Como la misma Raquel Rodríguez lo afirma, seguramente un alto porcentaje de la población de Costa Rica desconoce quiénes son Christen Press, Crystal Dunn o incluso Christine Sinclair, jugadoras con una prestigiosa carrera y quienes forman parte de la élite del balompié mundial, pero estos nombres están al lado de la futbolista costarricense, y no en un sentido figurativo. Hace siete años Rocky, como se le conoce, fue elegida la mejor jugadora de todas las universidades de Estados Unidos y recibió el trofeo MAC Hermann Trophy, distinción que esas futbolistas admiradas por millones -incluida Raquel- también recibieron.
Ese éxito individual apenas es uno de los que colecciona la hija del exfutbolista Sivianni Rodríguez y Grettel Cedeño. Su carrera ha estado marcada por momentos históricos: mejor novata de la liga nacional de fútbol del país norteamericano (NWSL, por sus siglas en inglés), hizo la anotación más rápida de esa liga (24 segundos), concretó el primer gol de una selección femenina de Costa Rica en una copa del mundo (Mundial Sub-17 de Nueva Zelanda de 2008), así como el primero en un mundial mayor (Canadá 2015).
¿Coincidencia? La atacante de 28 años tiene algo muy claro: “Eso le pudo haber tocado a cualquier otra jugadora, y no sé, por alguna razón Dios quiso que así fuera”. Lo cierto es que su nombre está rodeado de hechos históricos y aunque no hay una respuesta clara para algunos de esos momentos, sí la hay para otros éxitos menos evidentes, como permanecer casi diez años en el fútbol de Estados Unidos, tan solo con una interrupción de cuatro meses jugando en Australia, cuando, eso sí, estaba de “vacaciones”.
Raquel se siente orgullosa y al mismo tiempo satisfecha, sin que eso signifique que no piensa en otras metas, por lo mismo este 2022 empezará su tercera temporada con los Thorns de Portland. Lo que le costó en algún momento fue detenerse y entender lo que ha conseguido durante este tiempo: “(...) son cosas que tienen su mérito. Cuando veo hacia atrás, digo ‘wow, ha valido la pena’ y han sido esfuerzos, pero gracias a Dios ha dado sus frutos”.
Actualmente es más común escuchar de ticas que van al fútbol del exterior, pero mantenerse, aunque suene trillado, es la fórmula que pocas consiguen encontrar. Raquel tuvo la formación adecuada, personas influyentes -como su papá-, pero también el carácter y dedicación para soportar los momentos menos lindos; en resumen, estuvo dispuesta a pagar el precio que incluía irse a otro país con 18 años.
Podría sonar sencillo vivir en Estados Unidos, total está cerca de Costa Rica y Raquel dominaba el inglés, aunque ese fue uno de los aspectos que creyó conocer; solo el tiempo le ayudó a perfeccionarlo. Y así se fueron acumulando experiencias que la pusieron a dudar sobre su decisión, sobre todo durante los primeros dos años (de cuatro) en la universidad Penn State. Tanto que la define como una de las etapas más duras de su vida.
“Sentía que no tenía lo que se necesitaba para ser parte de ese equipo, tuve que superar esas creencias, porque a uno le surgen inseguridades. Había días que decía: ‘estoy aquí’ y me pellizcaba, pero al otro día decía: ‘¿qué estoy haciendo aquí? Pensaba en cómo iba a hacer para estar cuatro años... porque yo contaba los días para que fuera Navidad y poder regresarme”.
Pero eso nunca sucedió, y como lo evidenció durante esta conversación, Rodríguez tenía muy claras sus metas. Aunque solo el tiempo le dio las herramientas para superar cada momento, seguramente fue aplicando su actitud de soñadora, como ella misma se define en su cuenta de Instragram, pero también le agrega “idealista”, porque trabaja para alcanzar lo que considera bueno, sin hablar de perfección, la cual, afirma, no existe. Con el fútbol ha sido así, pero va más allá de la pelota.
“Me he dado cuenta que critico lo que podría ser mejor siempre. Antes de alcanzar mis logros, yo siempre los soñé, pero ahora que tal vez los estoy viviendo, soy igual con otras cosas. Por ejemplo, si voy a estar con una persona, si voy a tener pareja, mi novio, mi esposo, es para estar mejor.. A veces vacilo con mami sobre ese tema, le digo si tal vez estoy siendo muy irrealista y mami me dice, sí un poquito”, cuenta entre risas. “A lo que voy es que en general yo trato de alcanzar lo que considero que es ideal. Soñadora en ese sentido, se puede vivir lo que uno quisiera vivir, claro, se necesita mucho trabajo y tal vez tiempo”.
Lo dice por experiencia propia. En Estados Unidos se topó con las grandes diferencias entre el fútbol tico y uno que venía creciendo con una rapidez poco imaginada, y que a la postre se convirtió en potencia del balompié femenino. Rodríguez concluyó la universidad en cuatro años, obtuvo su título en “Gestión de actividades recreativas, parques y turismo” y al mismo tiempo adquirió las enseñanzas de la vida, porque desde el día uno tuvo que aprender a administrar su dinero, primero el de la beca y después su salario.
