En esta cruenta e inimaginable guerra de Rusia contra Ucrania que se le vino encima al planeta justo cuando comenzaba a ver un poco de luz tras la pandemia, entre todos los “daños colaterales” que ya empiezan a figurar en las noticias, entre estupor e indignación, se cuentan los periodistas caídos en acción.
Uno de los casos más visibles es el del estadounidense Brent Renaud, reportero que murió asesinado el domingo 13 de marzo por las fuerzas rusas y quien contaba con una vasta experiencia en coberturas en zonas de conflicto.
El realizador murió tras ser tiroteado justo en momentos en que se movilizaba para grabar escenas del desplazamiento de los miles de civiles que huyen de los bombardeos, según informaron distintas agencias de noticias.
El reportero y documentalista, de 51 años y excolaborador de The New York Times, sufrió el ataque en Irpin, una localidad intensamente bombardeada en el oeste de Kiev. Su compañero, Juan Diego Arredondo Arredondo, sobrevivió para contar la tragedia: ambos fueron atacados a disparos en los suburbios de la capital cuando se disponían a realizar la mencionada cobertura.
La víctima trabajaba habitualmente con su hermano Craig, con quien formaba la sociedad artística Renaud Brothers. Pocos días antes de la muerte de Brent, los hermanos habían anunciado en redes sociales su arribo a Ucrania.
De hecho, su trabajo los había llevado a diversos escenarios peligrosos alrededor del mundo, como las guerras de Irak y Afganistán, el terremoto de Haití, las zonas controladas por el narcotráfico en México o las revueltas políticas en Egipto, por citar solo algunos casos.
Se trataba de tremendo profesional: sus producciones recibieron prestigiosos galardones, entre ellos un Peabody, un premio IDA a la mejor serie de televisión, dos premios del Overseas Press Club, dos premios Columbia Dupont y un premio Edward R. Murrow por su trabajo con The New York Times.
El realizador también produjo películas para HBO, NBC, Discovery, PBS y Vice News, entre otros.
Solo un día después, el lunes 14 de marzo, falleció el fotoperiodista irlandés Pierre Zakrzewski, víctima de un ataque armado mientras reportaba la guerra en Ucrania. El corresponsal realizaba su trabajo desde la región de Kyiv cuando su vehículo fue alcanzado por un ataque el domingo, aunque fue hasta el martes cuando los medios internacionales oficializaron la noticia.
La cadena británica BBC de Londres publicó este miércoles 16 de marzo un recuento de periodistas muertos y heridos a tres semanas de que Rusia emprendiera su invasión a Ucrania: se han reportado al menos cinco periodistas fallecidos y 35 heridos, según fuentes oficiales ucranianas.
Los más recientes en lista de caídos son los ya mencionados Renaud y Zakrzewski, de 55 años. Junto a este último murió la ucraniana Oleksandra Kuvshinova de 24, quien iba en el vehículo que quedó bajo fuego en Horenka, al oeste de Kiev, en la cobertura para Fox News.
El colega de ambos, Benjamin Hall, de 39 años, resultó herido en el ataque y permanece en el hospital.
La directora ejecutiva de Fox News, Suzanne Scott, dijo que fue un “día desgarrador” para la organización y destacó las calidades profesionales de Zakrzewski, que calificó como “incomparables”.
Se había trasladado a Ucrania en febrero pasado; era un camarógrafo veterano, había estado en varias guerras y vivía en Londres. Suzanne Scott, directora ejecutiva de Fox News, lo describió así en un comunicado: “Cubrió casi todas las historias internacionales para nosotros, desde Irak hasta Afganistán y Siria, durante el prolongado tiempo que trabajó con nosotros. Su pasión y talento como periodista no tenían parangón. Sus talentos eran enormes y no había ningún ámbito en el que no estuviera dispuesto a echar una mano: como fotógrafo, como editor o como productor; y lo hacía siempre bajo una enorme presión con una tremenda habilidad. Tenía un firme compromiso para contar la historia y su valentía, profesionalidad y ética del trabajo fueron reconocidos entre los periodistas de todos los medios de comunicación. Era inmensamente popular: todos en la industria de los medios que han cubierto una historia en el extranjero conocían y respetaban a Pierre”.
