Tengo que admitirlo: aquel tipo tenía un cierto parecido al futbolista Cristiano Ronaldo. Tampoco era para tanto; apenas un cierto aire que él reforzaba con dos elementos: el mismo corte de pelo de la estrella portuguesa y una camiseta del Real Madrid con el número 7 y el apellido del ahora jugador de la Juventus de Italia.
La semana pasada viajamos en el mismo bus de la ruta El Carmen de Guadalupe-San José; él abordó ese vehículo tres paradas después de que yo lo hiciera.
En cuanto pagó el pasaje se detuvo en el pasillo (¿o pasarela?) con actitud de “véanme, aquí estoy; ¿verdad que me parezco?”. Luego dio un rápido vistazo en busca de un asiento y se decidió por uno que estaba libre justo a la par de una mujer bella y elegante de unos 45 años.
Aquella versión tica de CR7 no le quitó la mirada de encima a su vecina de viaje durante el trayecto, pero ella no le correspondió ni una sola vez; estaba concentrada en la lectura de un libro.
El tipo, a quien le calculé unos 30 años, carraspeaba, tosía, hablaba por teléfono en voz alta, leía y enviaba mensajes de WhatsApp, se tocaba el pelo y sonreía como galán de cine mientras observaba de manera insistente y obsesiva a quien lo ignoraba con absoluta, razonable y justa frialdad.
Fui testigo cercano, pues iba cómodamente sentado tres asientos atrás. “¡Qué hombre más necio!”, pensé en varios momentos del recorrido. “¿No se da cuenta de que al parecer a su vecina no le resulta irresistible, encantador, cautivador, seductor, todo un dandi?”, me pregunté.
Pensé también en situaciones similares e incómodas que a diario experimentan las mujeres por culpa de tipos enfermos o patanes que se creen con derecho a ‘tocarlas’ o ‘desnudarlas’ con miradas descaradas e invasivas.
Es decir, por personajes como el Ronaldo criollo, a quien la dama que viajaba a su lado lo abandonó para cederle su campo a una anciana. ¡Se desinfló el galán!
Para colmo de males no acató a darle su campo a la mujer que acababa de tener un gesto de cortesía y educación, lo cual sí hizo de inmediato un señor que iba sentado al otro lado del pasillo; un adulto que no se parecía a ningún futbolista de fama mundial, pero a quien no le ocurrió lo mismo que al CR7 tico: quedar fuera de juego, en clara posición antirreglamentaria.
Más vale ser caballeroso que tener un cierto aire a Cristiano Ronaldo.