A un costado de la pista, Avril Jiménez Vargas parece esconderse detrás de su padre, David Jiménez, mientras se mueve nerviosa y observaba el sábado a su madre, Andrea Vargas, en la parrilla de salida, quien se preparaba para competir en el Dempsey Indoor Meet In en Seattle, Washington, Estados Unidos.
La pequeña de siete años se concentra en lo que hace su mamá, quien inició la temporada 2022, mira con atención cada uno de los ejercicios, mientras su papá, le “echa un ojo a su pequeña” y graba la competencia para su suegra y entrenadora de Andrea, Dixiana Mena, con el fin de revisar las incidencias y posteriormente corregir algunos detalles de la prueba.
Al pedir silencio los jueces, la niña parece sostener la respiración y aunque tiene muy claro que no puede salir corriendo detrás de su madre, se pone pie justo en la línea, mientras aquellos instantes se le hacen eternos esperando el disparo de salida. No puede contener la emoción al ver competir a su mamá, quien ganó la carrera de los 60 metros vallas con un crono de 8 segundos y 22 centésimas (8:22).
“¡Vamos mami, tú puedes!, ¡Vamoos, vamooooss!”, grita con todas sus fuerzas, casi sin respirar, según se escucha en el video que precisamente grabó su padre.
Desde muy niña Avril ha acompañado a Andrea a los entrenamientos, por lo que ya conoce qué puede hacer y qué no. Asimismo, es común ver a la pequeña niña realizando los mismos ejercicios que su progenitora, soñando con emularla en la pista.
En esta ocasión viajaron juntos en automóvil desde Oregón Portland, donde residen, a Washington, con el fin que Andrea arranque su preparación para el Mundial de Atletismo bajo techo en Serbia, a realizarse en marzo próximo.
Hasta quedar sin voz
La misma historia se había repetido en las semifinales, donde Andrea igual se dejó la primera posición ante los frases de apoyo de su pequeña.
“¡Tú puedes mamí, vamos mami, vamos, tú puedes, Vamos vamos”, frases que repite una y otra vez, repitiendo la voz de aliento de su abuela, quien durante los entrenamientos constantemente alienta a Andrea a correr más rápido y hacerlo mejor para alcanzar sus metas”.
Aquellos gritos se convierten en la inspiración más grande de Andrea, que pese a su concentración, no puede evitar escuchar a Avril, quien apenas y se contiene para no correr junto a su madre, como una y otra vez lo ha hecho durante los entrenamientos, desde que tiene uso de razón.
La prueba termina, Avril se tranquiliza y su rostro no puede ocultar la enorme felicidad que le embarga. Está orgullosa, no todo el tiempo puede ver competir a su mamá tan cerca, porque ella no asiste a los eventos mundiales por restricción y debido al reglamento, pero en esta ocasión fue diferente.
Pide a su padre que le enseñe los videos de la carrera de su madre y con una gran sonrisa aprueba el resultado llena de satisfacción.