En medio de la tormenta futbolera, cual Noe del Siglo XXI, el presidente Rodolfo Villalobos expulsó del barco náufrago mundialista a los que no creyeran. Redujo todo a un acto de fe, a falta de argumentos sólidos para sustentar el sueño futbolero rumbo a Catar
“Quienes no crean que se bajen. Pero después que no se suban”. Ni me bajé en aquel entonces, después de las primeras dos rondas de partidos, ni me subo ahora que Costa Rica tiene medio boleto.
Tico al fin, siempre quise y quiero que el país esté en el Mundial. Pero el periodista nunca ha estado como pasajero en el barco de los sueños, no ha bajado de él y no tiene por qué subirse ahora, para abrazarse con el resto del país.
Dije siempre que solo un milagro o accidente nos clasificaría a Catar. Usted puede llamarlo como quiera, pero el premio que tenemos a hoy no corresponde a un trabajo planificado ni a un proceso serio.
Demos vuelta a la historia: ¿No tendría que haber empezado la eliminatoria con los Brandon, Contreras, Bennett y demás jovencitos, respaldados por el milagroso Navas y un par de veteranos que les enseñaran los recovecos de ese viaje hacia el Mundial?
¿Qué habría ocurrido si el técnico Suárez en lugar de un mes antes, hubiese tomado el timón de este navío un año antes del primer partido eliminatorio? ¿O si los microciclos arrancaban desde el inicio y no después del sexto partido y con 12 de 18 puntos perdidos?
Lo único bueno que hay que reconocerle a la Federación de futbol es no haber cedido a la presión de muchos para quitar al colombiano. Y es a éste, a Suárez, a quien hay que darle todos los méritos. A prueba y error, soportó los palos por sus desaciertos en la búsqueda de los hombres idóneos.
Esa tarea, propia del preludio a los combates eliminatorios, la sacó con valentía y acierto. No solo provocó el cuasi milagro de meternos a un repechaje impensado, sino que nos heredó a la Selección del futuro. Esa que, por mucho tiempo, pensamos que no existía, o que tendría a otros jóvenes como protagonistas.
A punta de buen ojo, apostando por “chamacos” que se graduaron en el mismo debut, hizo lo que desde hace mucho debió suceder. Arriesgó, posiblemente convencido que no había otro camino, a pesar del peligro de hundir el barco junto a sus cadetes.
Con o sin Mundial, Suárez ha hecho más de lo que le tocaba, en medio de las circunstancias en que fue contratado. Y, sigo diciendo, Costa Rica tiene más premio del que merece su dirigencia. Eso hace más valioso el trabajo del colombiano y de los hombres que hizo subir al barco, para dar sus batallas.