Los primeros caídos
Siempre de acuerdo con BBC, las muertes de Renaud y Zakrzewski se produjeron menos de dos semanas después de que el periodista ucraniano Yevhenii Skaum, camarógrafo del canal de televisión local LIVE, muriera cuando la torre de transmisión de televisión de Kiev fue bombardeada.
Entretanto, su compatriota, Viktor Dudar, murió en combates cerca de la ciudad portuaria sureña de Mykolaiv, según dijo la comisionada de derechos humanos del parlamento ucraniano, Lyudmyla Denisova, en un comunicado publicado en redes sociales oficiales.
“Están matando y disparándoles a los periodistas”, afirmó Denisova y agregó que al menos 35 periodistas han sido víctimas de “militantes racistas” y han resultado heridos “por bombardeos enemigos dirigidos”.
“Los militares rusos dispararon contra el vehículo blindado que decía ‘prensa’ del periodista suizo Guillaume Bricke mientras viajaba hacia Nikolaev. El periodista resultó herido”, señaló.
Las reseñas de algunos de los 35 periodistas heridos también son desoladoras. “Dos periodistas de la edición checa de Voxpot, Maida Slamova y Vojtech Bogach, fueron atacados por las tropas rusas. Dos corresponsales daneses de Ekstra-Bladet, el periodista Stefan Weichert y el fotógrafo y reportero Emil Filtenborg Mikkelsen, fueron baleados”.
En la lista la funcionaria incluyó al equipo del canal británico Sky News, con el corresponsal jefe Stuart Ramsey y sus cuatro colegas que fueron emboscados cerca a Kiev. Ramsey terminó con un balazo en la espalda y su camarógrafo salió vivo pero con dos tiros en su chaleco antibalas.
“Uno piensa que lo pueden matar, lo pueden secuestrar o lo pueden herir, pero no tiene en cuenta el precio psicológico que se paga. ‘Vamos a la guerra en busca de aventuras pero volvemos con una maleta cargada de cadáveres’; lo escribió Pérez-Reverte y creo que es así… No sabía el precio que iba a pagar en mi vida cotidiana, en mi día a día, no sabía todo lo que iba a morir en mí, todo lo que muere, en todos nosotros, por contar historias”.
— Hernán Zin, excorresponsal de guerra y director de documentales
Condiciones extremas
Un informe especial de la revista colombiana Semana aborda las condiciones extremas en las que están realizando su trabajo los corresponsales de guerra en Ucrania.
“Mientras muchos quieren huir de Ucrania, los corresponsales de guerra están allá, en condiciones extremas, para reportarle al mundo lo que pasa. Así viven el día a día”, dice la publicación.
Uno de los primeros testimonios que recoge es el de la periodista colombo-española Salud Hernández y la ubica en un momento en que las gigantescas filas de vehículos avanzan lentamente huyendo de Kiev, antes de que lleguen las tropas rusas que han dejado una estela de destrucción y muerte en su paso hacia la capital.
Justamente la toma la hace Hernández, quien se desplaza en sentido contrario en un autobús, en un carril libre en dirección a la ciudad de las que todos quieren salir.
“Esa imagen lo dice todo acerca del carácter del reportero de guerra. La mayoría de ellos está allá por su propia cuenta, por motivación personal, porque quieren ver con sus ojos este conflicto y transmitirlo así a su audiencia. Sin ellos el mundo estaría desprovisto de la posibilidad de conocer historias diferentes a las oficiales”, se lee en el artículo.
Las declaraciones de Hernández son realmente impactantes. “Tienes que venir aquí para saber que Putin no va a ganar la guerra. De lejos puedes pensar otra cosa, pero al estar en los sitios y hablar con la gente, te enteras. Un periodista como yo es reportero, no quiere ser jefe de redacción, ni director de nada, quieres estar en la calle, que es donde te enteras de la realidad”, señala la aguerrida mujer, quien ha cubierto otros conflictos, como el de Afganistán y la guerra entre Israel y Líbano.
