Durante muchos años he alimentado esta quimera. No es tan absurda como en primera instancia podría pensarse. La abolición de las tandas de penales como medio para dirimir un partido en una fase de muerte súbita, y la práctica de un sistema eliminatorio por decisión determinado por un jurado, tal el caso del boxeo.
¿Qué parámetros podrían ponderar los jueces convocados a esta difícil, pero no inviable tarea? La cantidad de disparos ejecutados contra la portería rival, los que vayan por dentro y hayan obligado al portero a esfuerzos excepcionales. Los remates estrellados en los postes. La cantidad de infracciones cometidas. La cantidad de tarjetas a las que se hizo acreedor cada cuadro. El fair play exhibido por los contrincantes. Factores cuantificables. El grado de malignidad de las faltas. El respeto a las decisiones arbitrales. La autodisciplina y el autocontrol de los jugadores. Los reventones perentorios ejecutados para desahogar a una defensa acorralada le restaría puntos a quienes los practicasen.
Las salidas con bola controlada serían premiadas. Igualmente, todo juego hermoso, profuso, toda filigrana, todo lujo estilístico (un pase de rabona ahí donde bastaba con usar la parte interna del pie), todo gesto estético sería reconocido. Pero también serían reconocidos los pelotazos, el juego vertical y los balones en profundidad cuando sean empleados con criterio certero y pulcra ejecución. ¿La posesión de bola? Eso no: un equipo puede dedicarse a erosionar el esférico sin generar la menor opción de gol. Sí, amigos, todo esto es cuantificable, y se puede traducir en puntos que un avezado cuerpo colegiado podría evaluar.
Por supuesto, una decisión por puntos sería menos emocionante y dramática que una sesión de penales. Pero también -enfatizo este aspecto- sería más justa, y premiaría al equipo que mejor jugó. Los penales generan más adrenalina -qué duda cabe-, pero con mucha frecuencia no honran al equipo que más generosamente se prodigó. En “mi” sistema habría decisiones unánimes y divididas, y con seguridad algún grado de polémica, con potenciales resultados muy parejos, pero de nuevo, serviríamos el principio de justicia de manera más plena. Piénsenlo, y me dan su parecer. No es una locura: merece reflexión.