Fotografiar y nadar con 12 ballenas en unas recónditas islas del Reino de Tonga, en el Pacífico Sur, y sentir la vibración de su canto en el pecho. Capturar la táctica de caza y comunicación entre una jauría de perros salvajes, carnívoros que tienen la fama de exitosos por cómo logran atrapar a su presa,en África. O tener la oportunidad de contemplar un rinoceronte, especie altamente amenazada, con sus dos cuernos. Son parte de las magníficas aventuras que han tenido Luis Solano, Álvaro Cubero y Adrián Zamora, respectivamente.
Ellos son tres fotógrafos costarricenses quienes, sin duda, poco tienen que envidiar a homólogos que viajan por el mundo tomando fotografías para National Geographic u otras publicaciones especializadas.
El trabajo de Luis y Adrián (trabajan juntos) y de Álvaro es viajar por el mundo (por separado) capturando los más maravillosos paisajes y los más imponentes animales. Las fotos que toman ponen a soñar, a imaginar todo lo que existe dentro y fuera del país y que usualmente se ve en un documental, en libros o, en el caso de los animales, en la crueldad de un zoológico que por su encierro no les permite presumir lo que realmente serían en su hábitat.
Elefantes, osos, lemurs, gorilas; las auroras boreales del Ártico, las altas dunas del desierto del Namib que se vuelven aun más espectaculares al estar rodeadas del cielo estrellado, son solamente algunas de las fotos que han compartido individualmente estos fotógrafos de vida silvestre y paisajes en sus diferentes cuentas de Instagram.
En sus periplos por el orbe se acercan a la realidad de los países a los que van y salta la pobreza extrema que no muestran los libros con fotos. Aparte de tomar fotografías, ellos son guías de expediciones de profesionales o aficionados quienes desean vivir la experiencia de hacer momentos eternos gracias a su cámara y a la inmensidad natural que existe en el mundo. Gracias a esta labor, pueden captar impresionantes momentos y ganarse la vida. Estas son sus historias.
Luis Solano
Este año, Luis Solano, de 31 años, un fotógrafo de vida silvestre y paisajes, vivió un momento sagrado. Se adentró en las montañas Virungas, en África Central para fotografiar y conocer a los gorilas que allí habitan.
Estando en Ruanda, pudo acceder a dos visitas guiadas en las que solamente pueden participar ocho personas mientras caminan, a veces durante cinco horas, hasta encontrar familias de estos primates. En el camino, él y los otros visitantes fueron acompañados por un guía que carga un rifle para “asustar a los animales” en caso de que se pongan agresivos; en los últimos tiempos no hay registro de ello, pues las robustas criaturas se han habituado a la visita de seres humanos.
Luis hizo dos expediciones. El segundo día ocurrió un hecho que resalta entre mucho de lo que ha experimentado en cinco años como fotógrafo de la vida salvaje. Luis, acompañado por Alex, un guía, topó con un gorila lomo plateado, el líder de la manada. Cuando se encontraron, el fotógrafo actuó con cautela. Ante la majestuosidad de estos animales se debe ser prudente: un sonido o gesto podría inquietarlos. Agacharse ante el macho dominante podía provocar un ataque o juegos violentos.
Lo sublime del momento ocurrió cuando el guía le dijo a Luis que podía agacharse con tranquilidad, pues el gorila le había permitido estar con él. Por instantes, el fotógrafo pudo sentarse junto al inmenso animal y verle a los ojos.
“(Los guías) me dijeron que el momento fue sagrado. Estuve sentado frente al gorila viéndonos cara a cara en medio de los volcanes (de Virungas). Llegué a la habitación atacado a llorar”, contó.
Antes de ese emotivo momento, Luis estaba contrariado al repasar la destrucción y dolor que causó el genocidio de Ruanda en 1994; luego retomó la calma al descubrir cómo el país surge mediante el ecoturismo que realizan gracias a sus gorilas.
Cuando Luis era un niño sus peticiones de juguetes y regalos estaban relacionados con animales. Dice que en aquellos años estaba obsesionado con esos seres, hoy se declara adicto.
En su trabajo como fotógrafo de paisajes y vida silvestre ha realizado expediciones en 20 países de África, América y Europa. Adicional a su experiencia con los gorilas, Luis destaca mucho la oportunidad que tuvo de nadar con ballenas en el Pacífico Sur.
Entre los paisajes que le han asombrado están las auroras boreales de Islandia y Noruega, así como el Volcán de Fuego en Guatemala y el cielo nocturno y sus reflejos en el Salar de Uyuni, en Bolivia.
Luis empezó con la fotografía cuando, durante algún viaje, recordó las ganas de vivir que le genera la naturaleza. En 2014 decidió que quería dedicarse a recorrer el mundo tomando este tipo de fotos. Así nació su blog To the Wonder.
