era el de mayor solvencia para nosotros, era un momento difícil tras un traspié en otro negocio y empezó como una necesidad de producir. Abrimos en Puriscal bajo el nombre de El Patacón y fue como un laboratorio porque no sabíamos muy bien cómo lograr lo que queríamos hacer”, recordó David.
"Luego nos dimos cuenta de que tener el nombre de El Patacón nos encasillaba y nos limitaba a lo que queríamos hacer ya que la gente se imaginaba un restaurante que sirve patacones acompañados de otra comida y nosotros somos gastronomía de plátano. Hicimos un cambio de marca", añadió David, quien además por muchos años trabajó en publicidad.
Fue así cómo surgió la idea de rebautizarlo. "El Pata nos gustaba porque sonaba muy cercano y amistoso. El Pata es como un compa. A mí me da risa porque la gente ahora me dice a mí Pata y me gusta porque comprueba lo que pensábamos del tema del nombre porque es más cercano", explica David.
La base de su menú es el patacón, pero no es un patacón como el que tradicionalmente conocemos en Costa Rica. Es más delgado y con menos grasa.
"Un día estábamos haciendo patacones en la casa y comentamos sobre lo molesto que es que te sirvan un patacón crudo en el centro y cargado de grasa y de ahí salió la conversación del plátano y empezamos a armar la idea de lo que es hoy El Pata", recuerda David.
“Somos únicos en el mundo”, asegura María. “Puede que suene muy pretencioso, pero lo que significa es que no hay nadie más que haya explorado el plátano en un menú completo”.
Si tiene dudas sobre esta afirmación, solo basta con ver el menú. Ahí encontrará patapizza, patatacos, platalupas, pataviche y otras delicias, pero también hay lugar para los amantes de los postres con una variedad de postres que incluye los patachurros, patatiño, patacrêpe y la chorreada de plátano maduro, entre otros.
La patapizza es uno de los platillos más buscados por los clientes. “Las patapizzas vienen en dos bases de patacón; el delgado y crujiente que sería el de pasta delgada y el patahash, que es plátano rayado compactado y que vendría a ser la pasta gruesa”, explica David.
Hay diferentes tipos de pizza: jamón y hongos, de tocineta, de peperoni, la vegetariana y la vegetariana con trampa. “La historia es que cuando la hicimos quedó tan rica, que mucha gente nos decía que lo único que faltaba era la carne, es una pizza bastante elaborada con vegetales, con aguacate, tomate, chile dulce, cebolla morada y ponerle una ‘trampa’ al gusto que sería desde tocineta hasta carne mechada, chicharrón o peperoni”, agrega el empresario. El costo de la pizza es de ¢3.950.
Pero todavía hay más. Olvídese de las papas fritas como acompañamiento, porque en El Pata solo existen las platatas. Parecen papas a la francesa, pero en realidad están hechas de plátano y son las favoritas de los niños y también de los grandes. "Los más pequeños se las comen y ni siquiera se dan cuenta de que no son papas si no plátano. Son más sanas porque absorben menos grasa", asegura María.
Puede pedirlas solas o acompañando algunos de los platillos como los patanuggets (trozos fritos de pollo empanizados en harina de plátano verde) o el patasandwich, que al igual que la hamburguesa, usa el patapán en lugar del tradicional pan. Sin duda, una sorpresa para el paladar.
Hay otros platillos cuya creación no fue tan sencilla. Tal es el caso del patataco “Este es algo que no existe en el mundo, es único y es nuestro. La gente nos decía que no íbamos a lograr doblar la tortilla de plátano. Tuvimos que hacer muchas pruebas y nos costó, pero lo logramos y ahora tenemos algo que no puede encontrar en ningún otro lado”, dice María con orgullo.
El patataco consiste en tres rollos de patacón rellenos de carne, eso sí, en lugar de venir acompañados de repollo, llegan hasta su mesa junto con una ensalada de plátano verde (no podía ser de otra manera) con tomate y alioli de perejil.
Si sigue explorando el menú se encontrará con otras delicias como el patafrijo, su versión del chifrijo. “Viene en una canasta de patacón delgado y tostado arroz, cubaces, caldito de carne, que es nuestro secreto, y con chicharrón, pico de gallo y aguacate. El caldito es muy rico con una receta superlimpia, sin ningún aditivo ni preservante. Hasta el plato se puede comer”, afirman los dos mientras describen con deleite el platillo.
Pero, ¿cuál es el platillo más pedido? Ambos responden sin dudar un segundo, y para nuestra sorpresa: los patanachos. Quizá de todos los platillos que conforman el menú del restaurante es el parecido a lo que ya hemos visto en otros lugares. Su base son los nachos de patacón o patachips, cubiertos de carne a elegir, frijoles, queso mozzarella y cheddar, guacamole, pico de gallo y natilla. Su precio es de ¢3.500.
“Cuando desarrollamos los patanachos, sacamos una publicación en Facebook y al día siguiente se nos hizo una fila como de 60 metros. María estaba en la casa con el bebé que no tenía ni un año y por las cámaras de seguridad vio que yo estaba “en el agua” (término usado en cocina cuando un cocinero está ahogado en trabajo) y dejó el bebé con la suegra y dijo ‘yo tengo que ir a salvar a David’. Al final, logramos sacar la tarea. La gente se fue feliz con el producto, quizás no tan feliz con el tiempo”, recuerda con sonrisas este ingeniero agrícola de profesión.
