He retomado las caminatas matutinas. Un ejercicio también intelectual, pues me ayuda a mirar la realidad. A contemplar, reflexionar y pensar. Observo a obreros bañados en asfalto reparando las vías. Compartimos un “buenos días”. ¡Qué gran ingrediente diario! Algunos guardas van saliendo de sus casetillas tras una larga jornada. Mujeres cruzan la calle rumbo a sus trabajos, para atender labores domésticas. Dos niñeras, con uniformes azules, acompañan a un joven cabizbajo que espera la buseta del colegio frente a un lindo condominio.
A unos 200 metros, estudiantes conversan y caminan alegremente. Ingresan a clases con sus limpias camisas blancas. Más adelante, un hombre, con su cuchillo, va cortando la hierba, afinando un largo recorrido hacia la rotonda de la Bandera.
Una esquina más abajo, encuentro al vendedor de jugo de naranja, con su carrito lleno de frutas; espera a los ejecutivos que ingresan temprano a las oficinas.
Uno de mis felices encuentros es con el repartidor de periódicos. Los lanza a las casas con gran puntería. Recorre diariamente las calles balanceándose alegremente en su pequeña moto blanca Vespa. Saluda por su nombre a uno que otro vecino adulto mayor. Seguidamente, veo a los recolectores de basura que se hacen bromas y se dicen unos a otros: “Póngale, mae”. Ellos también ven a los ojos y saludan. Saben que su trabajo es importante.
La buena marcha de un país necesita infinidad de tareas anónimas. Trabajos en los que participa la mayoría de los ciudadanos, sin medallas ni condecoraciones externas. Obras labradas en el silencio, en la forja del esfuerzo, la constancia y el sentido del deber.
Estas personas no salen en los medios, pero su eficacia social no tiene precio. Cruciales batallas se ganan gracias a sus constantes sacrificios. La importancia del esfuerzo en el desarrollo individual y colectivo sigue siendo un pilar fundamental para cualquier sociedad que aspire a ser justa. El esfuerzo nos hace humanos. Crecemos y aprendemos a través suyo. Nos da una capacidad para superar los obstáculos. Es el motor de cualquier progreso.
Si queremos conocer verdaderamente a una persona, fijémonos en tres aspectos: su esfuerzo, sus ideales y su compromiso. El esfuerzo no es entusiasmo. Muchos entusiasmos se quedan en nada. Solo un renovado empeño alcanza metas en la vida. Son las pequeñas tareas de cada día, la cotidianeidad, lo que nos ofrece la posibilidad de afrontar la realidad con pasos firmes. La promoción del esfuerzo individual es crucial para forjar jóvenes libres y autónomos. Es un gran ideal educativo. Todos debemos comprometernos en ello: en nuestros hogares, escuelas y empresas.
Regresando a esa caminata, a pocos metros de mi casa, veo a lo lejos el perfil de un joven. Indigente, lo llaman algunos. Este joven, de unos veintitantos años, cayó en las drogas y merodea nuestra comunidad. Se tumba sobre las aceras. Tiene la mirada perdida. Me causa dolor y vergüenza pensar que nos hemos acostumbrado a verlo. El narcotráfico es una realidad y está minando todo esfuerzo. Está secuestrando nuestra patria. Arrancando nuestras raíces. Y no dejo de preguntarme: ¿Este es el país que queremos?
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Helena Fonseca Ospina es administradora de negocios.