Un accidente aéreo, una celebración, mucha expectativa y 597 cartas que nunca llegaron a su destino: así fue el domingo 10 de abril de 1921 en Costa Rica.
Posiblemente esta fecha no está en los libros de Estudios Sociales, ni tampoco se conmemora como una fecha histórica; sin embargo, en el país, ese día se llevó a cabo un acontecimiento que mantuvo a la expectativa a cientos de costarricenses de diferentes partes del país.
Esta es una historia poco conocida, que no tuvo precisamente el final feliz que muchos esperarían y que, de hecho, terminó en un accidente, en el que no hubo heridos, pero sí muchas desilusiones.
Todo comenzó en diciembre de 1920, cuando los pilotos italianos Enrico Massi y Luis Venditti -acompañados de su representante, Giuseppe Villa-, llegaron a Costa Rica con sus dos aviones marca Fiat Ansaldo. Su intención era asentarse en el país y ganarse la vida desde suelo tico.
“La mayoría de los pilotos italianos, al igual que los alemanes, después de la Primera Guerra Mundial, que terminó en 1918, no tenían nada que hacer, no tenían trabajo. Entonces se venían a Costa Rica, a Perú, a Ecuador a colaborar con el desarrollo de la aviación en Latinoamérica, tal y como fue el caso de Venditti”, explica Enrique Bialikamien, un arquitecto y filatelista que por años se ha encargado de buscar lo que ocurrió en aquella fecha y los días previos a esta.
La llegada de los pilotos italianos al país no pasó desapercibida, y, por el contrario, causó una gran sensación entre los costarricenses de la época, pues los pilotos italianos realizaban vuelos de demostración en La Sabana, al menos hasta que uno de ellos se estrelló. En ese momento los aviadores le atribuyeron la responsabilidad a la mala calidad de la gasolina.
Varias semanas después, específicamente en marzo de 1921, al aviador Luis Venditti se le ocurrió la idea de realizar el primer vuelo internacional de correo, trasladando cartas de Costa Rica a Nicaragua vía aérea.
Fue entonces cuando recurrió a Gamaliel Noriega, director general de Correos y Telégrafos de ese entonces, para proponerle realizar junto a él, el primer correo aéreo.
“La idea era que el vuelo saliera de San José y aterrizara en Managua bien temprano”, relata el filatelista.
La idea fue bien recibida por Noriega, pues este sería un hecho histórico, ya que anteriormente las cartas solamente se enviaban por tren o por barco. De inmediato, el jerarca puso a disposición sus recursos para el italiano.
Lo primero que Noriega hizo fue autorizar a Venditti a elaborar una estampilla no oficial que le permitiera costear el viaje. Además, le prometió que si este vuelo resultaba exitoso, firmarían un contrato para trasladar correo aéreo entre ambos países de forma regular.
Entonces se puso en marcha el plan para poder ejecutar el vuelo, que se había fijado para el 10 de abril, antes del mediodía.
Lo más importante era el diseño y la impresión de las estampillas, las cuales iban a tener un valor de ¢1. Para ello, se contrató a Antolin Chinchilla, quien se encargó de diseñar la viñeta especial para la ocasión y en la que se aprecia el escudo de ambos países, así como el ala de un ángel en el centro y la firma de Venditti.
La impresión quedó en manos de la Litografía Minerva, a quien se le contrató para realizar 600 estampillas en colores verde pálido y amarillo, las cuales se vendieron rápidamente en la oficina central de Correos y Telégrafos, en el centro de San José.
Para el gran día, Luis Venditti encargó a hacer dos tarjetas de recuerdo de este viaje: en una aparece junto a su esposa y el avión, mientras que en la otra se observa a una familia reunida viendo el avión pasar cerca de ellos.
“Las tarjetas del recuerdo se repartieron durante el vuelo”, afirma Bialikamien.
El día clave
Finalmente el domingo 10 de abril llegó. La idea era que el vuelo saliera bien temprano desde San José hacia el norte de Managua y recorriera un total de 321 kilómetros. La ruta incluía pasar por lugares como Esparta, cerca de la costa del Pacífico y de ahí directo a Nicaragua.
Para ese día se habían vendido todas las estampillas, por lo que Venditti trasladaría en su avión Ansaldo un saco con un total de 600 cartas provenientes de diferentes partes del país.
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Entre la algarabía, la expectativa del pueblo y las autoridades gubernamentales -que habían puesto toda su confianza en el italiano-, el piloto subió a su aeronave y se dispuso a despegar a las 11:45 a. m., tras solucionar un problema con el motor.
Para guiarse, Venditti decidió no utilizar instrumentos de navegación. Los primeros minutos logró hacer la ruta planeada originalmente, sin embargo, el problema llegó minutos después.
Como este era un hecho histórico, los telegrafistas de todo el país tenían que estar pendientes de cuando el avión pasara por sus pueblos, para reportarlo y poder armar posteriormente la ruta.
Salió de San José, pasó por San Antonio de Belén, a las 12:10 p. m. fue visto en Esparta y cinco minutos más tarde, en Chomes.
El problema llegó después de ese punto, pues en lugar de continuar la ruta original hacia el oeste, la aeronave se desvió hacia el norte y luego al este del país. Pasó por Sarchí, Sarapiquí, San Carlos, Barra del Colorado, Matina, Limón, una vez más por Matina y otra vez por Limón.
