Centeno ha sido técnico de Saprissa en cuatro campeonatos, y solo ha ganado uno. Mal rendimiento para este equipo, ganador por excelencia, el tipo de cuadro cuya dieta está hecha de triunfos, que come campeonatos y rechaza cualquier otra forma de alimentación.
A lo largo de todo el torneo no fue capaz de resolver el problema de los goles con pelota muerta. Aún en la semifinal contra el Team nos anotaron dos. Un partido que terminó 3-0, pero que en realidad debió haber terminado 5-0, toda vez que el árbitro anuló a Herediano dos goleslegítimos. Otrora, una derrota de Saprissa por 3 o 5 goles era “the talk of the town”, “el sabor de la semana”: todo el mundo hablaba de ella. Hoy, tanto los jugadores como la afición -¡cuán triste!- se han acostumbrado a comer golizas con perruna resignación. Han perdido su dignidad yorgullo.
Ni Jafet ni Carevic han estado digiriendo esta magnitud de palizas. El segundo ha jugado tres campeonatos con la Liga, ha ganado uno y llevado al equipo a dos finales: magnífico desempeño. Jafet también supera a Centeno. Saprissa ya no asusta a nadie: es un equipo “del montón”: en un buen día puede ganar de manera pasable, en un mal día, sonrojar a su afición.
El equipo arrastra problemas en la defensa y en la salida con balón controlado, y Centeno no ha sido capaz de solventarlos. Ahora coquetean con la idea de contratar a Waston, creyendo, con infantil criterio, que un grandulón imponente basta para amurallar una defensa. Thiago Silva, defensa central del Chelsea, varias veces votado el mejor en su puesto, mide 1.82 metros. El arte de la defensa no es sólo cuestión de masa física inerte.
Centeno sigue experimentando con Saprissa. Como si jugara Lego, construyendo con sus piecitas quimeras tácticas para su propio solaz. No se usa a Saprissa para tales propósitos. Es un lujo que nadie debe permitirse. Que le compren un jueguito de química: ¡experimentos, burbujitas y borborigmos a granel!