Algunos de los casos reseñados por Semana superan la capacidad de asombro, por ejemplo, cuando se cita al argentino Chiche Gelblung, de 78 años y quien demuestra que su edad no lo limita para seguir con el oficio que ha desempeñado durante 50 años de carrera y que lo ha llevado a decenas de conflictos, entre ellos las guerras de Vietnam y Biafra.
“Cuando muchos piensan en el retiro, Samuel ‘Chiche’ Gelblung camina hacia el lado opuesto. Con 78 años, el periodista que hoy viste los colores de Crónica TV se fue con su equipo y un pequeño bolso a cubrir en primera persona la guerra entre Rusia y Ucrania. Con dificultad, traspasó la frontera polaca-ucraniana y llegó a territorio hostil, siempre con el micrófono en mano y una cámara. Hoy, mientras que la escalada bélica no parece tener un final claro, las redes celebran el trabajo del conductor y hacen posteos diarios en las redes dedicados a él”, celebra con admiración La Nación de Argentina, en una semblanza dedicada al tremendo personaje.
De vuelta a otros periodistas de guerra, continúa Semana: “Tampoco es relevante si en pasados cubrimientos han salido heridos o secuestrados, como le sucedió a Clive Myrie, reportero de la BBC, de 57 años, que resultó herido por las fuerzas de Sadam Husein en Irak, por los talibanes en Afganistán y ha tenido que escribirle a su esposa e hijos varias cartas de despedida. ‘Todos entienden que cubrir esto es parte de quien soy. Aun así, mis amigos me preguntan a toda hora si me encuentro bien’”, dijo el reportero al diario The Sunday Times desde Ucrania.
Varios de los entrevistados por Semana y quienes coinciden con decenas de colegas que ofrecieron sus historias en el laureado documental Morir para contar, (2017) del destacado experiodista de guerra argentino Hernán Zin, aseguran que el miedo es “una palabra equivocada” entre el gremio.
Myrie explica: “Tenemos cierta seguridad y un grupo con experiencia, aunque es cierto que estás más en sintonía con cualquier posible peligro”, admite. Por su parte, Salud Hernández opina que los periodistas de guerra no son valientes porque no tienen miedo. “Para ser valiente hay que sentir miedo o al menos vencerlo”, explica.
Quién mejor que el reconocido Harris Whitbeck, un periodista y corresponsal de guerra con más de 30 años de experiencia y quien escribió el exitoso libro El oficio de narrar sin miedo. En sus tres décadas de coberturas ha viajado a los lugares más peligrosos del mundo para narrar acontecimientos históricos.
Por su impecable profesionalismo, fue reconocido con un Emmy especial en el 2002. En su obra relata el detrás de cámaras de su labor periodística y sus recuerdos por los países que visitó para llevar al lector las más poderosas historias. Con un punto de vista crítico y entrañable, según apreciaciones de expertos, el libro transita por la vida del comunicador desde sus inicios en CNN en Español: ha cubierto sucesos como el huracán Mitch en Centroamérica, el tsunami de 2004 en Indonesia, los disturbios políticos en Haití y Venezuela, las guerras de Irak y Afganistán, y la disolución de la Unión Soviética, entre otros.
Chiche Gelblung afirma que en sus inicios en las coberturas bélicas sí llegó a sentir miedo, pero que fue desapareciendo conforme adquiría más experiencia. Hasta dónde llegan para lograr una historia depende, en gran parte, de factores como el estado civil, si tienen o no hijos y de la personalidad. “Hay que ser prudente y no pasarte de la raya. Eso no quita que a cualquiera le puede pasar algo, pero hay que saber dónde ponerse. Es intuición”, dice el veterano comunicador.
Ese límite para Hernández es el otro. Ella solo llega hasta donde su trabajo podría perjudicar a alguien más. Por eso en Colombia prefiere irse en su carro a las zonas de conflicto y así poder llegar “a donde me dé la gana”, declaró a Semana.