Sin embargo, el anhelo de esta pareja es que la gente se arriesgue un poco más y degusten algunas de sus otras creaciones más innovadoras.
Quienes deseen probar de todo un poco pueden optar por el Patamix, un platillo pensado para compartir entre tres o cuatro personas y que incluye un patahash con guacamole, unos patanachos con carne, salchiplatatas, patanuggets, pollo mechado, frijoles molidos, pico de gallo, alioli de perejil y queso cheddar. Su valor es de ¢12.500.
Ingenio puro
Según cuenta este matrimonio, uno de los principales retos que encontraron al empezar fue como hacer más eficiente y sencilla la producción de los patacones que usan como base.
Al principio todo era a pura mano. David recuerda como si fuera ayer la extenuantes jornadas que vivieron junto a su equipo para lograr el patacón que delgado que los caracteriza. "Cuando empezamos en Puriscal, lo hicimos con la freidora que nos regalaron cuando nos casamos. El patacón era tan grande que teníamos que meterlo de medio lado", rememora María con algo de nostalgia.
Como la necesidad es la madre de toda invención, David empezó a trabajar en una máquina que les facilitara la producción. Esta máquina es con la que trabajan en la actualidad y ha pasado por distintas versiones y reconstrucciones, al punto de que la bautizaron Frankie, en honor a Frankenstein.
“La máquina que David creó toma un pequeño trozo de plátano lo convierte en un patacón de gran tamaño entonces tampoco se está comiendo demasiado carbohidrato. No se puede decir que es light porque es frito, pero es tostado”, señala María, quien es la mente detrás de las recetas.
Actualmente, están a punto de recibir una nueva versión de esta máquina diseñada principalmente por David y que les permitirá producir de forma automatizada hasta mil patacones en una hora, con lo que confían en que podrán agilizar aún más su negocio y fortalecer la pequeña planta que abastece a los dos restaurantes.
“Hemos logrado que el producto sepa igual en todos los restaurantes y no depender de un chef o una receta. Queremos que todo esté estandarizado para que sea fácil crecer y que la gente valore cada uno de (los restaurantes) Los Pata que se vayan abriendo”, explica David.
De hecho, a futuro, el sueño de esta pareja no deja de soñar. “Queremos llevar El Pata por el mundo y su esencia a otros países. Queremos ser una franquicia que traspase fronteras”, asegura María.
Bendito plátano
¿Por qué el plátano? Esa es la primera pregunta que surge cuando se buscan las razones que motivaron a esta pareja a lanzarse con todo en este emprendimiento que hoy cuenta con 11 empleados.
“El plátano tiene un grado de aceptación increíble, cuesta mucho que encuentre alguien que no le guste el plátano, ya sea verde o maduro”, explica David.
“Este fruto es la base de la gastronomía del Caribe y de buena parte de la gastronomía nacional, nos educaron con plátano casi que a diario. Así que quisimos agarrar un producto tan importante para la cultura latinoamericana y mostrarle a la gente que había otra forma de comerlo y empezar a innovar y rescatar tradición”, agregó.
María también resalta que el plátano tiene otras propiedades interesantes como “un valor nutricional altísimo, tiene fibra, es buenísimo para bajar el colesterol, para bajar de peso y tiene un componente que baja la ansiedad. Estuvimos en una feria hace poco y pusimos uno de nuestro patacones en una servilleta durante todo el día y no soltó nada de grasa”, afirmó la propietaria.
El menú es muy versátil y puede ser vegetariano si el cliente así lo prefiere. “Se puede cambiar todo lo que es proteína por hongos salteados, por ejemplo. El menú es gluten-friendly ya que nuestra materia prima es el plátano, que por su naturaleza no contiene gluten y en nuestros procesos nos esforzamos para que se mantenga así”, detalla María.
“Mucha gente piensa que tener un restaurante es algo pomposo y es lindísimo atender a la gente, pero el restaurante es trabajo y solo se puede tener éxito si tenés una pareja que está dispuesta a vivir el proceso. Nosotros nos respetamos a nivel profesional, creemos en las capacidades de cada uno y hemos logrado hacer esto a mucho sacrificio porque sabemos dónde queremos llegar”, enfatiza David.
Lo que hace cinco años parecía una idea arriesgada, es hoy una realidad para esta familia que ya tiene cuatro miembros tras el nacimiento de sus dos hijos Emiliano y Miranda de cuatro y dos años, respectivamente. “Nuestros hijos son nuestro motor, ellos son parte del equipo, aprueban y desaprueban y viven el día a día con nosotros”.
“Nos mueve una pasión. Llegamos adónde estamos porque somos emprendedores y nos levantamos todos los días con un único objetivo y es alcanzar nuestra meta”, concluye la pareja.
Visítelos
El Pata cuenta con dos locales. En San José, se ubica 50 metros al norte de Chelles, en calle 9. En Santa Ana, se localiza en City Place, 200 metros al norte de la Cruz Roja de Santa Ana. El menú es el mismo en ambos restaurantes; por ahora, solo en el local de Santa Ana se expende cerveza. Los puede encontrar en Facebook e Instagram como @elpatafood. También puede visitar su sitio oficial en www.elpata.net.