"Es un proyecto que surgió como una celebración al asombro. Que invita a dejarnos maravillar y vivir todos los sentimientos que transmite estar en lugar lejano.
“Empecé a compartir las fotos y para el 2015 tenía bastantes seguidores en el blog. Empecé con un taller con parte teórica, pero sobre todo de campo, (con Adrián Zamora como asistente) de naturaleza de Costa Rica, la gente decía que ningún tico iba a pagarle a otro para conocer su país", recuerda Luis, quien reconoce que su propuesta tuvo buena acogida.
En el 2016 organizó un taller para visitar Islandia y descubrir la magia de los paisajes árticos. Su sorpresa fue que llenó dos cursos. Después de este episodio, renunció a su trabajo como director de arte en una empresa. Él es licenciado en diseño publicitario.
Hoy la pasión de Luis va más allá de querer mostrar una gran foto. Su objetivo es comunicar, por ello se preocupa en entender sobre biología, geología e historia natural en cada región que visita. Sabe que la naturaleza es una plataforma poderosa para dar mensajes.
El trabajo de Luis parece soñado, mas conlleva una fuerte dosis de realidad en la que se choca con el sufrimiento de las personas en países lejanos.
“De las cosas que más lo impactan a uno es la pobreza y dolor de la humanidad de manera tan palpable. En países de África hay situaciones tan fuertes y precarias. (...) a veces uno juzga que por qué esos lugares destruyen, que por qué las especies mueren. Uno entiende que no es culpa de ellos, porque tratan de sobrevivir. Esas experiencias impactan. Hay giras en las que termino con el corazón en la mano. No puedo contener esas emociones, pero ese dolor lo transformo en comunicación”, cuenta Luis.
Este 2019, estuvo en Costa Rica solamente tres meses y medio. Esta vida nómada le afecta porque está lejos de su familia y amigos. Su trabajo también le ha hecho vivir momentos difíciles como no poder comer mucho tiempo porque no es saludable o enfermarse de fiebre en África.
Adrián Zamora
Escuchar los rugidos de un león en libertad y cruzar con él una rápida mirada han sido eventos impresionantes para Adrián Zamora, fotógrafo de vida silvestre y quien trabaja junto a Luis Solano desde el 2015.
Jaguares, leopardos, camaleones, leones, jirafas, elefantes, tucanes, osos, alces, chitas son algunos de los animales que ha visto de cerca y que ha podido fotografiar.
“Que estén en libertad es importante. Hay un montón de animales a los que uno ve en tele o en un libro. Para alguna gente se quedará así su imagen de ellos. Verlos y escucharlos es impresionante”, dice Adrián, de 28 años.
Adrián empezó con la fotografía en 2015. Para él este trabajo es un llamado y una pasión. La parte de ser profesor teórico y de campo le maravilla, pues enseñar y compartir con otros su conocimiento le ha permitido reforzar su cariño por la naturaleza.
“Este trabajo nunca estuvo en mis planes de vida pero se ha dado de mejor manera. Entre los lugares mágicos que he visitado están Namibia, Botsuana, Sudáfrica, Pantanal en Brasil y el parque Nacional Banff en Canadá. Me ha impactado poder salir del país y conocer lugares que uno soñaba. Ir a África fue una cosa espectacular”, detalla Adrián, de 28 años.
Para él uno de los momentos más significativos fue poder fotografiar a un rinoceronte con sus dos cuernos moviéndose en libertad.
“Ese fue un momento clave porque mostró que todavía hay esperanza en muchos campos de la naturaleza”, contó.
Adrián no tiene una foto favorita, todos los momentos han simbolizado y marcado algo en su vida. Sin embargo, hay una en particular en la que tomó a un elefante que tiene la puesta de un atardecer africano. El animal calzó tan bien que parece que detrás tiene un corazón de fuego.
En su trabajo, Adrián ha vivido momentos asombrosos y otros rodeados de peligro.
Una grata experiencia que incluso describe como “mágica” fue la de tener a pocos centímetros a un tapir suramericano, una especie que no se ve con frecuencia.
En cuanto a lo peligroso, contó que en Botsuana un hipopótamo empezó a atacar la lancha en la que iba.
“Ese día fotografiamos a una pareja de hipopótamos a lo lejos y no nos dimos cuenta de que por debajo pasaba uno y golpeó la lancha como tres veces. Ellos no son agresivos, solo son territoriales”, explicó.
Álvaro Cubero
En 2015 Álvaro Cubero fue a fotografiar osos a Canadá y se enamoró de la experiencia. Desde ese momento empezó a poner el ojo en África. Él estudió producción audiovisual, pero en el camino se interesó por la fotografía.
