La ex madame Jody “Babydol” Gibson, quien por décadas dirigió uno de los servicios de prostitutas más grandes de Hollywood, murió el primer domingo de enero por causas que aún están siendo investigadas. Tenía 64 años. Su fallecimiento, entretanto, reavivó la polémica que se vivió en el año 2000, cuando fue la única condenada a cárcel por el delito de proxenetismo mientras sus supuestos famosos clientes ni siquiera llegaron a juicio.
Veinte años después, quizá su historia habría sido muy diferente, con una sociedad actual comandada por el Me Too (”Yo también”, en español), nombre de un movimiento que se viralizó como hashtag en las redes sociales y que surgió en el 2017 para denunciar la agresión y el acoso sexual a raíz de las acusaciones de abuso contra el productor de cine y ejecutivo estadounidense Harvey Weinstein, quien hoy purga una condena de 23 años de cárcel como delincuente sexual.
En principio el sitio TMZ, que dio la primicia del fallecimiento de Gibson –también conocida con el seudónimo de Sasha of the Valley– aseveró que parecía haber muerto mientras dormía.
Sin embargo, el esposo de Gibson, Eric Markel, afirmó este lunes que quería estar seguro, más allá de toda duda razonable, de que la ex empresaria del sexo realmente había sucumbido ante situaciones laborales. Él mismo narró a los medios que Jody pesaba, al momento de su muerte, unas 83 libras, un peso al que había llegado tras una depresión generada por un lío legal que amenazaba con quitarle su vivienda.
Ante tal panorama, Markel admitió que posiblemente su mujer falleció tras tanto agobio mental y su problema de alimentación, pero solicitó una autopsia para estar totalmente seguro de que el deceso se había dado “orgánicamente”.
Sus años como ‘Madame’
De acuerdo con una reseña biográfica, publicada por el tabloide británico The Sun, la aspirante a cantante dirigió su agencia de acompañantes para los ricos y famosos en Los Ángeles durante las décadas de 1980 y 1990. En el 2000, finalmente, fue condenada por operar una red internacional de prostitución.
El llamado anillo “California Dreamin” (Sueño californiano) se convirtió en el fortín en el que Gibson erigió su centro de operaciones. Según trascendería años después, en el juicio llevado a cabo en su contra en el año 2000, Jody le cobraba hasta $3.000 a sus clientes élite por solo una noche con alguna de su lista de actrices porno y modelos de Playboy.
Jody llegó a convertirse en una competidora “de respeto” ante la mismísima Madame de madames, la mediática Heidi Fleiss, quien en alguna ocasión se refirió a Gibson como su “rival”, solo que sin el “estilo y la clientela llamativa” de Fleiss, de acuerdo con una publicación sobre ambas mujeres publicada en 1999, cuando los casos de Fleiss y Gibson acaparaban los titulares.
Si bien fue sentenciada a tres años de cárcel, solo cumplió dos y fue liberada en el 2002.
En los años transcurridos desde su liberación, Gibson aparentemente se había mudado al desierto con su ya mencionado esposo, Eric Markel. En la primer década del siglo, Jody se dedicó a hablar abiertamente sobre su vida como proxeneta de lujo y hasta escribió dos libros sobre sus aventuras: Convicta, una historia verdadera, Seducción: diario de un espía de dobles tratos y Los secretos de una Super Madam de Hollywood.
La multifacética mujer también realizó varias apariciones en películas, incluido un protagónico en el filme de terror Evil Laugh y fue invitada varias veces a programas como Up All Night. En ellos, una Jody más madura, ya en sus 40, hablaba sin filtros sobre lo que consideraba una tremenda injusticia tras haber sido encarcelada, mientras que sus decenas de clientes famosos se lavaron las manos, lo negaron todo y nunca fueron juzgados.
De hecho, tras su enjuiciamiento, fue revelada públicamente la lista de sus clientes famosos, la cual ella ensambló en el escandaloso libro Secrets of a Hollywood SuperMadam. Simultáneamente, los tribunales revelaron la lista de llamadas: entre los nombres y contactos de la “lista negra” aparecían, entre otros figurones, el actor Bruce Willis, el mánager de béisbol Tommy Lasorda, el miembro de Sex Pistols Steve Jones, el productor de cine Don Simpson y el ex vicegobernador de Texas Ben Barnes.
