Pensé que jamás la vería de nuevo, por más Charlton Heston y muy a pesar de la magnífica carrera, con sus corceles blancos, casi alados, los caballos negros, desbocados e infatigables, halando carruajes que dejan surcos en la arena, levantan polvo, excitan a la multitud, se destrozan, atropellan a los caídos en la batalla —que muy pronto deja de ser tan solo carrera—, como pocas o ninguna ha visto el cine, a toda velocidad, intensa, manteniendo al espectador en vilo durante nueve minutos inmortales.
—¿Cómo es el asunto? ¿Ben-Hur gana la carrera? —pregunta mi madre, como si no la hubiese visto unas mil veces desde su estreno en 1959.
—Hay que ver —le respondo sonriente—. En la Semana Santa del año pasado, ganó. En esta, quién sabe.
A veces, Ben-Hur parece perder. A veces nos hace sentir que —esta vez sí— es de final impredecible.
Me sucede lo mismo con el campeonato nacional, aunque sin la devoción que le profeso a la película. Aunque de pronto, el torneo da visos de novedad, el desenlace se repite (Herediano ya va desbocado rabazando a unos y otros, con cuatro victorias en fila y los punteros a la vista; a solo tres puntos del cuarto lugar).
Tenemos a Cartaginés, Guadalupe y Sporting entre los cuatro primeros lugares, con solicitud de visa a la segunda fase, a falta de tan solo ocho jornadas para el cierre de la fase de clasificación. No sé si lo lograrán, pero hoy me atrevería a pensar que será un cierre distinto, que no le alcanzará a Saprissa y Herediano, al menos no juntos, por más Jeaustin Campos y Jafet Soto como técnicos emergentes, por más que año a año confirman esa capacidad de pasar del octavo lugar al cuarto y del cuarto al título. Apostaría que si acaso uno conseguirá abrirse campo a codazos.
Corte comercial: además de enfretarse entre sí el miércoles, Saprissa y Herediano jugarán contra los cuatro punteros en las fechas restantes (excepto Cartaginés, en el caso de Saprissa, su reciente verdugo).
¿Y si esta vez los pequeños sí aguantan? O más bien: ¿Si esta vez no piensan en aguantar sino en ganar? A Paté Centeno le admiro la capacidad de poner a jugar sin complejos a un equipo pequeño; su fútbol con Guadalupe parece una versión mejorada de lo ya mostrado en Grecia; con lo bueno de aquello pero sin los innecesarios riesgos. José Giacone es un viejo zorro que tiene claro a qué jugar con un equipo como Sporting (nadie como aquel que conoce sus fortalezas y debilidades), mientras Géiner Segura y el Cartaginés algunas veces parecen capaces de ganarle a cualquiera (algunas veces).
Bienvenidos esos intentos, animan la temporada, aunque casi siempre termine faltando algo, no sé qué, para que un pequeño se mantenga en las primeras posiciones y le arrebate el título a los grandes como lo hizo el Puntarenas de 1986.
—¿Ben-Hur gana la carrera? —pregunta mi madre.
A veces, Ben-Hur parece perder. A veces nos hace sentir que -esta vez sí- es de final impredecible.
Nota del autor: La anterior es una adaptación a la actualidad de una columna que publiqué en abril del 2017. En ese momento, estaba más cerca de lo imaginado la campeonización de dos pequeños: Pérez Zeledón en el Apertura 2017 y San Carlos en el Clausura 2018.
Se graduó en la UCR, debutó en la revista Triunfo, hizo carrera en Al Día y hoy, con 30 años de periodismo, vive el partido de pie, al lado de la línea, como estratega de la sección deportiva de La Nación. A veces desearía entrar al campo como en los tiempos del Mundial Corea-Japón 2002 o los Olímpicos Londres 2012, pero lo suyo es hoy el banquillo
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