En 1992, el Newell´s Old Boys, dirigido por Marcelo Bielsa (a quien ya conocían como “el loco”), fue apabullado 6-0 por el San Lorenzo de Almagro, en el contexto de la Copa Libertadores. Una horda de hinchas furibundos del equipo vapuleado cargó contra la residencia de Bielsa gritando, protestando, y armando camorra. Todo el repertorio de este tipo de coros, que no son precisamente los Niños Cantores de Viena: insultos, provocaciones, amenazas, rimas obscenas…
Cual no fue su sorpresa cuando, de pronto, “el loco” Bielsa salió de su casa blandiendo una granada de mano, presto a activarla jalando el arito, y profirió: “¡Manga de hincha pelotas: o se van, o se las tiro!”. Era un verdadero Júpiter tonante: los ojos exorbitados, la pose estatuaria, el pelo una tempestad capilar surcada por relámpagos y torbellinos: épico al tiempo que aterrador… y grotesco también. Los revoltosos salieron despavoridos a la vista de aquel energúmeno que, a todas luces, no bromeaba con su amenaza de lanzarles la bomba. No contento con ello, Bielsa los persiguió, granada en mano, en bata de baño y pantuflas (la del pie derecho en el izquierdo y la del izquierdo en el derecho) a lo largo de dos o tres cuadras, hasta que los revoltosos se dispersaron aterrorizados. Jamás volvieron a sitiar la casa del técnico con cánticos ofensivos o manifestaciones de ninguna laya. Es un pedagogismo bastante radical, pero hemos de admitir que funciona.
No quiero con esto sugerirle pautas de conducta a algunos de nuestros técnicos, que serían más que capaces de ponerlas en práctica, ¡que Dios no lo permita! En Brasil queman por las calles efigies de los entrenadores impopulares, y venden muñecos y agujas para practicar vudú sobre ellos. Le sucedió a Claudio Coutinho en 1978, y murió ahogado poco después, a los 42 años. ¡Y yo, que aún consideraba la posibilidad de desempeñarme como técnico! Mejor me quedo con mi piano y mi literatura.
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