Todos emitieron comunicados en los que sus abogados negaban rotundamente cualquier asociación con el negocio de Gibson. “La historia es una fabricación total”, dijo el letrado Marty Singer en nombre de Bruce Willis, su cliente. Valga insistir en que estos hechos ocurrieron a finales de los años 90, justo cuando todos los mencionados se hallaban en la cúpula de la fama.
Pero nadie en su momento se atrevió a poner en duda sus decires y, en consecuencia, Jody Gibson enfrentó en solitario al jurado que la condenó por proxenetismo.
Tras salir de la cárcel, poco a poco Gibson empezó a aceptar invitaciones a shows de late night, para terror de muchos, pues tras haber pasado por todo el proceso judicial, los famosos clientes de prostitución de lujo tuvieron sus muchas noches en vela, con el temor de que sus nombres volvieran a ser eje de escándalo por alguna revelación realizada por Jody en televisión nacional. Y es que se volvió figura frecuente en Larry King Live, The Playboy Morning Show y otros programas de variedades, cuyos anfitriones disfrutaban de su verbo agudo y de su doble sentido.
Y sí, prácticamente entre guasa y guasa, lanzó dardos directos con los que eran fácilmente identificables decenas de sus clientes premium. Sin embargo, como ya se dijo, eran otros tiempos, todos reían con sus infidencias pero nadie se atrevía a meterle el diente a algún escándalo de plana mayor que involucrara a alguna superestrella. ¡Cuánto ha cambiado el mundo en los últimos años!
En el juicio que se le realizó en el año 2.000 se alegó que tenía una agenda de contactos de más de 400 clientes que pagaban hasta $3.000 por una noche con la modelo de su elección. En ese momento, Jody Gibson –entonces de 42 años– tenía cuentas bancarias con varios números a la derecha.
El historial
Como escribió el medio británico The Guardian, en una extensa biografía publicada con motivo de su mediático juicio, en el año 2000, la historia de vida de Jody ‘Babydol’ Gibson es fascinante. Nacida en 1957, se asentó en Los Ángeles a principios de los 80 en busca del estrellato. Para entonces su idea era forjarse una carrera musical y en el modelaje; tuvo un éxito temprano en esta última y así resolvió techo y comida durante varios meses.
Una cosa llevó a la otra: una de las agencias de modelaje para las que trabajaba se dedicaba a colocar muchachas quienes, con su consentimiento, se convertían en damas de compañía “administradas” por la agencia, que pronto se granjeó fama de exclusividad, muchachas con mucho tupé y precios acorde con la calidad que ofrecían.
Jody era rápida de mente y pronto escaló posiciones en la agencia hasta convertirse en una de las proxenetas más buscadas por los ricos y famosos: en el juicio que se le realizó en el año 2000 se alegó que tenía una agenda de contactos de más de 400 clientes que pagaban hasta $3.000 por una noche con la modelo de su elección. En ese momento, Jody Gibson –entonces de 42 años–, tenía cuentas bancarias con varios números a la derecha.
Tres de las mujeres que trabajaban para ella ofrecieron sus testimonios en el caso; todas alegaron que le habían cedido el 40% de sus ganancias a la Sra. Gibson.
Su red de prostitución operaba en 16 estados y en Europa, informó la prensa mundial según aseveraciones realizadas por la fiscalía en el juicio en su contra.
“Esto es una tragedia”, dijo el juez Lloyd Nash, sobre su condena. “Las mujeres parecen ser personas trágicas y patéticas, mientras que la Sra. Gibson parece ser trágica y patética”, deploró el magistrado en una frase que luego sería duramente criticada por el abogado defensor de Jody, Gerald Scotti, quien señaló con vehemencia que los hombres prominentes que buscaron los servicios de Gibson no fueron procesados.
“La conclusión es que, cuando pones piezas similares en una olla y lo hierves todo, esto es lo que ocurre: el de Jody fue un caso que fue puesto en los libros por hombres, investigado por hombres, con delitos cometidos por hombres y una condena y una pena de cárcel cumplidos solo por una mujer” dijo Scotti.
“No hay víctimas aquí. Esta no es una mala persona. No hay nadie que pueda decir ‘ella me lastimó’ o ‘mi vida es peor por ella’”. Un encendido Sr. Scotti había preguntado al jurado durante los juicios: “¿Es justo en un caso como este que no traigan a un solo ‘John’ (cliente)?”
