Ganarles a niñas hasta cuatro años mayores, en pruebas combinadas en pentatlón y heptatlón, tanto en Centroamérica como en el Caribe, le valió a una pequeña de Puriscal el mote de Súper Niña.
Esa Súper Niña es nada menos que Andrea Carolina Vargas, quien 12 años después de dominar la región en categoría infantil, se convirtió en campeona Panamericano en los Juegos de Lima 2019, quinta en el Mundial de Atletismo en Doha, Catar, y clasificó a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Andrea, quien ya inició su temporada pensando en el año olímpico, junto a su madre y entrenadora Dixiana Mena y su hermana Noelia Vargas, aún recuerda sus inicios y se sorprendió al conocer que siguen vigentes sus récords logrados en El Salvador en 2007 en los Juegos Centroamericano y del Caribe infantiles y los Juegos Estudiantiles Centroamericanos en nuestro país en 2009.
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“Para mí es una sorpresa que aún estén vigentes mis récords en pruebas combinadas. Cuando yo era chiquitita era muy competitiva y me gustaba mucho entrenar, nunca me perdía los entrenamientos y eso es fruto de esos récords. Entrené muy duro para eso y mejorar esos tiempos. Es difícil enfocarse en siete pruebas, pero también es bonito y que los niños puedan entender que sí se puede”, dijo Vargas.
Pero, ¿de dónde viene el sobrenombre de Súper Niña?
Andrea sonrió y pareció trasladarse en el tiempo, cuando enfrentaba a oponentes de mayor edad y les ganaba indistintamente en cualquier evento.
“Creo que tenía como 13 años y en un Codicader (Juegos Estudiantiles) en El Salvador me tocó enfrentar a niñas de 17 años y les gané. Entonces disputaba pruebas de velocidad como los 200 metros lisos, las combinadas, de campo traviesa, de fondo, los 80 metros lisos y los 60 metros con vallas, logrando destacar en todas”, recordó Vargas con una sonrisa.
Es claro que la Súper Niña se hizo grande, dejó atrás las pruebas combinadas, sus marcas por categoría, pero se especializó en los 100 metros con vallas, dándole grandes alegrías al país y clasificando a eventos mundiales.
“Si, la Súper Niña se hizo grande (sonríe nuevamente), pero mantuve esa pasión por el atletismo. Desde pequeña entrené para competir en mundiales, olimpiadas y representar a Costa Rica. No sabía lo duro que puede llegar a ser; sin embargo, nunca he dejado el atletismo y siempre he luchado por dar un poquitito más de mí en cada competencia”, agregó Vargas.
Decisión acertada. Abandonar las pruebas combinadas fue decisión de su madre, Dixiana Mena, quien pese a ver que su hija destacaba en pruebas de fondo y velocidad, se inclinó por las vallas.
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“Al principio creí que nos íbamos a inclinar por las pruebas de medio fondo, pero en una competencia en Bahamas gané los 60 metros vallas y mi entrenadora me explicó que no solo tenía velocidad, sino también habilidad para saltarlas y si quería clasificar a mundiales, era mejor dedicarme a esa prueba. Con el paso del tiempo, sin duda fue la mejor decisión”, explicó Vargas.
Su mamá y entrenadora confesó que Andrea desde muy niña demostró mucha destreza y velocidad para las diferentes pruebas, por lo que compitió para desarrollar su potencial.
“Ella era buena corriendo 800 y 1.000 metros, además en los eventos de velocidad como los 200 metros lisos, la impulsión de la bala, pero siempre le costó el lanzamiento de la bola de béisbol. Incluso ganó una vez el salto triple, con apenas once años, frente rivales juveniles. Era muy completa”, aseguro Mena.
Pese a las fortalezas de su hija, Dixiana analizó las posibilidades de su hija para destacar a nivel mundial y se inclinó por las vallas.
“Con 13 años Andrea me decía ‘si soy rápida en 200, 400 y 800 ¿por qué tengo que competir en vallas?’. Le expliqué que a nivel mundial las africanas son muy buenas en los 800 y 1.500 metros en medio fondo y en eventos de velocidad era muy difícil destacar a nivel mundial. Por eso escogimos las vallas, porque sabía que allí tendría futuro al enfrentarse a las norteamericanas y del caribe. El tiempo nos dio la razón”, expresó Mena.