Basta con revisar algunas notas de diarios españoles, sobre todo de su natal Monzón (en la provincia de Huesca), para percibir en Agustín Lleida un cierto afán por el “auto bombo”. Como lo dijo a un amigo, en un audio que se ha filtrado,”por vender un poco de humo”.
Lo han descrito, en tierras españolas casi como un quijote moderno del futbol científico, que cruzó el Atlántico blandiendo la espada de la sabiduría, para revolucionar el balompié mexicano, primero, y ahora al costarricense, desde el complejo manudo en Turrucares.
Pero eso quedará apenas como un pecadillo del ego, si realmente llega a dar los frutos que pregona haber alcanzado en el Pachuca y ha vaticinado para la Liga. Lo bueno es que ha sacudido el medio futbolero local con el tema de la liga menor, tan alicaída en los últimos años.
Contrario a Gustavo Matosas, que nos endulza con el discurso del talento joven que brota hasta de las piedras, Lleida dijo –aunque fuera en un audio privado y no ante las cámaras y micrófonos— que aquí no existe en los juveniles el nivel que sí tenía en el Pachuca.
Aunque brincó Jafet, y pueda parecer grosero, no dijo ninguna mentira el español. Las pruebas están a la vista: mientras los mexicanos tienen campeonatos mundiales sub 17 y sub 20 en sus vitrinas, nosotros acumulamos varios años sin asistir siquiera, anclados en el mejor recuerdo que podemos exhibir, un cuarto lugar en Egipto 2009.
Mientras México hace debutar en la pasada Copa Oro a novatos con la calidad de Antuna, Rodríguez y Alvarado, Costa Rica montó en el avión a Saborío y Bolaños, y a un Bryan Ruiz con meses de inactividad, tratando de inmortalizar sus faenas de gloria, condenadas al olvido y a la nostalgia por falta de herederos.
Aunque sea comprando a menores de edad, otro síntoma de la carencia de talentos, si la Liga de Agustín Lleida logra ponerlos pronto en el extranjero, puede que el futuro manudo y del futbol tico esté durmiendo hoy en Turrucares. Malo, eso sí, que tan cacareado proyecto de fuerzas básicas se nutra con extranjeros (tiene tres juveniles foráneos) que pueden ser un negocio pero nunca un antídoto para la crisis de talento.
Tiempo al tiempo. Le toca a Lleida demostrar que el humo que ha vendido es bueno y que el auto bombo es para matar el fantasma del olvido en su natal España. Si la Liga no se vuelve cantera, si los chicos no llegan a tener visa y si Alajuelense termina llenándose de Junior Diaz, entonces la humareda de Turrucares será un triste legado y don Agustín un simple vendedor de espejitos.