Usando el nombre Sasha, la Jody había utilizado Internet para reclutar clientes, que fue la forma en que la policía se enteró de sus actividades. Pero afirmó que había podido seguir operando porque había tenido una aventura con un detective de Beverly Hills, quien estaba investigando el negocio de las escoltas.
Y es que, en sus buenos tiempos, Gibson parece haber recibido un golpe de suerte: se dice que se hizo cargo de parte del mercado que quedó vacante cuando Heidi Fleiss, la legendaria Madame de Hollywood, fue condenada en 1995 por dirigir una red de prostitución de celebridades. Fleiss también fue encarcelada durante tres años, salió justamente cuando Jody estaba en la cúspide como “proveedora” de modelos y actrices para hombres poderosos.
Como se mencionó antes, Fleiss llegó a referirse en varias ocasiones al quehacer de Jody, pero siempre aclaró que la nueva Madame acaso alcanzaba al grado de aprendiz.
Ni tanto.
Ya casi resignada a que no se salvaría de ir a la cárcel, Gibson empezó a atraer la atención sobre sí al acudir a su juicio con atuendos y un look espectacular en general. En plena audiencia trascendió el manuscrito de un libro en el que Jody Gibson hablaba sobre su hastío con la policía y aseguraba que era imperativo legalizar la prostitución. “Deberían simplemente gravarlo (y) dar el 1% a las personas sin hogar”, dijo en su momento.
Tras salir de la cárcel, Gibson fue desapareciendo poco a poco del radar público y, en la última década, prácticamente nadie sabía qué había pasado con ella. No fue sino cuando trascendió su muerte, el domingo pasado, que los ojos del mundo dirigieron su mirada hacia la otrora intrépida Madame, inimaginable en su lecho de muerte pesando apenas 85 libras.
Pero su partida también evocó a su predecesora más famosa –quizá el referente principal de las Madames de Hollywood– Heidi Fleiss, la hija de un prestigioso y amoroso pediatra de California que ya desde los 13 años cobraba comisiones a los papás del barrio por conseguirle adolescentes-niñeras que pudieran cuidar a los hijos de parejas acomodadas, mientras salían a cenar durante dos o tres horas.
La trepidante carrera de la avispada Heidi, apenas en sus 20, dio un gran salto al convertirse en la mano derecha de Alex Adams, la Madame 9020, conocida por manejar una red de prostitución destinada a servir a famosos de Hollywood.
Como si se tratara de una historia que no deja de dar vueltas en círculo, Adams fue arrestada y procesada judicialmente, por lo que Heidi se hizo con el negocio y lo levantó al punto de recaudar hasta $97.000 en un solo día. Las prostitutas, según explicaría una investigación del diario El País, recibían un 60% del dinero pero, ya en bulto, Fleiss recogía cantidades exuberantes sin moverse de su palacete.
Pero a Fleiss el destino se le empezó a torcer cuando su otrora mentora, Alex Adams, salió de la cárcel e hizo una componenda con un policía. Adams le ayudó a llegar a Fleiss, fue detenida y luego procesada. Igual que Jody, estuvo dos años en la cárcel. Era 1994; justo después Jody aprovechó la oportunidad y accedió a parte de la clientela que dejó Heidi.
En los últimos lustros, Fleiss también fue desapareciendo de la retina pública, excepto por su participación en un reality show sobre personas farmacodependientes en proceso de rehabilitación, así como en un documental en el que muestra su vida junto a sus casi 20 loros en una vivienda campestre, alejada de la vida civil a sus apenas 56 años.
Y bueno, el caso es que el tema de las ‘Madams’ mediáticas mundialmente ha venido creciendo en intensidad y voracidad hasta llegar al rudo caso de Ghislaine Maxwell, recientemente condenada a un total de 60 años de prisión por delitos de tráfico sexual en contubernio con el malogrado magnate Jeffrey Epstein, quien se suicidó el 9 de agosto del 2019 en una cárcel neoyorquina, mientras esperaba el primero de decenas de juicios por pederastia y otros oscuros delitos sexuales.
Ghislaine Maxwell, la otrora encumbrada socialité anglofrancesa, presa en una cárcel neoyorquina, llevó su nivel de ‘Madame’ al servicio de Epstein y su séquito de amigos multimillonarios a niveles superlativos que, según se sabe hoy, terminaron por destruir la vida de decenas de adolescentes y jovencitas manipuladas y vejadas por Epstein.