Hoy en el álbum de sus recuerdos guarda momentos impresionantes gracias a los lugares o animales que ha logrado conocer. Su sueño “no era viajar para captar cosas increíbles”, admite que lo que ha sucedido ha sido una cadena de eventos afortunados, pues no se imagino que sería fotógrafo de vida silvestre. En 2011, luego de un curso de composición se enamoró de la fotografía y empezó tomando a su familia, mascotas, insectos y aves.
“Yo me crié en Marañonal, un pequeño pueblo en Puntarenas. La cultura es muy diferente a la de las personas que nacen en ciudades. Mi familia siempre me inculcó soñar pero con dosis de pueblo. A pesar de que siempre recibí apoyo de mis padres, me vine para la capital a estudiar producción audiovisual. Quería comunicar ideas. Así terminé en el INA (Instituto Nacional de Aprendizaje), en el centro de imagen. Ingresar no solo me permitió estudiar, ellos también me daban beca. Encontrar este apoyo fue determinante”, dijo Álvaro con la intención de motivar a los más jóvenes a no desistir de sus aspiraciones profesionales.
Hoy él tiene un trabajo que le permite moverse por muchos países y captar momentos, en su mayoría, sublimes.
”Cuando empecé tomando fotos me di cuenta de la herramienta que es la foto para cuidar a los animales”, contó Álvaro, de 28 años.
Hoy, con su proyecto Alvaro Wildlife Phohto, se dedica a llevar grupos privados de fotógrafos a otros países . Él ve la fotografía como una herramienta para la conservación. Sus imágenes, por lo general tienen una base de conocimiento científico.
Álvaro ha conocido 28 países; cuando la gente le pregunta que “si es millonario”, él responde que sus travesías se han concretado gracias a sacrificio, ayuda de la familia y patrocinadores. La primera vez que fotografió animales fuera de Costa Rica fue en 2015.
“Ir a fotografiar osos en Canadá fue el detonante, me encantó observar la dinámica. Los ciervos canadienses son grandes; también hay alces, las cabras de las montañas, eso hace que me impresione. En 2012 empecé con turismo fotográfico en Costa Rica, fuimos a ver quetzales al Cerro de la Muerte”, dice.
“África es ‘el lugar’ para fotos de vida silvestre. Tengo tres años de visitar África, llevo nueve países africanos. Espero poder conocer más (...) Como fotógrafo a uno se le va un poco la noción del peligro ante la curiosidad. En Zimbabwe hago foto a pie, me le acerco a leones, a elefantes, a perros salvajes, allá es legal. El país te lo permite mientras estés con un guardaparques (que está armado) para protección de los turistas”, narra.
Uno de los animales que más lo han sorprendido son unos pequeños antílopes llamados dik-dik, para él ha sido impresionante ver a esa criatura sobrevivir entre animales tan grandes.
Otro evento que lo maravilló fue el poder ver perros salvajes en plena caza, aunque reconoce que pudo tornarse peligroso, pues como estos animales son tan buenos atrapando a su presa, es usual que leones o hienas se les acerquen para robarles su comida.
Los periplos han dejado enseñanzas en Álvaro. Cuenta que cuando visitó Madagascar, la pasó bien y mal. Allá no solamente topó con los famosos lemurs, sino que descubrió un país que tiene un 90% de su población en condición de pobreza.
“Madagascar me cambió más como fotógrafo. Ahí hay problemas de salud. Fui cuando había plaga de peste bubónica, la conocida muerte negra en Edad Media. Casi cancelo el viaje, pero pude conseguir antibiótico y el foco de la infección era en la capital y no en la naturaleza. Pasé 33 días en ese país y realmente me ha marcado. Allí se conoce la verdadera pobreza, la necesidad. Allá las personas se levantan en la mañana y no tienen idea de si van a comer en el día.
"Viajar es una píldora contra la ignorancia. Llegar a países realmente pobres y ver niños de la misma edad de mis hijos trabajando con ladrillos en la cabeza, ver niños buscando comida en los caños me marcaron pero también me reforzaron el agradecimiento, darme cuenta de lo que tengo en Costa Rica: puedo lavarme los dientes y hacer jugos con agua del tubo, mis hijos pueden ir a la escuela”, explicó.
Todas sus experiencias han influido en su vida como fotógrafo, dice que cada vez este trabajo lo hace más feliz, aunque en el proceso de buscar lo maravilloso de la naturaleza lo lleve a topar con “partes profundas de la desgracia humana”.
Recuadro: En las cuentas de Instagram de los fotógrafos podrá ver más de sus trabajos de vida silvestre.
Álvaro Cubero: @alvarowildlifephoto
Adrián Zamora: @adrianzamcr
Luis Solano: @tothewonderblog