El avión que sacó del país a Agustín Lleida dejó una estela de humo tras de sí. Mucho más del que aceptó vender cuando, recién llegado a la Liga, fue pillado en conversación con un amigo.
Hay que reconocerle el éxito que tuvo para promocionarse como el súper gerente manudo, padre y madre del CAR, gestor de la 30, pirata golpista en cada duelo de fichajes con Saprissa, o el autor de las más sonadas ventas en el mercado internacional.
Su padrino, Joseph Joseph, lo defendió a capa y espada, a pesar de que su anunciada Liga del futuro se convirtió en una Liga atrapada en el tiempo, circundando los errores de siempre, perdiendo las batallas de futbol, las únicas valederas cuando el objetivo es el éxito.
Una especie de anti-Rey Midas. No llegaron los 5 títulos que predijo tras la 30, no pasó del Guastatoya a pesar del rimbombante fichaje de Marcel y demás combo sideral, Cartaginés rompió la maldición en el Morera y, cada vez apostó más, sin éxito, por veteranos consagrados en otros equipos, sin impulsar a los hijos del CAR.
Hernán Torres no quiso seguir cuando la Liga nombró a Lleida gerente deportivo. Carevic, su amigo en tiempos del Pachuca (donde Andrés dirigió la sub 20), evidenció inexperiencia en el manejo de los partidos definitorios, al igual que le pasó a Albert Rudé, otro novato a quien quiso graduar de técnico en el Morera Soto.
A regañadientes aceptó a Luis Marín y con el primer tropiezo lo puso de patitas en la calle, sin darle la misma oportunidad que gozaron sus “protegidos”. Tampoco le interesó retener a Geiner Segura, a quien siempre restó luces por su aporte en la única temporada de éxito de Carevic.
Los fichajes bomba se volvieron humo en la gramilla. La Liga, bajo su mandato, fue el niño rico del futbol local que, teniéndolo todo, no pudo alzar trofeos cuyo destino obligatorio era la vitrina del Morera Soto.
Agustín Lleida, el súper héroe del documental de la 30, pasó pronto a ser el personaje protagónico de los memes y chistes más recurrentes en el futbol local. Le tocó soportar hasta cánticos sacásticos de aficiones rivales, pidiéndole que no se marchara. Y no era para menos: Bajo su gerencia, la Liga compitió contra la peor versión histórica de su archirrival, Saprissa, y, aun así, los morados sumaron más trofeos.
Nada peor puede pasar en la catedral manuda sin San Agustín Lleida.