Costa Rica siempre será un país excepcional a escala mundial, y posiblemente ya sea uno de los que encabezan el ranquin planetario en accidentes con motocicleta. Las cifras de esos accidentes continúan en aumento, sin que todavía vislumbremos alguna intervención del Estado en cuanto a prevención o mitigación de la pandemia.
Los accidentes de tránsito son una de las causas de muerte más importantes en el mundo, y la principal causa de muerte entre personas de edades comprendidas entre los 15 y los 29 años, de acuerdo con estadísticas que lleva la OMS.
En total, en el mundo son 1,25 millones de muertes por accidentes de tránsito, con promedios del 4% ciclistas, el 22% peatones, el 23% motociclistas y el 31% ocupantes en vehículos.
En contraste con esas cifras promedio mundiales, en Costa Rica el 72% de las muertes en accidentes viales durante el mes de abril del 2016 fueron motociclistas ( La Nación, 3/5/2016).
En Colombia, los datos de la Secretaría de Movilidad indican que entre las principales causas de accidentes en moto está el zigzagueo (transitar entre vehículos). En Costa Rica el Cosevi no lleva este tipo de estadísticas.
Dice el más reciente informe de la OMS sobre la situación mundial de la seguridad vial: “El número de muertes por accidente de tránsito (1,25 millones en el 2013) se está estabilizando, pese al aumento mundial de la población y del uso de vehículos de motor (…). La estabilización de las muertes por accidente de tránsito, pese al aumento de la población mundial en un 4% y del uso de vehículos de motor en un 16%, indica que las medidas de seguridad vial puestas en práctica en los últimos tres años han salvado vidas humanas”.
En Costa Rica, sin embargo, enfrentamos una tendencia hacia el crecimiento de los accidentes de tránsito y, en especial, aquellos cuyas víctimas eran conductoras de moto. La tasa de crecimiento de la atención médica a los motociclistas accidentados en el Hospital del Trauma del INS fue de un 58% con respecto al año anterior de acuerdo con un reciente reportaje de este rotativo ( La Nación, 22/3/2017)
Incremento vehicular. Durante los últimos años hemos sido testigos de un sustancial incremento en el parque automotor, a consecuencia de una política bancaria crediticia extremadamente flexible y abierta a la financiación de esos bienes, por la reducción mundial del precio de la gasolina y, muy posiblemente, por el incremento del emprendurismo comercial del costarricense sin acceso a un empleo fijo bajo techo y bien remunerado.
El ganarse la vida en las calles es ahora posible con la simple compra de una motocicleta o de un vehículo para taxeo bajo la aplicación de Uber. Hay cientos de miles de mensajeros y tramitadores en moto y otros tantos miles dedicados al transporte público privado y en entrega o venta de mercaderías.
Después de todo, la energía liquida de los combustibles fósiles importados es tres veces más barata que la energía eléctrica producida nacionalmente con recursos renovables. Y a mayor parque automotor, mayor es el congestionamiento vial y mayor es la desesperación del conductor por saltarse las presas, lo cual obliga al motociclista a convertirse en un verdadero experto y artista en el zigzagueo entre vehículos en todas las arterias viales del país.
Posible solución. Resolver el problema del incremento de las muertes de los motociclistas no va a ser fácil y tampoco rápido, pues se trata de un sector de conductores sumamente temerarios, agresivos, que paulatinamente se han ido apropiando de las calles de nuestra ciudad capital, y que en el pasado se han resistido de manera muy aguerrida a pagarle al INS una prima de seguro anual un poco más alta, que simplemente pretendía seguirles garantizando, al costo, su propia atención médica.
Una posible medida vial bien podría ser habilitarles un carril especial a la derecha de todas las vías nacionales, en especial en aquellas rutas de alta velocidad como las carreteras, autopistas y la Circunvalación.
Se trataría de un carril exclusivo para motociclistas, de un ancho no mayor a un metro y medio, el cual les permitiría rodar a una velocidad adecuada y sin la preocupación de tener que zigzaguear entre vehículos automotores de gran masa y peso para adelantarse a otros autos, como siempre lo hacen en la ciudad, arriesgando, con esas maniobras sumamente riesgosas, nada menos que sus vidas.
El autor es ingeniero.