El columnista Carlos Alonso Lucio, del portal colombiano Las2Orillas, publicó un sentido artículo sobre la trayectoria de la comunicadora, titulado Brindemos por Salud Hernández-Mora, en el que escribe: “Ella se fue a aportarle con su periodismo, corazón y experiencia a la causa más justa, a ayudarle al mundo a entender la demencia y crueldad de un salvaje como Putin (...) La sigo como lector desde hace muchos años y nunca la he visto resbalarse frente a sus convicciones y frente a sus convicciones sobre las responsabilidades que conlleva el periodismo que ejerce con tanta valentía. Hay una frase de Borges que me apasiona: ‘Entre las cosas hay una de la que no se arrepiente nadie en la Tierra. Esa cosa es haber sido valiente’. (...) Nunca dejo de sorprenderme cuando la veo haciendo sus investigaciones, metida en los territorios más insólitos de nuestro país, en los más peligrosos. Ella se mete a buscarnos las verdades adonde no se mete nadie. Se mete a buscarlas, inclusive, con gente a quien todo el mundo teme, con gente que, incluso, la odia. Gente que la odia pero que la respeta; que la respeta porque ella es respetable”, opina Lucio.
Hacia Moscú, desde Washington
Isabelle Khurshudyan, de 30 años, es la corresponsal de Moscú para The Washington Post y se trasladó a Kharkiv, que ha sido bastante afectada y el gobierno local emitió un mensaje que decía: “Si sales hoy, la Policía podría confundirte con un saboteador ruso y dispararte”. Ella decidió hacer sus reportajes “sin aventurarse demasiado y pasar la mayor parte del día dentro del búnker”, ha declarado, según Semana.
Siempre sobre los temores lógicos que podría generarles su oficio, Gelblung asegura que ni siquiera en los momentos más difíciles de su trabajo sintió miedo. Fue en Vietnam, un 24 de abril, cuando cayó Saigón. Él se encontraba allí y no pudo resguardarse en ningún lado porque llovían balas. Recuerda que ya en Tailandia, sano y salvo, lloró 24 horas seguidas. “No había tenido tiempo de procesar. Te entra la adrenalina en el cuerpo y seguís, pero hay un momento en el que rompés en lágrimas. No podía parar”, dijo a la prensa argentina.
La mayoría intenta guarecerse en lugares seguros, pero a la hora del reporteo deben ajustarse a las condiciones, a menudo sin tener donde dormir, qué comer o dónde realizar sus necesidades fisiológicas. “De todo eso tienes que olvidarte: de cómo duermes, de cómo te bañas, eso tiene que ser secundario. Hay que buscar internet para transmitir. Debes ver cómo llegas. Lograr que te entiendan. Si conoces el idioma local, hace toda la diferencia. Con algunos nos comunicamos gracias al traductor de Google, pero no es lo mismo si yo supiera ucraniano o ruso. La suerte es que muchos hablan inglés y eso me ha salvado”, narró Salud Hernández.
Mientras muchos quieren huir de Ucrania, los corresponsales de guerra están allá, en condiciones extremas, para reportarle al mundo lo que pasa. Desde que empezó el conflicto bélico Rusia-Ucrania, han sido asesinados cinco comunicadores y 35 resultaron heridos.
Ella va solo con una mochila al hombro y su cámara. Solamente carga efectivo para no depender de los cajeros automáticos y nunca usa casco ni chaleco antibalas. Además de que pesan, le da “cosa” entrevistar a la gente en la calle con chaleco y casco, mientras ellos no llevan ninguna protección. Con ella coincide Salwan Georges, fotógrafo de The Washington Post, quien dice que en todas las guerras las víctimas son los civiles, no los políticos.
Su reflexión final es contundente. “Vives (como reportero de guerra) en unas condiciones malas por unos días, y luego te vas, pero la gente de aquí se queda. Hasta que estemos los medios habrá interés. Después pasarán al olvido como tantas otras guerras”.
Otra experimentada corresponsal de guerra, Elisabetta Piqué, italiana nacionalizada argentina y corresponsal de La Nación (Argentina), recién escribió para ese medio: “Lo que más me conmocionó es el éxodo bíblico que se está dando. Las imágenes de la Segunda Guerra Mundial que veo, con la gente huyendo debiendo dejar todo, me han conmovido. Este conflicto refleja el fracaso de la diplomacia, no aprendimos nada“, enfatiza la experimentada corresponsal.