“Qué vergüenza, pero voy a exponerme un poquito, voy a ser vulnerable”, dijo como quien estaba dispuesta a mostrar más de la persona, por encima de la futbolista. “Me considero una persona responsable en términos económicos, por dicha, porque prefiero estar de este lado que del otro. Más bien tuve que aprender a disfrutar del salario. Desde la universidad empecé a planificar... Pero cuando empecé a ganar plata pensé, ‘por fin’. Tal vez lo que ganaba era mucho para una persona y para otra no es nada, pero para mí era un montón porque nunca había ganado eso, nunca había tenido un salario”.
Pero si se trata de vulnerabilidad, lo es más hablar de salud mental, un tema que la futbolista puso y sigue poniendo como prioridad en su vida. La famosa frase ‘no pain, no gain’ (sin dolor no hay ganancia) está lejos de sus creencias. Conoce la cara “cruel” del deporte de alto rendimiento, ese que exige a niveles extremos.
Cree que no vale la pena llegar al éxito mediante ese camino. Conforme pasaron los años, empezó a priorizar y escuchar a su cuerpo, sobre todo desde el lado psicológico.
“Si somos seres que tenemos alma y espíritu, entonces por qué nos cuidamos con una parte del cuerpo y no con otra, para mí no tiene sentido”.
Hay momentos para alejarse del fútbol, eso lo entendió desde adolescente, como cuando estuvo a punto de tirar la toalla mientras jugaba en Saprissa y cumplía sus procesos de Selección Nacional, donde está desde los 13 años. En aquel momento necesitó “desconectarse” para volver y eso mismo sucedió a finales del año pasado e inicios de este, cuando se tomó las vacaciones más largas que recuerde desde el 2012, de aproximadamente dos meses.
Con la mente despejada, con ganas de volver a tocar la pelota y con los sueños mucho más claros. Si hace siete años le hubiera preguntado una de sus metas a futuro, hubiera dicho que ir a Europa, pero desde hace un tiempo esa idea cambió, porque Raquel está donde quiere estar y eso incluye pertenecer a uno de los clubes más importantes del mundo, donde el equipo femenino recibe entre 10.000 y 15.000 aficionados en partidos regulares.
Ella define la liga NWSL como la más competitiva del mundo, sin lugar a dudas. Entonces, estar en esas condiciones, hace que irse al viejo continente no tenga ningún sentido, aún sabiendo lo que la gente piensa, también por falta de conocimiento del fútbol femenino.
“Ahora que estoy ahí, Europa no me desvela; antes sí, sentía que tenía que probar algo, la verdad, porque en Costa Rica lo comparan con hombres y por eso dicen que cuándo voy a Europa, pero es muy diferente. Ahora no me falta Europa, ya no”.
Además, en Estados Unidos está su segundo hogar, y aunque no tiene una respuesta de cuánto tiempo le falta jugando en ese país, permanecerá hasta que su cuerpo y mente se lo permitan. Mucho menos sabe si Costa Rica es una opción para cuando llegue el momento del retiro.
Raquel quisiera ver un avance más acelerado de la liga nacional, pero al mismo tiempo entiende porqué ha costado que eso suceda, incluso lo sabía desde antes de tomar la decisión de buscar una oportunidad en el exterior. Ahondar en ello le duele, asegura, y se le nota.
“Una de las razones por las que yo quería irme era porque si no me iba a estancar. No estoy diciendo que las chicas que juegan aquí están estancadas, jamás. Pero yo quería irme porque mis años aquí fueron muy frustrantes en términos de las condiciones en que entrenábamos. Lo que me duele es que se puede hacer mejor de los que lo estamos haciendo. Siento que no hay un plan, pero es falta de iniciativa, creo yo. Podemos hablar de platas, lo que sea, pero entonces, si eso es lo que tenemos, ¿qué hacemos?, esa conversación ahí queda. A mí eso me frustra mucho, no sé, no quiero decir que soy la gran maravilla ni nada, pero no es lógico para mí, si estoy haciendo un trabajo y no tengo metas, entonces qué estoy haciendo, no me puedo identificar con eso”.
Lo que sí se puede identificar es con su responsabilidad como futbolista y representante de Costa Rica. Raquel define como un honor vestir la camiseta de la Selección Nacional y también ser vista como un ejemplo para muchas niñas, jóvenes y mujeres gracias al fútbol.
“El fútbol es una pasión mía, pero siempre que pueda voy a querer a instar a una mujer a vencer sus miedos, por ejemplo, o a veces uno necesita que alguien le valide lo que siente o el deseo que tiene y si esa puedo ser yo para que una mujer pueda, no sé, ser libre de algún temor o estigma, lo haré”.