El último reporte se recibió a las 2:35 p. m., es decir, casi tres horas después de la salida de San José; y fue en Santa Rosa de Pococí, en Limón, cuando la nave había recorrido 450 kilómetros.
En esa zona, a 23 kilómetros al sur de Limón, Venditti se estrelló debido a los fuertes vientos que predominaban en esa época. El avión quedó destruido, sin embargo, el piloto italiano resultó ileso y el saco de cartas también.
La sobreviviente
De las 600 cartas que llevaba Venditti en su avión, solamente tres llegaron a su destino en Nicaragua. Aunque Bialikamien asegura que ha escuchado que fueron cinco, hasta ahora solamente ha encontrado el rastro de tres.
El resto de cartas también fueron devueltas, sin embargo, sus dueños decidieron no enviarlas por otra vía, o al menos no con el sobre en el que inicialmente se enviaría. Esto se debió, principalmente, al valor de la estampilla, que costaba ¢1, un precio que era muy elevado para la época y la cual, muchos decidieron conservar.
Ese no fue el caso de los hermanos ramonenses Orlich, quienes continuaron con su plan inicial de enviar la carta.
Tras lo ocurrido, los Orlich enviaron la carta desde San Ramón hasta San José y allí comenzó su viaje hasta el puerto de Corinto, Nicaragua, primer sitio al que llegó el 19 de abril de 1921 en un barco. La carta continuó su recorrido y finalmente estuvo en Nicaragua el 25 de abril de ese mismo año, donde fue entregada a sus dueños.
Sin embargo, quienes recibieron la carta, sabían que el sobre era una joya, no solo por el precio de la estampilla, sino por el significado que tenía al ser parte del primer traslado aéreo de cartas desde Costa Rica hacia Nicaragua y, por ello, decidieron conservarlo.
Desde entonces el sobre ha pasado por varias manos y países y hoy se encuentra intacto en Costa Rica.
En la esquina superior derecha del sobre se lee en mayúscula “Orlich Hermanos”, un poco más abajo se encuentra la estampilla. En el centro tiene un sello que dice tránsito y en la esquina superior izquierda, tres sellos postales en color naranja que tenían un valor de cinco centavos cada uno.
Al dorso, el sobre cuenta con tres matasellos con las fechas en las que la carta fue llegando hasta su destino.
Filatelista por convicción
Los hechos que ocurrieron ese día han sido recabados por Enrique Bialikamien, un arquitecto y apasionado filatelista, quien por años se ha encargado de buscar la historia de la filatelia en Costa Rica.
Él es quien tiene en su poder el sobre de aquel fallido primer correo aéreo. Lo ha cuidado y lo mantiene intacto, al igual que algunas estampillas y una de las tarjetas de recuerdo de Venditti de aquel día.
Don Enrique ha sido juez de la Federación Internacional de Filatelia (FIP) y por su conocimiento y trayectoria en este mundo filatélico, lo han nombrado juez en varios países como Rusia, Finlandia y Sudáfrica. También ha escrito muchos artículos sobre el tema y ha colaborado con empresas como Lacsa, que en algún momento lo buscó para que colaborara con ellos en la elaboración de una memoria sobre la historia del correo aéreo en Costa Rica.
“Esa pasión por la filatelia nació desde que estaba chiquito, cuando era niño. En aquella época con lo único que jugábamos los niños era con trompitos y canicas, entonces mi papá me traía los sobres de las cartas que le escribían y nos inculcó a todos la pasión por la filatelia”, relata el filatelista, quien es colombiano de nacimiento, pero quien reside en Costa Rica desde hace 50 años.
Cuando don Enrique llegó a Costa Rica empezó a hacer investigaciones de la filatelia del país y así fue como se encontró con la historia del primer y fallido vuelo internacional de cartas del país.
De hecho, debido a su conocimiento, don Enrique ha expuesto la historia del correo aéreo de Costa Rica en ferias internacionales. La última vez, fue en Corea, en 2015.
“Esta ha sido mi pasión desde 1970, eso me quita todas las depresiones que la gente tiene actualmente. Yo creo que por eso, yo no me deprimo, ni me doy cuenta que hay pandemia, porque esta es una gran pasión”, asegura.
Hoy don Enrique reconoce que el sostener en sus manos uno de los sobres del fallido viaje, le permite revivir parte de lo que fue aquel inesperado 10 de abril de 1921, en el que 597 cartas nunca llegaron a su dueño.
Días después de lo ocurrido, aquel histórico domingo, el aviador italiano y su esposa, Elvira de Venditti, abandonaron Costa Rica para asentarse en Honduras.
“Venditti no pudo hacer más vuelos, entonces voló a El Salvador y luego se trasladó a Honduras y también a Nicaragua. Allí la esposa del aviador le escribió a Marta Quirós, una amiga en Costa Rica, una tarjeta para contarles sobre sus experiencias”, cuenta el filatelista.
En esa tarjeta, con fecha del 22 de enero de 1923, la señora Venditti relata cómo es su nueva vida lejos de Costa Rica, país al que no regresaron. Y aunque ilusionó a muchos costarricenses y terminó destruyendo muchas ilusiones, Venditti solo era un piloto italiano que quería desarrollar la aviación en el país y en Centroamérica.
Tras su paso por la región, Luis Venditti regresó a su natal Italia, donde falleció en la década de 1960.