Por su parte, Guillermo Panizza, periodista histórico de Telefe de Argentina, reflexionó: “Es una misión estar acá, con la convicción que la bondad debe prevalecer por sobre la maldad de un presidente que actuó por la nostalgia de una Rusia imperial que es castigada. Es importante visibilizar esta guerra con lógica del pasado, donde un país invade a otro. Como siempre, la contracara es la ayuda humanitaria“.
Morir para contar
El documental que lleva el nombre del anterior subtítulo y que está disponible en Netflix, documenta las andanzas de distintos periodistas de guerra, varios de ellos verdaderos adalides del oficio cuyas historias de vida fueron filmadas por ellos mismos durante años, hasta que fallecieron en el cumplimiento del deber: trabajando en zonas de conflictos.
La docuserie descorre el calibre de la vocación de este oficio, el cruel anonimato de quienes han perdido la vida mientras trataban de llevar las verdades al mundo y cómo los sobrevivientes quedan inmersos, para siempre, en un limbo de estupor y confusión.
Por ejemplo, es surrealista –a pesar de que los riesgos son inherentes a su trabajo– volver a mirar hoy el documental en el que participaron activamente con sus testimonios y sus tomas los periodistas españoles David Beriain y Roberto Fraile, quienes morirían cuatro años después del estreno de la película, asesinados mientras trabajaban en un documental sobre la caza furtiva en Burkina Faso.
Ambos eran conscientes del peligro que corrían y así lo expresó David en el documental mencionado, como lo recordó el director y excorresponsal de guerra, Hernán Zin.
Un título premonitorio de un documental estremecedor sobre los traumas y miedo de los reporteros de guerra. Zin habla del miedo, huye de los clichés sobre adrenalina y asegura que tanto Beriain y Fraile ejercían este periodismo porque querían cambiar el mundo.
Y narra una anécdota sobre sus razones para producir este crudo documental, reseñada por La Nación con motivo del estreno. “La esencia del comunicador atrapa desde los primeros segundos, cuando cuenta con toda transparencia que decidió iniciar el filme con la historia de unos marines en Afganistán que apenas frisan los 20 y quienes, relajados y preparándose para dormir en sus literas, hacen bromas sobre la guerra y se divierten con videojuegos bélicos. Me recuerdan a mí, por eso decidí abrir el documental con ellos. Porque no saben lo que les va a pasar, a esa edad no tienen conciencia de lo que ocasiona en el cerebro humano lidiar con lo peor de la especie humana, yo tampoco sabía que iba a pagar un precio tan alto por este trabajo… vocación, es una forma de vivir, es un oficio’”, dice Zin con una honestidad brutal igual que la que expondrían, uno a uno, los colegas que lo acompañaron en esta aventura de contar sus historias.
De acuerdo con un artículo publicado por El País de España, sumadas las últimas bajas al recuento del Committee to Protect Journalists (Comité para la Protección de los Periodistas), organización sin ánimo de lucro con sede en Nueva York, ya han muerto 16 periodistas en el 2022 en el mundo como consecuencia del cumplimiento de su trabajo. Desde el 2014, el inicio de la guerra en el Donbás (región fronteriza al este de Ucrania), se calcula que al menos 13 reporteros han perdido la vida mientras trabajaban en esta parte del territorio.
Y aunque en el papel esté penalizado el atacar a periodistas en el ejercicio de su labor durante las guerras, es un hecho que, ya en territorio de nadie, los comunicadores están expuestos –y al parecer también dispuestos– a todo.
“Los asesinatos y bombardeos de periodistas son una grave violación de las Convenciones y la Declaración de La Haya, la Convención de Ginebra para la Protección de las Víctimas de la Guerra y sus Protocolos Adicionales, y la Convención sobre las Leyes y Costumbres de la Guerra Terrestre, que brindan garantías de seguridad para los periodistas”.